Proyecto Arcoiris: cuando un barrio quiere ganarse el nombre

Desde hace 10 años, los vecinos del Batey Plan Hortícola, en Morón, se han propuesto tomar las riendas de la comunidad. Casi todo lo logrado se lo deben a unas palabras que se repiten hasta en los carteles de sus puertas: esfuerzo propio.

Lo menos que una se espera es que allí adentro haya un parque. Pero eso no es lo único que sorprende al de fuera. Parece ser también cotidiano que Iván Sosa Estrada ande midiendo las áreas con una soga un sábado por la tarde.

El Batey Plan Hortícola es un asentamiento espontáneo al sur de Morón que no tiene asfalto, ni alcantarillado, ni un nombre en condiciones. Porque el verdadero Plan Hortícola es más para adentro de la calle 101, así que ellos viven o "después de Las Palmas" o "antes de llegar a la Frank País" o "antes de llegar al Plan Hortícola".

Pero un día el barrio se cansó de no tener también un lugar para que jugaran los muchachos. "Esto aquí se inundaba cada vez que llovía, porque se habían llevado la capa vegetal de todo el terreno," explica Iván.

De a poquitos, el parque viene creciendo desde 2010, cuando Iván acababa de llegar y allí había casi 10 casas. Ahora son 89 viviendas y 230 vecinos, entre ellos 60 niños.

Era apenas un descampado con forma triangular inscrito entre las entrecalles que componen la microurbanización. "Chapeamos esto, lo limpiamos. Hicimos un campo de fútbol, soldando de cabilla en cabilla con el equipo de un vecino. Más adelante conseguimos unos tubos metálicos y los fijamos con cemento para que jugaran voleibol. Buscamos la malla y las pelotas, que se poncharon unas cuantas por la cerca de cactus de allá en frente."

ivan

Iván habla desde uno de los seis bancos que tiene hoy el parque. Uno azul, de espaldas al área ecológica y de frente a un puñado de casitas a medio hacer. A la derecha, un buen pedazo que, por suerte, ya está cubierto de hierba tiene las marcas propias de un terreno deportivo.

"Esto lo hicimos para que los niños no estuvieran por ahí, o en otras cosas que no deben", recuerda Niurdes Milanés Céspedes, que vive en la esquina y es profesora de matemáticas. Cuando todo eso empezó su nieto era apenas un bebé y quizás esas cosas no le preocupaban, pero ahora, con el niño a su lado mientras habla, tenerlo al alcance de la vista es un alivio.

Para 2015, cuando el empeño se tornó más serio, Niurdes tuvo mucho que ver. "Empezamos a hacer concursos de dibujo con los niños, a celebrar el 4 de abril, el 8 de marzo, el día de las madres, el día de los niños…" Y también a sembrar plantas. Seis años después se permiten hasta soñar con un jardinero.

Las plantas se marchitaron, las arrancaron o se las comieron algunos animales de los vecinos. Pero eso ya no es un problema. La solución nació de la decisión de convertir lo espontáneo en un proyecto comunitario respaldado por la Asamblea Municipal del Poder Popular.

Desde 2018 es que tanto machete, tanta siembra y tanta limpieza tienen el nombre de Proyecto Arcoiris. Hicieron un concurso de dibujo donde Niurdes fue jurado, por ser maestra, y del dibujo de Kaila se le puso el nombre al comité y al parque.

Un año entero les tomó tener los bancos, uno de cada color del arcoiris. Otro año que les instalaran el poste de la luz, que ahora está fundida.

Hacia 2019 es que se les ocurre pensar más en grande. Ana Fidelina, presidenta del Consejo Popular Sur, es quien sugiere a Iván que fundamentara el proyecto de desarrollo local para presentarlo al Gobierno municipal.

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Al vecino Rafael Moreno le deben el área ecológica. Una oruga, un carro de juguete y otros cachibaches armados con neumáticos viejos, que también delimitan el área para que las pelotas no vayan a parar a las ventanas de enfrente.

proyecto comunitario

El documento con el que se presentó el proyecto empieza con una frase martiana escrita a tres colores: "hay que darle al niño hombros para que sustente el peso que la vida le eche encima". De leerlo se observa que no tiene la sobriedad de un documento profesional, sino la transcripción de lo vivido por un barrio en casi 10 años.

"Desplegar la amistad, la colaboración y la solidaridad entre vecinos". "Incentivar la búsqueda de la creatividad". "Estimular el sentido de pertenencia al lugar donde se vive". "Generar el disfrute de la niñez". Como el CDR se llama Frank País, proponen que así se nombre también al asentamiento.

Desde la toma de acuerdo que legalizó el proyecto, algunas puertas se les han abierto a Iván, que va a tocarlas todas. De Rensol consiguieron los desechos de plástico en los que Rafael escribió el nombre de las calles un día hasta las 3:00 de la mañana. "Ahora puedes mandar un paquete o un correo a cualquier casa de aquí que llega sin problemas", dice Iván.

proyecto

De Transmetro las gomas desechadas con las que improvisaron hasta un cachumbambé. Con los cargamentos de rocoso que les destinó el Gobierno cubrieron parte del área.

Osvel Pérez Barrera, que será el jardinero del proyecto, contando con el presupuesto aprobado, primero se disculpa por andar trabajando sin camisa. "Todo esto que usted ve aquí lo hemos hecho a pulmón. Cargando agua al hombro para mañana tener un parquecito bonito para uno venir y sentarse, los muchachos que jueguen."

A pocos metros está la casa de Carmelina, que no se llama así, pero es como le dice todo el mundo. A ella le parece bien que Invasor la nombre como Carmelina Pompa. Y antes de salir de su casa escoge un nasobuco bonito.

En el patio guarda las gomas de tractor para el próximo invento de Rafael. Y cuenta que ella es la mano derecha del Presidente (Iván). Repite que todo eso es para que los muchachos jueguen.

"Ahora lo que más nos perjudica es la lámpara esa, niña, que cuando no había COVID-19 alumbraba todo esto y los niños podían jugar hasta más tarde." Después, narra como hasta los niños participan en los trabajos voluntarios.

Ahora andan maquinando la construcción de un "tractor deslizante", que estará en reposo hasta que a los 60 niños del barrio y los de los alrededores los deje salir la pandemia.

El Museo Caonabo en la Comunidad junto al Circo Haliom. Nuestros Museólogos llegaron hasta el proyecto arcoiris para...

Posted by Museo Municipal Caonabo de Morón on Thursday, July 16, 2020

Viajes a la playa y al zoológico, actividades deportivas y una presentación de Polichinela frustrada por la lluvia son otras cosechas. Pero la más bonita no es ninguna de esas.

 proyecto comunitario arcoiris 

La más bonita es el cartel que protege el endeble tronco de los arbustos. "Flamboyán amarillo de la niña Isabel Moreno", por ejemplo. Ya nadie se atreve a arrancarlos ni a romperles una rama. Porque a la niñez no se le puede tocar ni un pétalo.

Ojalá el Arcoiris sirva para eso, para seguir alumbrando. Con los colores de un barrio que hace maravillas cuando le da el sol.

• Invasor le propone: Lo que nace de adentro, una mirada al trabajo comunitario integrado en la provincia.