La estafa del “gentleman” de “Samsung”

Alertamos sobre fraudes a través de redes sociales como Facebook y WhatsApp.

Me ha escrito al Whatsapp un tal William, de Islas Vírgenes estadounidenses. Fue amable al preguntarme, en inglés, cómo me sentía. Le digo que no lo conozco y me envía una foto en la que aparece un señor canoso, formalmente vestido, sonriente, lo más agradable e inofensivo de la vida. (Tan inofensivo que si se busca esa imagen en Google Imágenes sugiere fotografías similares de un gentleman).

Este gentilhombre William me pregunta si no pienso reclamar mi premio. Desde el primer mensaje, por supuesto, estoy sobre aviso, porque hay mucho depravado, estafador y abusivo en las redes. A estas alturas cualquier cosa puede ser un “premio”. No obstante, le sigo la conversación, digamos que por curiosidad o interés periodístico.

Insisto en que no lo conozco ni sé cómo consiguió mi número, lo cual me hace sentir incómoda. Una está consciente de que va dejando una huella digital en este mundo, que hay brechas de seguridad, pero no es hasta que te llega un mensaje directo a tu teléfono que lo entiendes. Él responde que es agente de envíos de Samsung y que soy la feliz ganadora de un premio de 800 000.00 dólares más un teléfono Samsung Galaxy S10. Me río como se ríe la gente en Whatsapp, jjjj, y me dispongo a llegar hasta el final. A fin de cuentas, no es poco lo que está en juego (jjj).

─¿En serio? ¿Es una broma?

─No. En una base de datos de más de 90 millones de usuarios de todos los continentes tu perfil ha sido seleccionado de manera aleatoria.

─¿Y qué debo hacer para reclamar mi premio?

─Hay dos maneras: a través de su cuenta bancaria o por entrega directa. ¿Cuál prefieres?

─No tengo cuenta bancaria… y de todas formas no creo que pudieran hacer la transferencia directa, por el bloqueo y eso…

─Usaremos la entrega directa a través de DHL.

─Entonces necesitas mi dirección postal, ¿verdad?

─Sí. Ahora mismo debes llenar este formulario y enviármelo inmediatamente.

En ese punto ya había confirmado que tanta amabilidad y fotografías de la todopoderosa Samsung y sus gestos de “caridad” eran una más de las estafas en Internet y decidí que no seguiría gastando megas con William o quien fuera. El formulario pedía nombre, apellidos, correo electrónico, fecha de nacimiento, número telefónico, nacionalidad, país de residencia y hasta ocupación.

Un cuéntame tu vida que, en honor a la verdad, uno va “regalando” por ahí en muchas páginas con esa cantidad de requisitos por cosas tan sencillas como leer un artículo, pero que, justamente porque a cambio iban a dar ¡800 000.00 dólares!, se volvió sospechoso de inmediato.

─¿Sabes qué, William?

─¿Qué?

─Necesito más que ese formulario para saber que esto es real y no una estafa. Samsung tiene mi correo electrónico. Me puedes escribir a él.

─No…

─Adiós, William. Reclama el premio para ti. Te autorizo.

chat whatsapp

Redes nuevas, estafas viejas

Reconozco que ese final tuvo un poco de drama, pero la sensación de sentirme interpelada por alguien que no debía tener mi número telefónico de trabajo (ni siquiera era el personal), tiene un poco de la distopia orwelliana contenida en su novela 1984, publicada, sin embargo, en 1949; de esa inquietud, también un poco de miedo, de saberte vulnerable ante quien te vigila.

Así como George Orwell se adelantó a lo que Ignacio Ramonet denominaría luego el imperio de la vigilancia, las estafas informáticas existían antes de Internet y no demoraron mucho en adaptarse al nuevo ecosistema. Forman parte de un entramado de delitos cibernéticos que se estudian y debaten desde la década de los 60.

En los 70 comenzaron a registrarse no pocos casos de crímenes económicos utilizando equipos informáticos como el espionaje, la piratería de softwares, el sabotaje y la extorsión. Los estudiosos de estos temas citan a autores como Donn B. Parker en Crime by computer (1976) y a August Bequai y su investigación Computer crime (1978) para ilustrar el amplio espectro de violaciones de la ética y la legalidad que podían cometerse en el ámbito de las nuevas tecnologías. Además de los ya señalados, explican el robo de información digitalizada, hurto de tiempo de uso del ordenador, robos de mercancías por manipulación de datos o fraudes financieros.

