Escondidos en el área número 3 del Complejo Parque Zoológico de Ciego de Ávila, trabajan de lunes a viernes; y, quienes visitan la instalación, poco los conocen porque, se supone, al zoo se va a divertirse o a pasar un día en familia.
En una esquinita, como quien no quiere que lo vean, se hacen maravillas con las manos, con caballos, pero, sobre todo, con el corazón. Niños diagnosticados con autismo, trastorno de la personalidad, parálisis cerebral o síndrome de Down, son tratados a golpe de paciencia y cariño, porque no hay pequeño que se sienta cómodo cuando va al médico y jugar se convierte en el único remedio para espantar el miedo.
Así son ellos, el grupo de trabajadores de la Salud y el Deporte encargados de ponerle movimiento a la vida de estos infantes: desinteresados, amantes de las risas cómplices, y débiles ante el llanto de un pequeño. Lo reparan todo, sus vidas e incluso las de los padres, que ponen sobre sus hombros el peso de la esperanza.
Julio Torres es uno de los protagonistas en esta historia, con sus manos hace milagros
Uno, dos, tres, la manito arriba y abajo
Y ahora… a caminar porque en las manos del fisioterapeuta se está muy a gusto
Para fortalecer los huesos de la columna vertebral Julio fija en el equipo a los niños y juega con ellos
Los niños con parálisis cerebral se ejercitan sobre el colchón para corregir la postura, aunque las posibilidades de caminar sean casi nulas
A los caballos se les entrena para adaptarse a los movimientos bruscos de los pequeños, y a que estos jueguen con sus crines
Así los niños ejercitan sus huesos y las vibraciones que les transmiten los caballos al andar, dan al cuerpo la misma sensación que si estuvieran caminando ellos
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