Con versos de Martí y Pimienta, descorremos esta galería de niños y niñas, chamaquilis, ismaelillos, que han venido a este mundo a ser felices
Mi amigo Alexis Díaz-Pimienta ha capitalizado con creces el concepto hermoso, diverso e inclusivo de chamaquili (también se dice chamaquile), una palabra que resume tan bien la niñez y que, sin embargo, no aparece en ningún diccionario.
Su raíz etimológica parece ser el vocablo en náhuatl chamahuac, que quiere decir crecido, rollizo, y del que se desprendieron los conceptos de chamaco y chamaca, para definir en países centroamericanos a los niños o adolescentes. Eso dice la Real Academia Española.
Pero lo de Díaz-Pimienta, poeta, narrador, ensayista y repentista en mayúsculas (perdón si se me extravía algún título, mi estimado), ha sido la apoteosis. Su Chamaquili, que terminó siendo cientos de miles de chamas en muchas partes a la vez, es un niño vivaracho, sabichoso y de buen corazón, que va rimando en octosílabos su vida de asombros, alegrías, descubrimientos y preguntas.
El poeta logra condensar en su chama todos los chamas del mundo, como hiciera alguna vez José Martí en su Ismaelillo, y aquel verso sublime y lírico ¡Tú flotas sobre todo, Hijo del alma! Ambos ponen por delante a la infancia como el centro de todo lo bueno, útil y hermoso. Uno mucho antes de que la Organización de Naciones Unidas decidiera marcar un día específico ─este día─ en el calendario, y otro mucho después, pero siguiendo sus pasos.
Por eso, con versos de Martí y Pimienta, descorremos esta galería de niños y niñas, chamaquilis, ismaelillos, que han venido a este mundo a ser felices, aunque no siempre los arrope la felicidad.
¿Cómo dicen que es gallega? Pues dicen mal: es divina
Mapá, ¿y yo qué tengo dentro? Muchas preguntas, muchas preguntas; ¡el pensamiento!
Y si no ganas dinero, ¿qué ganarás?, yo me digo/ Mapá, mira que eres bruto: ¿qué voy a ganar?: ¡amigos!
Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz
Los niños debían juntarse una vez por lo menos a la semana, para ver a quién podían hacerle algún bien, todos juntos
Mapá, tengo sed de sol, llévenme al parque, qué miren cuántos colores hay en la calle
¿Mi musa? Es un diablillo/ Con alas de ángel. / ¡Ah, musilla traviesa, / Qué vuelo trae!
Dime la hora, Chamaquili, ¿o es que no sabes la hora? / Claro que la sé, mapá: son las siete menos ahora
¡Hijo soy de mi hijo! / ¡Él me rehace!