¿Qué hace un cocinero de restaurantes tiznándose las manos con leña en el comedor de una escuela primaria de Morón?
Jorge suda un poco bajo su uniforme impecablemente blanco por culpa de la olla de chícharos que burbujea furiosa frente a él. Horas más tarde, los niños sabrán que son obra suya, cuando, ya en sus bandejas, noten que al potaje no le falta el comino ni el cilantro. Esa es la rutina a la que volverá Jorge, cuando se restituya la normalidad del curso escolar.
Probablemente ya les haya enseñado el secreto de sus chícharos al puñado de niños a los que enseña el arte de la cocina: la forma de condimentar de un cocinero es como la firma de un pintor.
•Lea en Invasor la historia de un chef internacional moronense.
Bien pueden tomárselo en serio, si viene de ese “profe”, los 10 alumnos de cuarto grado que pertenecen a uno de los círculos de interés de la Asociación Culinaria en Morón, en la escuela Alberto Delgado, a la que Jorge Muñoz Íñiguez ha alimentado por más de 20 años.
Su trayectoria es sorprendente a la par de respetable: antes de llegar allí, ya Jorge había sido fundador de La Atarraya, y manejado los fogones de El Floridita, el Hotel Morón, el Hotel Santiago Habana y La Romagnola. Por eso, la primera y más obvia pregunta es ¿qué hace un cocinero de restaurantes tiznándose las manos con leña en el comedor de una escuela primaria?
Y la respuesta de Jorge no lo convence ni a él. Es más bien un “porque sí” que se ha inventado cada vez que piensa en el asunto. “Mira, hace poco a mí me ofrecieron un trabajo en el que voy a ganar más, y yo no quiero irme, porque sé que no voy a tener tiempo de ir a las actividades de la Asociación Culinaria, y no voy a estar en lo que me gusta.”
Los niños fueron invitados a la Asamblea Municipal de la Asociación Culinaria
Poco a poco se devela el misterio, cuando el orgullo le brota al hablar de “sus niños”. El círculo de interés tiene ya, más o menos, cinco años, él no recuerda bien. Pero sí está seguro de que fue uno de los primeros, “por no decir que el primero”, de los que funcionan actualmente en la provincia. “Desde el principio he podido contar con los padres, que consiguen los uniformes de los niños y apoyan las actividades que hacemos los jueves.”
“Aquí mismo en el comedor yo les enseño a preparar ensaladas, las plantas aromáticas y medicinales, la higiene que hay que tener en cuenta para elaborar alimentos, y a cocinar algunas cositas. Ellos ya casi que hacen las cosas igual que yo, y están invitados al congreso provincial de la Asociación Culinaria igual que cualquier asociado”, dice mientras sostiene el mural donde algunas fotos revelan la destreza de las manos infantiles.
•Vea: El Sabor Avileño entre los mejores del mundo.
—¿Cómo es el día de un cocinero de una escuela tan grande como esta?
—Yo preparo todo desde el día antes que me toca cocinar. Salgo a buscar algunas especias que me gustan mucho como el comino y el cilantro. Guardo siempre mi ropa blanca para ese día. Pero, me toque o no me toque a mí, tengo que levantarme todos los días a las 4:00 de la mañana, y viro de la escuela a eso de las 3:00 pm.
—¿Se trabaja más que en un restaurante?
—Muchísimo. Esto no se compara. Es mucha comida la que hay que cocinar.
—Y los niños ¿conocen su sazón?
—Bueno, imagínate que ayer yo salí temprano y me dijeron que unos muchachos me habían ido a buscar para decirme que les había gustado el almuerzo.
Sin necesidad de preguntarlo, Jorge concluye que se queda, obstinado como es, y se quedará hasta que le llegue la jubilación, por cuenta de los niños. “A mí me gusta cuando vamos a alguna actividad de la Culinaria y la gente en la calle habla de lo lindo que van mis niños, vestidos de chef, y ellos se motivan muchísimo. Enseguida dicen: ese que va atrás de ellos seguro que es el profesor, y, cuando dicen eso, me están mirando a mí”.