Sangre fuera de cobertura

Desde que el stock de sangre del Hospital Provincial Antonio Luaces Iraola pasó de los números ideales al mínimo imprescindible para funcionar, definir cada día quién recibirá o no una transfusión significa sacar cuentas apretadas, donde la última palabra no siempre la tiene el médico que valora el caso.

Por eso ya nadie se asombra cuando realizar una operación, interrumpir un embarazo no deseado o ayudar a estabilizar a un paciente con leucemia dependa de la donación de familiares y amigos, en lugar del flujo habitual que va de las Áreas de Salud al Banco Provincial de Sangre y, luego, al torrente del necesitado.

En el peor de los casos, la sangre viene de otra provincia y toca esperar, pero sucede que no siempre a la salud se le puede dar largas, y los costos materiales y humanos se encarecen.

Dicho de otro modo, desde hace un tiempo los 4 500 donantes voluntarios existentes en el territorio y la ratificación de la provincia durante dos años consecutivos como destacada en el plan de donaciones voluntarias de sangre no encierran toda la verdad, pues la más dura se escurre en el interior de los hospitales, donde unos se debaten entre la vida y la muerte, y otros entre las alternativas y las respuestas.

Los números más claros los aporta Lien Gómez Morales, responsable del Servicio Transfusional en este centro, cuando explica que, a partir del consumo de los últimos seis meses y según las necesidades asistenciales de los pacientes, se conforma el stock, renovado con pedidos diarios al Banco Provincial de Sangre.

En la práctica estas necesidades asistenciales se reducen a los grupos sanguíneos O+ y A+, a las posibilidades de usar fluido heterogrupo compatible, una reserva llevada hasta la Unidad Quirúrgica (cuatro bolsas O+, dos bolsas de A+ y dos bolsas O-) y se mantiene otra para el Programa Materno Infantil.

El paquete destinado a los Códigos Rojos resulta una prioridad que menos aún logra completarse. Por fuerza de la costumbre, pocos piensan en esto, habituados ya a tensar la cadena y mover la sangre de cualquier reserva cuando ingresa un paciente en shock hipovolémico. Entonces en el Departamento de Transfusiones son radicales “le pongo la que tengo y después peleo los demás inconvenientes”.

A estas alturas, también funciona el Comité Transfusional, a donde vienen a parar cada una de las órdenes, se analiza cuán oportunas fueron y los jefes de los diferentes servicios se llevan en sus agendas las inconformidades. Mientras, en lo que va de año, la promoción intrahospitalaria ha avanzado hasta lograr 500 aportes voluntarios.

Sin embargo, cuando se trata de enfermedades hematológicas o de las leucemias, el panorama se complica. Bien lo sabe el equipo que atiende a Addiel —“el muchacho de Gaspar”, como todos le conocen— quien padece de hemofilia y su tratamiento pende cada vez de la suma de 16 donantes.

Martha Méndez Mellor, directora del Banco Provincial de Sangre, explica que se ha trabajado intencionadamente en la sensibilización de más personas con este fenómeno y en la incorporación de jóvenes, porque muchos de los donantes están próximos a la edad límite de 65 años. Los compromisos de este centro no estriban solo en la asistencia médica, sino que deben cumplir con la entrega mensual de diversos componentes a la Planta de Hemoderivados de Cuba.

En estos empeños se supone que la sensibilidad de todos decida, así como el empuje de los Comités de Defensa de la Revolución, y de otros organismos e entidades dispuestos a sumar voluntades.

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Posted by Dirección Provincial de Salud Pública - Ciego de Ávila on Wednesday, June 6, 2018

Así lo confirma Eremis Campos Escobar, coordinadora de esta organización de masas en el municipio cabecera, al inventariar buenos resultados en la entrega de los 262 aportes pactados cada mes, así como en la realización de acciones de promoción en áreas periféricas de la ciudad. Aunque esto resulta apenas una aguja en un pajar, porque para Majagua, Baraguá, Ciro Redondo, Venezuela, Florencia y Bolivia los planes, hasta ahora, terminan en “planazos”.

No se trata solo de lo que no se hace, sino de lo que se podría lograr con buen trabajo de campo, con el aprovechamiento y planificación adecuada de las donaciones, la comunicación oportuna entre los involucrados, y la promoción de salud sobre el terreno.

No sería necesario juntar cada mes fluido B- cuando las estadísticas indican que su rareza implica bajo consumo en los hospitales y, consecuentemente, no se hubiesen desechado varias bolsas de este tipo en el Antonio Luaces Iraola por rebasar los 30 días. Tampoco familiares y amigos marcharían disgustados cuando donan expresamente para alguien y termina en otro brazo porque no se tuvo en cuenta la salvedad. A la larga, nadie fallece por falta de una donación, pero el cómo se logra hoy nos deja en entredicho.