Según Gustavo Sain, Director Nacional de Ciberseguridad en Argentina, a partir de los primeros años de la década de 1980, “los delitos informáticos adquieren una importante notoriedad a partir de un aumento exponencial de fraudes y el tratamiento de la problemática por parte de organismos internacionales”.

En la antesala de los 90 “comenzaron a aparecer contenidos ilícitos y nocivos en las redes tales como amenazas contra las personas, incitación al odio y el intercambio de material de pornografía infantil, así como actos de violencia y discriminación racista por parte de grupos extremistas”.

La web de Karspersky para América Latina, por su parte, alerta sobre nuevos métodos como el pharming, una combinación de dos delitos informáticos anteriores: el phishing y el farming. “Es un tipo de cibercrimen en el que el tráfico de un sitio web es manipulado para permitir el robo de información confidencial”.

Otras publicaciones enumeran los delitos conocidos y aplicados en redes sociales, que van desde la suplantación de identidad, el robo de información privada, hasta el acoso sexual.

Sí, también en Cuba

En Cuba, donde se estima haya unos 7,7 millones de usuarios de Internet y de ellos 6,8 conectados a redes sociales (64 por ciento desde sus teléfonos), entre las plataformas más usadas están Facebook, WhatsApp e Instagram, según el informe de Data Reportal, elaborado en conjunto con Hootsuite y We Are Social. Sobre todo en las dos primeras, asociadas a sus servicios de mensajería, las estafas florecen.

• Escuche el podcast Código Fuente, de Juventud Rebelde, sobre el tema 

Resulta que William, el gentleman dizque de Samsung pudo ser, también, Sarah Davis, una señora que el año pasado en San Vicente y las Granadinas intentó una “movida” similar. El hecho motivó, incluso, una advertencia oficial de la Policía de ese país.

Esta estafa en particular tiene, al menos, un año de vida, pues en enero de 2020 el diario Royal Gazzette, de Bermudas, había publicado un artículo sobre otro “premio” de la compañía coreana. El hombre al que le enviaron el mensaje decidió ir más lejos con el estafador porque “si era verdad, se trataba de mucho dinero”. Cuando el criminal le pidió adelantara 500.00 dólares como impuesto de la transacción, el bermudeño se convenció de que era un fraude.

El nombre de Samsung, por su parte, ha sido utilizado en estafas telefónicas alrededor del orbe; hay reportes desde Colombia, Bolivia, Argentina, México hasta Nueva Zelanda. La web del gigante tecnológico en este último país emitió un aviso a finales del año pasado y listó algunos de los fraudes más frecuentes:

• Una publicación de Instagram que ofrece “probar y mantener un Galaxy S20”.

• Anuncio en la bandeja de entrada del correo electrónico; "Has ganado el Samsung Galaxy S10".

• Una publicación de Facebook que parece ser una publicación patrocinada por Samsung, ofreciendo la oportunidad de ganar un S9.

• Solicitud para que el cliente reclame un premio haciendo clic en un enlace, enviado por alguien que pretende ser el Gerente de Promociones de Samsung NZ.

• Aviso de haber ganado el “Premio internacional de lotería promocional de Samsung” y solicitud para que el consumidor envíe información personal.

También hace un año la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba aconsejó a sus clientes no responder o devolver llamadas que aparentaban ser del exterior, pues podría tratarse de alguna modalidad de delito.

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Etecsa agregó en su comunicado que las contraseñas o códigos son informaciones personales y no se comparten, y que la empresa nunca solicitará esos datos ni telefónicamente, ni por sms, ni en correos electrónicos, “por lo que cualquier acción de este tipo será una maniobra engañosa suplantando la identidad de la empresa”.

“Ante cualquier petición de transacciones, transferencias o anuncios excesivamente atractivos, provenientes de fuentes desconocidas, o que les resulten dudosas o no confiables, no debe procederse y así evitar daños indeseados a sus intereses económicos”.

La alerta tiene completa vigencia toda vez que comienzan a multiplicarse en el país los servicios con pago electrónico y no faltarán los pillos, criollos o foráneos, que quieran sacar provecho de las nuevas plataformas. Por si fuera poco, este tipo de llamadas de atención tiene toda la lógica del mundo. En definitiva, ¿quiénes son esos buenos samaritanos, señoras venerables o gentlemen que van escogiendo al azar a “afortunados” para regalarles 800 000.00 dólares en nombre de Samsung, Amazon o Netflix? Ni 800 000.00 ni menos.

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