Magaly Su vocación la descubrió bien temprano, cuando jugaba, unas veces, a vestir a las muñecas con los trajecitos de enfermera que le cosía su mamá, y otras, a tratarlas como a sus pequeñas pacientes.
Muchos años después de aquellos juegos infantiles, Graciela Cobas Matos, la enfermera del Consultorio de Atención Primaria de Salud, número 11, correspondiente al policlínico Norte en la ciudad de Ciego de Ávila, pasa revista a su vida y asegura que no se arrepiente de la elección.
Puede decirse que nació en la ciudad de Santiago de Cuba por casualidad, pero se considera guantanamera de pura cepa, pues en el Valle de Caujerí y sus zonas aledañas transcurrió su infancia y juventud, en un hogar humilde, pero unido, formado por un padre campesino, una madre ama de casa y otros cinco hermanos.
Estimulada por el ejemplo de dos de sus hermanos mayores, uno médico y otra enfermera, no dudó a la hora de decidir qué estudiar y eligió como la opción de su vida, la de Técnico Medio en Enfermería.
“Era una zona rural y las ofertas que más llegaban eran las de técnico medio, por eso me decidí por la de Enfermería al terminar el grado 12”, recuerda.
Sin embargo, nunca imaginó que la profesión le reservara tantos retos, el primero de ellos, el cumplimiento del servicio social sola, sin médico, en una zona montañosa conocida como El Asiento.
Graciela explica ahora con naturalidad situaciones extremas a las que tuvo que hacer frente y de las cuales salió más fortalecida, tanto como profesional como ser humano.
“Era una población de unos 600 habitantes, pero muy dispersa, a la que había que visitar a caballo, para poder llegar hasta los lugares más intrincados, a darle seguimiento a una embarazada, una operada de cesárea o garantizar la vacunación de los pequeños.”
Entre tantas anécdotas de casos complicados en los que había que trasladar al paciente en un bote, a través de una presa, hasta la otra orilla donde podía llegar la ambulancia, se detiene en la de un hombre con muchas heridas y fracturas en las piernas al caer de una palma.
“Lo trajeron en una parihuela y lo primero que hice fue valorarlo y darle los primeros auxilios para poder trasladarlo”, dice y es como si las imágenes se sucedieran nuevamente ante sus ojos, en aquel pequeño local que servía de consulta, pero bien dotado con todos los medios necesarios, dada su ubicación tan distante de las instituciones hospitalarias.
“Yo lavaba las heridas y me decía esta es mía, porque no era complicada, entonces la suturaba. Las más complejas que requerían la intervención de un especialista, las limpiaba y vendaba para facilitar el traslado del paciente”.
En aquellos parajes no fueron pocas las veces que debió atender el parto de una mujer que llegaba muy próxima al alumbramiento al consultorio y aunque ella clamaba: “Busquen al botero”, no quedaba de otra que poner en práctica todos los conocimientos adquiridos para garantizar la llegada de una nueva vida sin contratiempos.
Con el cariño bien ganado de sus pacientes, dejó la zona tras cumplir el servicio social, para comenzar a rotar por las salas del hospital rural en Puriales de Caujerí y continuar su superación, hasta el año 2000, cuando el amor por un avileño —su actual esposo— la trajo hasta Ciego de Ávila.
La Tierra de la Piña ha sido para Graciela, también, un lugar de realizaciones profesionales importantes, pues, aunque siempre se ha mantenido laborando en la atención primaria de salud, se hizo Licenciada en Enfermería, cursó un diplomado en Terapia Intensiva de Adultos y la especialidad de Enfermería Comunitaria.
De su carrera guarda como un recuerdo especial, el cumplimiento de una misión internacionalista en Puerto Cabello, en la República Bolivariana de Venezuela, en el año 2016, los días difíciles de la pandemia de COVID—19, de la que salió ilesa, sin enfermarse, gracias al cumplimiento de las medidas de seguridad, no obstante mantenerse trabajando todo el tiempo.
Aunque ha rotado por varios consultorios médicos, desde hace 14 años permanece en el actual, que atiende a una población de unos 1200 habitantes, a cada uno de los cuales conoce al dedillo y no hay quien se le escape de una vacuna o prueba citológica desactualizada.
Si bien la vida la privó de la maternidad propia, la recompensó con el amor de decenas de infantes que ha visto crecer y el cariño y respeto de sus pacientes.
Siempre con una sonrisa y una frase cariñosa, Graciela es capaz de convencer al más escurridizo, pues, a decir de muchos de ellos, tiene manos de seda para apartar el dolor y trasmitir alivio.
En su querida tierra guantanamera, tal vez no tuviera noción de quien era Florence Nightingale, considerada precursora de la enfermería profesional contemporánea, en cuyo honor se conmemora cada 12 de mayo, el Día Internacional de la Enfermería, sin embargo, su consagración es el mejor homenaje a una profesión, que ha dado sentido a su vida y ella resume en dos palabras:
—Me encanta.