Malas compañías (+Video)

En los últimos tiempos, la botella se ha convertido en la invitada que no puede faltar en las fiestas juveniles, aunque a veces, con ella vengan, también, otras compañías

“Caballero, traje a María”, fue su saludo de aquella noche al llegar al lugar donde la mayoría de las veces se reunía el “piquete” para celebrar. Los que esperaban ver a la supuesta muchacha miraron atónitos a la puerta donde el joven seguía solo, pero quienes dominaban el código sabían que en el bolsillo de aquel pantalón venía la diversión de la cita.

La fiesta prometía, o al menos eso auguraban ellos. Y como ellos, otros tantos que, lejos de allí, también esa noche ponían en manos del alcohol y las drogas el placer de pasarla bien.

Bocas jóvenes que mientras exhalan el humo de un cigarro creen verse importantes, manos adolescentes que brindan un trago como lo más natural del mundo y grupos que ensayan con “fórmulas mágicas” porque creen controlar la situación, cuando es la situación quien los controla a ellos. Imágenes que, como mismo se vuelven cada vez más habituales, empiezan a preocupar, pues para nadie es secreto que el uso experimental y recreativo de las drogas termina por ser la más tentadora trampa que atrapa a muchos.

Según un estudio realizado en Cuba en noviembre de 2015 para caracterizar al adolescente cubano y cuyos resultados dio a conocer el diario Juventud Rebelde el pasado año, la edad de inicio de consumo del cigarro, el alcohol y otras sustancias tóxicas está marcada en los 14 y 15 años. No obstante, hay un grupo importante que comienza a fumar entre los 11 y los 13, al igual que a ingerir bebidas alcohólicas, edades debut que resultan cada vez menores y nos acercan a la tendencia mundial.

Asimismo, revela la investigación que la mayoría de los encuestados admitió disfrutar estas sustancias solo en actividades festivas, siendo el cigarro la que con más frecuencia se consume.

Lo anterior lo admitió un adolescente avileño, quien prefirió no identificarse por temor a que sus padres puedan enterarse de que, cuando sale de fiesta con sus amigos, se da alguna que otra “cachada” del cigarro que, admite, “es moda y te anota puntos con las chicas”.

Para Danis Rodríguez Ceballos, especialista de los programas de salud mental en el Departamento de Promoción de Salud de Ciego de Ávila, el desarrollo de las nuevas tecnologías, junto a las canciones y series de televisivas de moda, sitúan a nuestros adolescentes y jóvenes en espacios vulnerables al consumo de sustancias adictivas.

En función de esa realidad, reconoce el psicólogo avileño que “la juventud ha creado un sistema de representaciones que ve el fenómeno de las drogas como que 'no es tan malo como a mí me dicen'.”

Quizás por ello, a sus 19 años, Danilo Sarmiento Muñoz no se esconde para aceptar que si otros lo hacen, él no puede ser menos, o de lo contrario pueden tildarle de “cheo”. Y como quien quiere convencerse de que algo está bien, termina diciendo que “no hay que preocuparse, una vez no mata a nadie”.

Al buscar las causas que justifican tales comportamientos y hacen de este grupo etario el más vulnerable al consumo de estas sustancias, Rodríguez Ceballos explica que “el joven tiene necesidad de probarse, siente la necesidad de experimentar, sin darse cuenta que probar una vez ya representa un problema porque tiene la capacidad de crear una dependencia o una adicción.”

Entonces salta la paradoja que el psiquiatra Ricardo González Menéndez enuncia en el libro Toxicomanía y adolescencia: realidades y consecuencias, “¿por qué apelar a una conducta que limita totalmente su libertad, en la etapa de la vida donde dicho valor social es más preciado?”

Aun cuando los índices de consumo de sustancias tóxicas en Cuba, comparados con los de otros países de la región, resultan muy bajos, no es menos cierto que la bebida alcohólica, si bien califica como droga modelo y ha sido mitificada como inofensiva y menos dañina, suele estrenar dependencias y abrir puertas a psicofármacos, la marihuana o la cocaína.

Nuestro país defiende su política de cero tolerancia frente a las drogas y varias campañas involucran el trabajo cohesionado de instituciones como los Ministerios de Salud y Educación que, de conjunto con la familia, buscan cerrar el cerco a las adicciones en nuestra sociedad. Sin embargo, el mensaje necesita de nuevas maneras de decir.

Según el psicólogo del Departamento de Promoción de Salud, las instituciones que trabajan el tema han fallado, al no saber demostrar la realidad. “Los libros de texto nos dicen que el cáncer de pulmón es consecuencia del cigarro, pero no ilustramos lo que es un cáncer de pulmón. Nos quedamos en la teoría.”

Jóvenes fumandoEdelvis Valido • Lea aquí el foro que realizó Invasor sobre el tema.

En ocasiones, el propio ambiente familiar facilita el inicio en el consumo de estas sustancias, sobre todo el alcohol y el cigarro, conforme lo demuestra la investigación antes citada.

“Nuestros jóvenes y adolescentes están expuestos a familias que dominan muchísimo sobre el consumo de psicofármacos. Hoy, con la mayor facilidad del mundo, cualquier persona te dice 'estás alterado, tómate un Clordiazepóxido', sin consultar un médico. Eso sin contar que, en ocasiones, es el joven el que va a la farmacia a comprar el tratamiento de otro familiar.”

Para burlar la vigilancia de padres, maestros y todos los que puedan estar al tanto, muchas veces se habla del tema sin que nadie pueda notarlo. Para ello tienen códigos muy puntuales que sobrenombran a estos fármacos, los que el psicólogo avileño revela.

“Existe un sistema de representaciones sociales donde el fenómeno está, pero los jóvenes establecen su propio lenguaje para evitar que otras personas se enteren de que dominan el tema. De esta manera, encontramos palabras para definir a cada una de estas sustancias, así cuando hablan de un Clordiazepóxido, te dicen un Cloro, y cuando se refieren a un Gravinol, le llaman Grabiel.”

Varias son las motivaciones que incitan a desandar el peligroso camino… “Voy a ser más popular”, “Me pone sabroso”, “Quiero saber qué se siente”, “Todo el mundo lo hace”, “Me ayuda a romper el hielo”, mas, cuando de drogas se trata, siempre será preferible no dar el primer paso y sí la espalda a las malas compañías.