No existía la más mínima sospecha pero, si alguien hubiese imaginado que iban a ser las niñas y los niños los más afectados en medio de esta tormenta llamada COVID-19, seguro cambiaba el final, aunque, la historia estuviese mal contada.
Porque una buena trama y un reparto de excelentes actores son insuficientes si ellos faltan, lo sé, pero, quién tendría el valor de decirles con antelación que pasarían tres meses en casa, encerrados por su bien.
Si al menos uno de nosotros lo hubiese sabido antes, tal vez las cosas serían distintas. Quizás, ya estaría disponible en los centros de Salud la vacuna para matar al “bicho” y andaríamos por la vida sin miedo a que jugaran juntos, causando la mayor de las aglomeraciones.
A todos los tomó por sorpresa el día en que debieron cerrarse temporalmente las escuelas. Ahora, después de tantos días con los uniformes guardados en el escaparate, hay quien extraña a sus amiguitos del aula pero, sobre todo, divertirse.
El cuento estaría muy mal escrito si olvidáramos a quienes fueron comisión de embullo en cada aplauso a nuestros médicos a las 9:00 de la noche, los mismos que desde el balcón gritaban ¡Viva Cuba! e improvisaban desafinados conciertos con tal de alegrarles la existencia a los vecinos. ¿Dije alegrarles?
“Papi estoy aburrida; mamá dame algo de comer; esa película está fea; ¿por qué no puedo salir?; tengo hambre de nuevo.” Si tiene pequeños en casa habrá escuchado estas frases un millón de veces durante el distanciamiento, qué digo distanciamiento, en todo el año, si, a los niños cuando no están hambrientos los obstina el tedio y viceversa, o los dos juntos.
Entonces, ambos progenitores se confabulan, sacan paciencia de donde casi no queda para ponerles en frente una muñeca de papel e incitarlos a la creación. Por eso, de estas semanas de necesario aislamiento se guardan los carros de cartón, el perrito de tela, la foto en el celular de papá con el niño jugando parchís, los buenos recuerdos.
Las horas parecen ir más rápido y ellos ni cuenta se dan. Aún cuando la provincia está en la segunda fase de recuperación post pandemia no es momento para confiarse. Ya habrá tiempo para celebrar el Día de los niños y las niñas en toda Cuba como se merecen, aunque contemos minuto a minuto.
Así, felices de estar otra vez pisando la calle y con el nasobuco bien cerca, abran la puerta de la casa, no se alejen mucho y salgan al parque más cercano a escribir su propia historia, a vivir.