No es un día cualquiera. Sí uno en el cual, desde temprano, se podían escuchar los latidos de un corazón plural. Sístoles y diástoles acompasados por la historia de un hombre que vive en el pueblo porque eso es: pueblo erguido sobre su génesis.
Así sonrió Camilo Cienfuegos, en las voces de Mariset Hernández Rodríguez, secretaria general del Comité Municipal de la Central de Trabajadores de Cuna en Ciego de Ávila; o del actor Juan Germán Jones, al remitirse a los versos de Bonifacio Byrne, citados por el héroe en su última alocución al pueblo cubano, el lunes 26 de octubre de 1959: Si deshecha en menudos pedazos, / llega a ser mi bandera algún día… / nuestros muertos alzando los brazos / la sabrán defender todavía.
Fue un sencillo acto, protagonizado por los avileños en el lago artificial La Turbina, del Parque de la Ciudad, esta vez no colmado de público, ante las exigencias de la COVID-19 en estos predios, y la necesidad de ahora, como antes la de Camilo, de salvar a su gente.
Y no, no es un día cualquiera. Son 62 octubres en el recuerdo, 62 octubres en el pecho de los hombres y mujeres de esta isla; 62 octubres tan ejemplarizantes como para seguir preguntando lo que inmortalizó para la historia, la confianza y relación entrañable entre Fidel y el Héroe de Yaguajay, en su primer día en la Ciudad Militar a su llegada a La Habana: “¿Voy bien, Camilo?”.