Madres de Cuba que procrearon Patria

Mariana GrajalesTomada de: granma.cu Innumerables ejemplos existen en la larga y fecunda historia de Cuba de mujeres que entregaron a la lucha por la independencia lo más preciado de sus vidas: sus hijos.

Conocido es el paradigma de Mariana Grajales Cuello, heroína de cuerpo entero a la que muchos llamamos la Madre de la Patria, así como Carlos Manuel de Céspedes es para nosotros el Padre de la Patria.

Mariana, madre de numerosos hijos, vio caer en la batalla por la libertad de Cuba a varios de ellos y, en lugar de flaquear, conminó a los más pequeños a seguir el camino de los mayores.

De ella nacieron Antonio de la Caridad y José Maceo, dos de los mayores patriotas de nuestras guerras de independencia. Del Titán de Bronce escribiría José Julián Martí Pérez, el Héroe Nacional cubano: “Ud es para mí _y lo digo a boca llena y a pluma continua uno de los hombres más enteros y pujantes, más lúcidos y útiles de Cuba (…)”

Célebre es la anécdota en que Mariana le dice a Marcos, el más pequeño de sus vástagos, que se empine y ande, que ya es la hora de luchar por la independencia de su Patria.

Doña Leonor Pérez Cabrera era española, de las islas Canarias. Junto a su esposo Don Mariano Martí Navarro viene a Cuba y aquí nació el 28 de enero de 1853 en La Habana el primer hijo del matrimonio: José Julián Martí Pérez.

Cuentan que entonces doña Leonor era “(…) una mujer fuerte y de buen ánimo. Trabaja en el arreglo de la casa, en el cuidado del esposo y los hijos, siempre dispuesta y hacendosa.”

Desde niño Martí acostumbra a escribirle a su madre. Así, durante una estancia en el campo le cuenta: “Todo mi cuidado se pone en cuidar mucho mi caballo (…) ahora le estoy enseñando a caminar enfrenado para que marche bonito, todas las tardes lo monto y paseo con él (…)”.

A ella también le dirige una de sus últimas cartas, en 1895, poco antes de su caída en combate el 19 de mayo:

“Madre mía:

Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en usted. Yo sin cesar pienso en usted. Usted se duele, en la cólera de su amor, del sacrifico de mi vida; y ¿por qué nací de usted con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre.

(…) Ahora, bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza. La bendición. Su J. Martí”

Precioso el concepto que nos lega el Apóstol, cuando con solo 16 años escribe el poema dramático Abdala, obra que es como un espejo de Cuba oprimida y en el que hay un héroe que lucha por la libertad y muere. El joven Abdala, antes de partir hacia la guerra, expresa:

El amor, madre, a la patria

no es amor ridículo a la tierra,

ni a la yerba que pisan nuestras plantas:

es el odio invencible a quien la oprime,

es el rencor eterno a quien la ataca.