Trece días con trece noches en Ciro Redondo

Este 24 de julio en Ciro Redondo se celebra el acto provincial por el 26 de Julio. Su condición de sede los puso a correr porque la noticia la recibieron el día 10. Con tan poco tiempo, ¿qué han podido hacer?

Es muy extraño que alguien te diga, “esto lo acabamos el 23 de julio por la noche”, porque las fechas de terminación suelen ser muy ambiguas, algunas obras se adormecen y otras se fijan para un año determinado o un mes; pero casi nunca se alcanza tal nivel de precisión.

Nadie se atreve a tanto.

A menos que seas director de Inversiones y patrimonio en el Gobierno municipal de Ciro Redondo, y seas, además, inversionista de la principal obra de ese municipio, y te hayan dado 13 días para hacer lo que no pudiste el año anterior. Y, encima, que el acto inaugural de la obra termine convirtiéndose en un acto provincial por el 26 de Julio, con demasiadas miradas apreciando lo nuevo.

Obligado a carabina estaba Oney Viamontes Vega, quien aun así en la mañana del 18 de julio hablaba relajado y mantenía que “el último escobazo será el 23 por la noche”. Quizás, porque nadie como él para entender que lo que faltó en el 2022 no fue tiempo, sino fuerza y presupuesto.

Ahora lo tiene. Se lo ganaron. El impulso por haber sido sede de las actividades por el 26 de julio en Ciego de Ávila dotó al territorio de casi seis millones de pesos y de brigadas de apoyo que se han lanzado “con todo”.

Ese con todo puede ser de 7:00 de la mañana a 8:00 de la noche, que es el horario habitual de estos días para el albañil Rolando Martínez Ponce y Rafael Obregón Pérez, ayudante de albañil, aunque él mismo se autocorrige y dice que nada de ayudante, que en la Pista Joven no hay ayudantes, que “todo el mundo hace de todo y lo que sea”; incluso ellos que forman parte de una brigada de la Empresa de Materiales de la Construcción (AVILMAT) que llegó desde el municipio cabecera.

Hasta las temperaturas han conspirado para que la gente allí quiera concluir las labores y salirse de insolaciones de 36 grados que provocan sensación de 40. Pienso en ello y bromeo con el absurdo. Lo lógico —y lo sabe Oney Viamontes— es lo contrario; que el sol agote más y tienda a ralentizar cualquier obra.

Sin embargo, asegura que este no es el caso, que allí la “gente está pegá sin parar”.

Ciro Redondo parece tierra de excepciones, sacada de contexto sería ¿otra provincia u otro país? ¿O acaso la misma provincia y el mismo país, pero en otra época?

Como fuera, lo único cierto hasta ese momento es la palabra de Oney y las decenas de constructores que no se toman un respiro de martes a las 11:00 de la mañana, queriendo demostrar que es posible hacer mucho en poco tiempo.

“Las labores no son tan difíciles, lo más importante se hizo el año pasado, levantamos los 17 puntos de venta y ahora en julio, con los recursos, la fuerza y el presupuesto estamos techando, dando terminación, haciendo las calles de la plaza…”

Ese espacio, de nombre, es la misma plaza Joven donde una tarima y una explanada congregan a los pinenses en fechas especiales o acontecimientos de multitud. Una tapia de celosías divide el lugar: a un lado está el área festiva donde este lunes 24 de julio miles de pinenses celebran el Día de la Rebeldía Nacional; al otro se construía un recinto ferial; mejores condiciones y mayor organización para las ventas de productos. Ambos sitios importantes. En uno se trabajaba sin par, en el otro se remozaban detalles, imperceptibles a primera vista.

Pina 2Pogoloti, transformándose. Anticipos de un 26 de Julio

Así podría juzgar el retoque de algunas obras quien llega de afuera y no está acostumbrado, por ejemplo, a que en el barrio de Pogolotti hubiese un parquecito donde antes había un basurero; que las paredes de un almacén ya no sean un descascaro paliducho o la cisterna del edificio sea un área común y no el área perdida que cubrían los bejucos.

El cambio puede que no luzca trascendente a los ojos de un moronense o chambero. No obstante, a los ojos de quienes mejor lo conocen, sus vecinos, Pogolotti ya es otra cosa. Lo notan de un pestañazo. En una semana lo han virado al revés, lo cual, paradójicamente, significa haberlo “enderezado”.

Antonio Benítez Carmona, vicepresidente de la Asamblea Municipal de Ciro Redondo lo afirma categórico. “Ya esto se ve diferente y cuando echemos la calle principal, cogerá otro semblante”.

De pequeños detalles se ha ido recomponiendo Pogolotti y esa zona del plan cañero, como se le conoce allí. Detalles que no siempre han llegado de manos de sus vecinos, lamenta Antonio, quien coincide con Invasor en el contrasentido de que las mujeres del Ministerio de Trabajo hayan ido a limpiarle el patio a un edificio.

Apadrinar, ese verbo al que hemos despojado de su significado, no debería terminar significando hacer lo que otros tendrían que hacer. Sin embargo, como mismo Antonio coincide con Invasor en esa idea, destaca a “esas mujeres, que son el mejor centro de trabajo de los 63 que aquí tenemos”.

“Son imparables”, confiesa el vicepresidente, y a Zeyda Frómeta Romero, la directora municipal de Trabajo, la expresión le apena un poco, abre los ojos, aspira fuerte y no lo desmiente. Sonríe en tono complaciente y se seca el sudor con el pañuelo que llevaba en la cabeza. Por hoy parece ser suficiente… para ellas.

Porque unos metros después, en el paseo del azucarero, Aliuska Fleites Rabí, directora municipal de Servicios Comunales tiene a su tropa intentando embellecer esa arteria, esta vez, de manera definitiva o, al menos, no tan efímera.

Pina 3Paseo del azucarero: así iba quedando

Unos meses antes, las luminarias, las lámparas, las macetas del lugar fueron destruidas, probablemente por el tipo de gente que luego se para en una esquina y dice que Pina está feo o que allí se hace muy poco. Gente que maltrató lo que tenía y a pesar de ello los demás no pagarán sus culpas. Merecen un paseo renovado; por eso se retocan hasta las jardineras.

Y por eso, también, Antonio habla de la siembra de palmas, en vez de colocar farolas, de los bancos dispuestos en otra área y de todo lo que podrían hacer para custodiar el lugar. De los recodos que aluden al azúcar que ha sido —y es— el centro de la vida en Pina. De lo hermoso que se verá todo desde allá arriba: el puente elevado que cruza la línea, un viejísimo reclamo de los pinenses que viven entre tiro y tiro de caña, pero no quieren esperar demasiado para cruzar la línea cuando un tren se les atraviesa.

Esa obra, ejecutada el pasado año, podría tener ahora dos motivos. Mantener el tráfico peatonal y observar desde lo alto cuánto se ha hecho en 13 días… y 13 noches. Aunque hay obras que desde allí no pueden avistarse.

Pina 4Ciro Redondo, vista desde sus alturas