Fueron estos algunos, insisto, algunos lugares imperdibles en la vida diaria de Ciego de Ávila. De esos sitios que podíamos presentarles con orgullo a los visitantes. Porque uno, cuando viaja fuera de la ciudad en la que vive, casi siempre también camina por aquellos espacios que marcan el día a día de los de allá.
Sin embargo, problemas objetivos y subjetivos le han pasado factura, al extremo de cuestionarse si al amigo holguinero… le gustaría ir al Parque de la Ciudad, por ejemplo. También hay áreas comunes, establecimientos estatales y particulares, que tenemos hoy tan cerca como lejos.
Les pasamos por al lado, porque la vida se ha estancado en las colas, en una oferta deprimida y en pocos cambios en las imágenes de los locales. “Vamos a probar suerte”, conversamos antes de salir de casa, porque el mal servicio empieza desde tiempo parado en una cola, hasta una pizza por la que pagamos 50.00 pesos sin que los valga.
Este fotorreportaje no es el mejor “motor de búsqueda”. Podríamos mostrar otro montón de ejemplos que vienen al caso, en los que complejas “mundologías” una vez fueron más simples. Tenemos que devolver a esos escenarios un panorama renovado, un servicio “de primera”, que nos permita disfrutar momentos y poder volver a compartirlos, incluso, con las personas que nos visitan.
Pizzas por una esquina, en La Perla del Ariete
Guarecidos del sol en el Parque de la Ciudad
Las ofertas gastronómicas particulares toman las riendas y los bolsillos
Coppelia avileño: helado en “caliente”
La Canchánchara, espacio al que se va “a probar suerte” porque es intermitente
Proyecto de desarrollo local con ¿precios en desarrollo?
A veces, entrar en El Sótano casi es una hazaña
La Fonda sigue siendo ese lugar apacible
Ante El Danubio, sin la habitual multitud que lo visita