Unidos para servir y amar al prójimo

Este viernes se cumple el aniversario 80 de la creación del Consejo de Iglesias de Cuba (CIC)

Cuando se creó en La Habana el 28 de mayo de 1941 bajo el nombre de Concilio de Iglesias Evangélicas de Cuba, Ormara Nolla Cao, Noel Fernández Collot y Eduardo González Hernández aún no habían nacido.

Son ellos tres de los principales protagonistas que bien encarnan en sus personas el pasado, el presente y el futuro de esta asociación religiosa en Ciego de Ávila, aun cuando, por su modestia y sencillez, prefieran hablar de la obra y no de sus meritorias acciones individuales.

Noel cumplió 79 años el pasado 28 de febrero. Evoca como si lo hubiera vivido el momento fundacional: “Siete iglesias nacionales decidieron unirse para formarlo. Entre ellas estaban la Iglesia Episcopal de Cuba, la Iglesia Presbiteriana-Reformada de Cuba, la Iglesia Metodista, la Convención Bautista de Cuba Oriental y la Iglesia de los amigos (cuáqueros).”

Continúa adentrándose en la historia y comenta que una de las intenciones del Concilio era dar a conocer que en nuestro país existían otras iglesias cristianas que no eran favorecidas por el gobierno neocolonial.

También su propósito era “luchar contra la corrupción y las lacras sociales existentes en aquel entonces como los juegos ilícitos y la prostitución”.

Noel se incorpora al Consejo de Iglesias de Cuba (CIC) a finales de la década de los sesenta, como parte del Departamento de Juventudes. En esos años se suman más miembros, por lo que era más lograble la unidad dentro de la diversidad, que para esta institución ha sido la premisa a seguir.

Noel es de las personas con una energía contagiosa y una sabiduría a la que hay que prestar atención. Su camino ha sido construido desde la pasión por acompañar a la iglesia hacia la utopía de la plenitud y justicia por/para todos y todas. Le invitamos a escuchar en sus palabras un reservorio de esperanza. . .. #VocesEcumenicasCubanas #CreemosEnElAmorDeDios

Posted by Voces Ecuménicas Cubanas on Thursday, November 12, 2020

Siempre ha sido bautista. Quizás fue por la influencia de América Pérez Guzmán, su abuela materna, que lo era desde principios del siglo XX.

Aunque estudió parte del Bachillerato en una iglesia metodista, continuó siendo fiel a sus creencias. En el año 1957, en un campamento de verano en Céspedes, Camagüey, con apenas 15 años cumplidos, conoció a la mujer de su vida.

Ormara Nolla Cao tenía la misma edad. También reconoce el influjo de su abuela materna, Estefanía Machado, quien comenzó a ir de joven a la iglesia bautista. Novios desde los 16 años, contrajeron matrimonio el 12 de septiembre de 1965 y desde entonces han compartido amores y luchas por igual.

Los recuerdos afloran en las palabras de Noel. “En los 90 sentíamos que al Consejo le faltaba algo, el trabajo con personas con discapacidad, y propusimos crear un área de acción para ellas.

“Muy motivador fue el trabajo con la Pastoral de Personas con Discapacidad, que logró un alcance internacional. La organizamos con la ayuda de otras personas en 1991, para sacar del anonimato a quienes poseían capacidades y no las aprovechaban.

“Logramos que se decidieran a cantar, formar parte de los coros, tocar, destacarse en las diversas facetas para las que tenían aptitudes. También algunos estudiaron en Seminarios teológicos y se graduaron de bachilleres, licenciados, másteres en Teología.

“Ese quehacer no existía en ningún consejo nacional de América Latina que trabajara de esa manera con las personas con discapacidad. La influencia de la labor en Cuba impulsó el trabajo en la región y en el Consejo Mundial de Iglesias.”

Por más de 30 años fue el coordinador nacional de esta Pastoral y miembro del Comité Coordinador de la Red Ecuménica en Defensa de las Personas con Discapacidad (EDAN) y su coordinador para el trabajo en América Latina.

El matrimonio estuvo entre los fundadores de la Iglesia Bautista Enmanuel en Ciego de Ávila el 13 de noviembre de 1994, la cual está afiliada a la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba.

Aunque ahora no se reúnen allí como antes por la compleja situación epidemiológica existente, ellos vienen dos veces a la semana. Ella cuida de la biblioteca y él, aunque ya está jubilado, atiende a las personas que lo necesiten.

