En Chambas el tabaco no es un cuento

Sin pretender que el hábito de fumar se extienda, los más de 90 trabajadores de la fábrica de tabacos La Casita Criolla preservan la cultura centenaria de elaborar puros. No tienen las condiciones óptimas, pero ponen el corazón en su faena

Con el transcurrir del tiempo, el edificio conocido como La Casita Criolla, en Chambas, se ha renovado aunque la esencia es la misma. En su interior laten las chavetas con el peculiar sonido que nace de las manos de torcedores, despalilladores y demás oficios afines.

Ellos tienen la magia que entrelaza el trabajo intenso con la sensación de transpirar cultura. Esa es la finalidad de Nidia María Burgos Carvajal, una de las lectoras de tabaquería con mayor experiencia en el país, dados sus 20 años entre diversos textos y el micrófono.

Mi profesión me ha aportado mucho. Con mis lecturas, a la vez que enseño, aprendo. Les leo de todo: novelas, revistas, periódicos, libros de cuento, además, preparamos matutinos especiales por determinadas efemérides, contamos con un club martiano y apoyamos la promoción de salud”.

En cuanto a la producción, el pasado año pasaron el susto del huracán Irma sin grandes contratiempos. La especialista de la calidad Maidelisa Báez Pérez recuerda que el meteoro les arrebató el techo, pero la materia prima quedó protegida.

Después, a pesar de no contar con la cubierta, siguieron con las faenas y ni siquiera el sol, las lluvias y las tareas reconstructivas en el inmueble impidieron que cumplieran el plan del año.

Julio Antonio Torres Torres, jefe de producción, muestras las estadísticas. De un propósito de 3 100 000 tabacos hicieron 3 215 000, y en lo que va de 2018 ya rebasan en 18 000 la cantidad prevista. Sin embargo, existe un detalle que le deja insatisfacciones: “Trabajamos con la materia prima que no se destina a la exportación, cuya calidad no es la óptima”.

“A pesar de eso, aclara Maidelisa, nuestros tabacos tienen aceptación entre sus consumidores, además, en cuanto a la tradición se ha logrado mantener el interés de muchos jóvenes hacia este oficio. De ellos, las muchachas constituyen la mayoría”.

Trabajadore de la fábrica de tabacos de ChambasPopi es toda alegría, pero a la hora del trabajo se lo toma muy en serio

En ese grupo destaca alguien que, por su carisma, se ha convertido en una de las trabajadoras más populares del centro. Todos le dicen Popi, pero pocos saben que se llama Yurisleidy Ruiz Vázquez, joven de 26 años, cuya estatura de un metro y cinco centímetros, y un peso corporal de 62 libras, la ubican entre las féminas más pequeñas de la provincia.

Recuerda que se acercaba a los 15 años y estudiaba en la escuela especial Nguyén Van Troi, en la comunidad de Piedra, cuando acudió por primera vez a La Casita Criolla. Hizo prácticas bajo la tutela de Ana María Remié y su apego con el colectivo fue tanto que, con la ayuda del Poder Popular, allí mismo le celebraron su fiesta de 15.

“En poco tiempo me hice despalilladora y cuando tuve la edad requerida me incluyeron en la plantilla. En aquel tiempo aprendí a preparar la capa, a torcer, anillar. Hago todo tipo de trabajos. Mi discapacidad aquí no me afecta para nada”.

Lo que no me dice, quizás por pudor, se aprecia a simple vista. Es la alegría personificada, se le nota traviesa, pícara, enamorada, risueña, símbolo de su colectivo porque ambos se han impuesto a difíciles trances de la Naturaleza hasta demostrar que la historia del tabaco en Cuba tiene matices de amor, laboriosidad, cultura y, sobre todo, tradición.