Yoleicis, en el lugar indicado

El Sistema de Tribunales Populares del país cumple este 23 de diciembre 50 años de ininterrumpida labor, jolgorio al que Invasor se suma

¿Cómo puede desandarse un trayecto de medio siglo apenas en unas líneas, o en 40 minutos de conversación? ¿De qué modo? Si en un día de labor puede suceder tanto. Horas que suelen complicarse…, y eso es lo más común. Los actos judiciales comienzan a las 9:00 de la mañana, pero la función de un juez abarca mucho más: hacer una resolución de algún asunto que fue preciso examinar la noche antes en casa, estudiar un expediente, intervenir en un espacio de colegiación.

Después, cuando el ajetreo previo antecede a la sesión, se supone que cada detalle ha sido previsto y ordenado, “pero nosotros dependemos de que estén todas las partes, los testigos, los acusados. Basta que se complique un señalamiento por alguien que no pueda venir, justificado o injustificado, y ya eso nos mueve, porque tenemos que buscar a la persona por todos los medios; en ocasiones, asistirnos de la Policía cuando no quiere venir, buscar una orden de conducción…”.

Y luego el juicio. Ningún caso es igual a otro, todos demandan de atención diferenciada. “No siempre lo que es justo para uno lo es para otros, tenemos que hacerlo en la medida precisa en que prevé la ley, pero también con criterio de racionalidad, porque detrás de cada hecho hay una o varias personas, y una o varias familias que padecen junto con la persona que tienen ahí, sentada en el banquillo, la que ellos mismos seguirán atendiendo.

“Hay que castigar al que hizo daño a otra persona o a una entidad, pero hacerlo con mucha mesura, porque sancionando tratamos de resarcir a la sociedad en alguna medida, hay que tener cuidado con no hacerlo más allá de lo que justamente la persona merece.

“La sanción tiene que satisfacer todas las necesidades, todas las aspiraciones de justicia, tanto del que incurrió en el hecho como del que resultó víctima. Por una parte, usted está dándole una satisfacción, la que permite la ley, a la persona dañada; pero, desde otro punto de vista, usted está imponiendo justamente la medida, la sanción a quien cometió el delito, y eso yo creo que también se agradece porque, conscientes de que se equivocó, la persona y la familia ven que la sanción que se ha impuesto es justa. Y eso conlleva a mantener el equilibrio en la sociedad”.

Después de medio siglo recorrido por el Sistema de Tribunales Provinciales Populares del país, bien que podría preguntarse el lector cuál es el ideal al que debe responder el juez con su labor. “Tiene que ser buena persona, comprensivo, entender al acusado, a la familia, al público, que a veces no es ni familia, pero son amistades que vienen a ver. El humanismo te permite comprender el más violento y penoso de los hechos; hay un porqué, aunque sea incorrecto, por supuesto, y por eso es un delito y se juzga y sanciona; pero detrás de cada hecho, detrás de cada persona hay un motivo, que por más incorrecto que sea hay que estar presto a escuchar, y no se puede juzgar más allá de lo que la ley permite.

“Por más despreciable que le parezca un hecho, uno tiene que proyectarse con respeto y comprensión y, además, exigir el respeto que le deben quienes están enfrente. En ese sentido, he sufrido algunos incidentes en muchos años, pero muy pocos. Generalmente, uno recibe lo que sea capaz de transmitir”.

A 31 años de graduada, Yoleicis Garachana Abreu, jueza profesional titular de la Sala Primera de lo Penal del Tribunal Provincial Popular de Ciego de Ávila, responde precisa, gesticula, mira de frente, a veces entorna la mirada, rebusca en el pasado o el futuro. Quién sabe si se nutre de nuevos aires porque “son muchísimos años y, qué va, cuando uno está en el lugar indicado, como me considero que estoy, por un tema de gusto profesional, no se cansa”.

Y cuando asume un caso complejo, que demanda estudio, la chispa de la motivación lo alumbra todo, “lo que tienes que buscar, lo que tienes que resolver en el momento, te obliga a meterte de nuevo en los libros, en las resoluciones, en los dictámenes que emitió el Tribunal Supremo para solucionar un caso parecido en los colegios anteriores, ver lo que en otro momento hemos hecho. Buscar en las doctrinas, en nuestros boletines, es emocionante, porque te obliga a estudiar, a empinarte sobre lo que ya sabes. Ahora que ha habido una reforma legislativa tan amplia, para nosotros es como un juguete nuevo para un niño”.

Tampoco los infantes escapan de un entramado que se complica, mas ella suele entenderlos. “Casi nadie gusta de explorar menores, aunque con ellos me llevo bastante bien. Muchas veces me dicen: ‘explóralos tú’, y lo hago. Los menores no se interrogan en el juicio, en el salón, como se hace con las demás personas, sino en un local, con los jueces, un abogado, todo el mundo desprovisto de toga. Quien preside el acto va haciendo las preguntas, de manera clara, nada de vocabulario engorroso.

“Recuerdo un niño que no quería hablar. Era un pequeño de cuatro o cinco años. Empecé a jugar con él, con bolitas plásticas de colores, y el muchachito empezó a hablar, a decir, y así uno los va endulzando, creando un clima favorable con ellos…”.

En ocasiones, no puede evitar la asociación con sus críos, cuando le estremece el alma el abismo en el que ha caído alguno de sus contemporáneos. “Mis hijos se han criado aquí, en estos pasillos, un varón de 26 y una hembra de 23. Cuando se enfermaban y había juicio, debía traerlos; y en vacaciones; no tenía quién los cuidara, corrían un poco por los pasillos. Mi hijo aprendió a montar bicicleta en ese parqueo”.

¿Y cómo ilustrar la huella de Yoleicis por estos “trillos”, desde que una mañana de 1992 diera el primer paso en el Tribunal Municipal Popular de Ciego de Ávila, o cuando presidió igual instancia en Ciro Redondo (allí estuvo seis años), o al retornar en noviembre de 2001 a la sede del Tribunal Provincial Popular, donde ha permanecido, ininterrumpidamente, 22 temporadas? Al juez, “una vez que el hecho está cometido, no le queda otra cosa que curar, que remediar, con las posibilidades que ofrece la ley”.

Ese emplasto de amor es el que ha sabido aplicar Yoleicis; ella, que es tan solo una partícula sensible, entre tantas de las que este 23 de diciembre tienen sobrados motivos para celebrar el medio siglo de existencia del Sistema de Tribunales Provinciales Populares del país.

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