Coincidentemente, el 13 de abril de 1961 fueron perpetrados dos actos terroristas en contra de la Revolución, uno de ellos en Ciego de Ávila
Tomada de www.granma.cuLa actual provincia de Ciego de Ávila no escapó a la acción terrorista de la contrarrevolución interna organizada, dirigida y financiada por el gobierno imperialista de los Estados Unidos de América con un marcado fin: destruir el proceso revolucionario desde el mismo momento de su triunfo en enero de 1959, incorporando consigo la destrucción económica del país y lo peor de todo: el dolor, la muerte y la invalidez de miles de cubanos.
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En abril de 1961, mientras los cubanos, y los avileños en particular, libraban dos históricas batallas, la Campaña de la Alfabetización y la Primera Zafra del Pueblo, el imperialismo norteamericano y la contrarrevolución interna, financiada y dirigida por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), arreciaban sus sabotajes y actos de terrorismo contra nuestro pueblo. Faltaban apenas 48 horas para el inicio del cobarde ataque a los aeropuertos cubanos, calificado certeramente por Fidel como “el preludio de la invasión”.
Como se conoce, la zafra azucarera de 1961 era decisiva para la economía nacional. Recordemos que la extinta Unión Soviética y otros países del llamado campo socialista, comprarían el azúcar que el gobierno norteamericano había privado de la tradicional cuota que Cuba tenía en ese mercado históricamente, medida unilateral para asfixiar la economía. Este hecho condujo a la CIA, con la colaboración de la organización contrarrevolucionaria denominada 30 de noviembre, a intensificar los actos de sabotaje contra la industria azucarera y la agricultura cañera. Así, el 13 de abril fue perpetrado un sabotaje en la antigua colonia llamada El Cedro, perteneciente entonces a la Cooperativa Esteban López Hayné del central Venezuela, que disponía de cañaverales de muy alto rendimiento.
El fuego alcanzó dimensiones extraordinarias e iba devorando las plantaciones. La gente del lugar y del propio batey del ingenio, unos 300 hombres y mujeres, con sus dirigentes sindicales y administrativos al frente, luchaban afanosamente contra el siniestro; se comportaban heroicamente y muchos estuvieron a punto de perecer asfixiados. Cuando las llamas fueron controladas, casi al anochecer, se notó la ausencia de cuatro trabajadores y comenzó la ansiosa búsqueda. Al filo de la 1:00 de la madrugada fueron encontrados los cadáveres de cuatro obreros horriblemente quemados: dos cubanos, nombrados Santiago González Linares y Rogelio Pena Simón, y dos de nacionalidad haitiana, José María Clomá y Eduardo Harga Fernández.
El viento, propio del mes de abril, dio un giro inesperado y los braceros quedaron a merced de las llamas. Era horripilante el aspecto que presentaban, incluso, para poder introducir los cadáveres en los ataúdes, tuvieron los médicos y el personal de la Cruz Roja que picar los tendones de los cuerpos sin vida.
El sepelio de los obreros agrícolas constituyó una muestra de dolor, pero, a la vez, de reafirmación revolucionaria. En la despedida de duelo, el entonces Capitán Jorge Enrique Mendoza, delegado del Instituto Nacional de Recursos Agrícolas (INRA) en la provincia de Camagüey, acusó públicamente al imperialismo y la contrarrevolución de tan abominable sabotaje y los responsabilizó de la muerte de los trabajadores.
Fue justamente aquel propio día cuando se produjo, también, el artero sabotaje a la tienda El Encanto, en La Habana, donde perdiera la vida la miliciana y trabajadora de ese establecimiento Fe del Valle.
Este lamentable y, al mismo tiempo, memorable hecho, poco conocido por las nuevas generaciones de avileños, y de cubanos en general, constituye una muestra más de por qué la Revolución se vio en el pleno derecho de defenderse ante las viles agresiones y que decenas de cubanos hayan asumido desde diferentes posiciones la lucha contra el terrorismo.