Vidas más allá del cristal

Además del personal de enfermería que trabaja en los centros para la atención a la COVID-19 en Ciego de Ávila, muchos se mantienen en sus puestos cotidianos para continuar con los programas de salud priorizados como el Materno- Infantil.

Decía Gardel que 20 años no son nada. Y, aunque para algunas cosas, efectivamente la famosa frase podría aplicarse, todo es cuestión de perspectiva. Porque, por ejemplo, si le añadimos cuatro a la cifra y la ubicamos en un trabajo tan esencial como salvar vidas en una sala de cuidados para bebés, entonces podría cambiar la mirada y decir que sí, que son bastante.

Ese es el tiempo que Dayamaris Acosta Cruz, Nana para todos sus compañeros, ha laborado como enfermera en el Servicio de Neonatología del Hospital Provincial Docente Doctor Antonio Luaces Iraola en Ciego de Ávila.

La suma de días, meses, horas… de trabajo le permite hablar de condiciones básicas para ser parte del equipo allí: “dedicación, experiencia, destrezas, preparación”.

Hacia esa sala se remite a todos los neonatos con prematuridad extrema (30 semanas o menos) y con peso por debajo de los 1500 gramos establecidos. Esos sencillos datos nos dicen que en ese lugar se hace algo muy lindo, como ella afirma, pero también muy sensible, difícil, que requiere dedicación extrema.

Con todos esos años han sido muchos los niños y las niñas que ha visto ir a casa con su familia y otros que, desgraciadamente, no lo lograron. La felicidad de que sus pacientes, “de grandes ya” vayan a visitarla es una satisfacción de la que habla orgullosa.

Al ocupar el rol de jefa del departamento de enfermería en la sala, tiene a su cargo 63 profesionales que trabajan por turnos: uno de ocho horas y otros tres en la tarde- noche para las guardias de 16 horas.

No hay un tiempo fijo de permanencia de los bebés, lo que torna aún más complejo todo el proceder pues, para los familiares se vuelve a veces un período muy largo y complicado, sobre todo las madres que, cada tres horas van a la sala para la lactancia.

Entonces Nana y su equipo, todo el personal médico de manera general, también brindan ayuda a esas madres, un apoyo psicológico, un poco de aliento para hacer más llevaderos los días y dar cierta paz.

Hoy permanecen 18 niños en la sala. El reto es mantener los índices de supervivencia y la eficacia en los tratamientos y que ellos no solo sean parte de una estadística, sino, sobre todo, bebés que vayan a sus hogares.

Este 12 de mayo, día Internacional de la Enfermería es un buen momento para conocer historias como las de Nana que ayudan a salvar vidas, a llevarlas más allá de un respirador o los cristales de una incubadora.