Escuelas de Punta Alegre por cerrar cerco a las adicciones

Dicen que ese mar, el mismo que meses atrás les jugó una mala pasada, también ha traído, una que otra vez, “manzanas prohibidas”, cual si fuera Punta Alegre el jardín del Edén en Ciego de Ávila. Y, aunque son los más entraditos en años los que algún día protagonizaron el hallazgo de un recalo de drogas en el norteño poblado avileño, entre los jóvenes, también, hay quien habla con igual dominio cuando de cómo actuar ante estas situaciones se trata.

Al conversar con Dayan Orias López, estudiante de la Secundaria Básica Máximo Gómez Báez, alcanzo a comprender el porqué de tanta sapiencia sobre el tema a temprana edad. Orgulloso me cuenta de su membresía en el destacamento Mirando al mar de la escuela, y hasta dice que integrarlo es de afortunados “porque nadie quiere quedar fuera de los ejercicios en la costa”.

Todo está listo, en pocos minutos él y otros miembros del codiciado grupo hacen gala de lo aprendido en este tiempo. Ante sus compañeros simulan el encuentro de un paquete, en apariencia inofensivo, pero capaz de causar grandes estragos en la sociedad. Y tras la buena actuación, inicia el debate que ensalza la moraleja del encuentro: a las drogas mejor decir no.

Actividad antidrogas con estudiantes de pre-universitario en Punta AlegreAlejandro GarcíaEl alcoholismo desde la óptica de los estudiantesMas los esfuerzos no solo están concentrados cerca de la orilla, y de alcoholismo y tabaquismo igualmente se dialoga, pues, como diría una de las maestras presentes, “de eso es lo que más tenemos en Punta Alegre”. Y entonces Anna González Córdoba, profesora encargada de la promoción para la salud en el centro educacional, reconoce que a algunos de sus colegas les gusta fumar. Ella sabe que lograr que dejen de hacerlo es tarea titánica, la cuestión está en conseguir que esa imagen no cale profundo en sus alumnos.

Como escuela y familia transitan de la mano cuando de educación se habla, en medio de techos que vuelven a levantarse y el tremendo ajetreo de la recuperación, los padres, asimismo, hacen su espacio para hablar de adicciones. Unos trasmiten sus experiencias, mientras otros se interesan por saber cómo tratar el asunto con sus hijos, pues, en un final, no serán los educadores quienes carguen con todo el peso de la cuestión.

Un poco más alejado de la playa, en el Instituto Preuniversitario Urbano Joaquín de Agüero y Agüero, no habrá simulacro de encuentros de drogas ilícitas, pero tampoco hará falta. Allí, Armando Hernández García y Juan del Río López recuerdan sus años mozos como guardafronteras, al narrar a los adolescentes las historias de esa pasión que solo el paso de los años logró arrebatarles.

Sin embargo, del Río López sabe que más importante que la palabra es la acción y propone que, en un futuro, quienes ahora lo escuchan se lleguen al verdadero lugar de los hechos para que, en fiel intercambio con vigilantes costeros, conozcan del sistema de aviso y el flujo informativo que funciona para estos casos.

Antes de comenzar su preparación, Marbileidy Lemus Cardoso, que ahora cursa el duodécimo grado, valora de positiva la idea de los promotores estudiantiles, al parecerle más cómodo hablar entre semejantes del consumo de alcohol y cigarro. “Me he ganado mis enemistades en fiestas por alertar lo que puede pasar, pero al final terminan por reconocer que tenía razón”, comenta Marbileidy sobre sus experiencias.

De esta manera, aunque Punta Alegre todavía no se recobra del todo, en sus centros educacionales se abre el tiempo para hablar de prevención y sustancias adictivas. Esperemos que el empeño se multiplique a otros espacios y momentos, y que no solo sea un día, sino muchos, en el que verdaderamente podamos cerrarle el cerco a las adicciones.