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Ormara comenzó a participar en el Departamento de Mujeres del Consejo de Iglesias de Cuba en la década del 70 y en 1989 es elegida vicepresidenta para coordinar las actividades del CIC en la región central, el cual abarca tanto a miembros como no miembros.

Mujer de gran cultura y preparación, graduada de Filología en 1986 en la Universidad Central de Las Villas Marta Abreu, trabajó durante 34 años en la biblioteca provincial Roberto Rivas Fraga, de la cual fue fundadora en 1963.

“Nunca he ganado un salario por mi accionar en la iglesia. Muchas actividades las realicé en mi tiempo libre y de descanso, y pude dedicarme más después que me jubilé”.

Para terminar el día y desde Ciego de Ávila, Ormara Nolla, nos cuenta sus experiencias en el camino ecuménico cubano. A Dios damos gracias por sumar estas #VocesEcuménicasCubanas en el quehacer de la Iglesia y por servir de inspiración a otros y otras. . .. #CreemosEnElAmorDeDios

Posted by Voces Ecuménicas Cubanas on Thursday, November 5, 2020

En 1995 asumió la responsabilidad de directora del Departamento de Mujeres del Consejo, la que mantuvo hasta el 2000, siempre de manera voluntaria.

Ese año es inolvidable para Ormara. “Tuve la posibilidad de participar en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, convocada por la Organización de Naciones Unidas, que se celebró en septiembre de 1995 en Beijing, China.

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“Fue un privilegio formar parte de una delegación oficial y participar en un evento de esa magnitud internacional, donde había mujeres de tantos países y de diversidad de culturas, y en el que se discutieron temas de gran importancia. Para mí fue algo maravilloso, una experiencia única”.

Recuerda en especial la presencia de Vilma Espín Guillois, tanto en el taller de preparación para el evento en La Habana, como en el propio cónclave. “Ella siempre estuvo al tanto de todos en la delegación cubana, conversaba con nosotras diariamente”.

Ormara fue la coordinadora del CIC en Ciego de Ávila hasta el 2014. A partir de esa fecha lo es el reverendo Eduardo González Hernández, quien es el pastor de la Iglesia Bautista Enmanuel desde 2009.

Eduardo González Eduardo representa la continuidad 

Eduardo suma ya 49 años y representa la continuidad de fundadores como este matrimonio, ejemplos de cristianos y llenos de valores y virtudes.

“El lema del Consejo es Unidos para servir y por ello se esfuerza por lograr la unidad en medio de la diversidad de creyentes que existe en nuestro país.

“Servimos a iglesias miembros y no miembros. Estamos llamados a servir al pueblo de Cuba, nuestro compromiso es con los seres humanos, objeto por excelencia del amor de Dios, sean o no cristianos. Como Jesús, creemos en la posibilidad y viabilidad de la construcción de un orden social menos injusto, Reino de Dios que ‘entre nosotros está’ al decir de las Escrituras.”

Muchas veces se tiende a “pensar” que la acción del CIC acontece en un plano celebrativo o litúrgico, exclusivamente; sin embargo, la realidad ha sido bien diferente para Eduardo durante su período de coordinador, debido a los caprichos de la madre naturaleza, en la acción devastadora de fenómenos climatológicos como el ciclón Irma.

Él tuvo la posibilidad, desde su responsabilidad, de llegar a miles de personas afectadas con ayuda humanitaria gestionada por el CIC con entidades extranjeras para paliar la situación en que quedaron zonas como Punta Alegre, Bolivia, entre otras, que recibieron, en coordinación con los gobiernos municipales, techos, dispositivos para purificar agua, utensilios de cocina, colchones, ropa de cama, alimentos, además de medios de vida para trabajadores por cuenta propia, cuyo sustento familiar se vio afectado por la pérdida de estos como consecuencia del huracán.

También celebraron en estos recónditos lugares actividades educativas y recreativas, promovidas para sanar las secuelas psicológicas dejadas por estas situaciones traumáticas en las personas que las sufren.

El reverendo González es un pastor poco convencional, que ha anclado su fe en una filosofía que dice haber aprendido del Evangelio, “hay dos tipos de creyentes, unos, que creen que Dios es ‘algo’ que existe para hacerles la vida mejor, y están los otros que creen que Dios los ha creado para hacer de la vida algo mejor”, dentro de los que él se esfuerza por estar, aunque mucho cree que le falta todavía.

Su responsabilidad con el CIC y la Iglesia Bautista Enmanuel, son para Eduardo, solo una “oportunidad institucionalizada” de hacer lo que a este mundo ha venido a hacer: servir y amar.