El Congreso que Omar no se esperaba

Omar nunca creyó que asistiría al último discurso de Fidel. Que estaría allí, sentado en la tercera fila, tan cerca como para casi sentir el beso de Raúl en la cabeza del hermano, y que todo eso sería parte de un acontecimiento que tampoco esperaba. Porque ya Omar Martínez Arcia se había jubilado, y si durante sus tres décadas de trabajo en el Departamento ideológico del Partido Provincial en Ciego de Ávila no fue delegado a ninguno de los congresos anteriores, por qué lo sería ahora, cuando ni siquiera era el secretario general de su núcleo zonal.

Debió pensar algo así antes de admitir la paradoja que la vida le regalaba, dos años después de retirarse de una vorágine que lo mantuvo al tanto de la enseñanza del Marxismo- Leninismo, de la opinión del pueblo y de los asuntos religiosos; tres aspectos que perfilaron su experiencia en el Partido Comunista de Cuba (PCC).

Pues ahora, cuando parecía que tendría una militancia sosegada, era elegido al VII Congreso. Y justamente ese sería el Congreso que tendría allí a Fidel por última vez, hablando de la posibilidad de una muerte que rozaba los 90, y de que, no obstante, quedarían las ideas de los comunistas cubanos. Estaría allí el líder histórico, recalcando, una vez más, la necesidad de perfeccionar la obra y la fuerza de la unidad.

• Vea su último discurso en la clausura del VII Congreso del PCC 

Sería, además, la cita que actualizaría los Lineamientos aprobados en el VI Congreso y cuestionaría por qué una parte de los mismos llegaba sin haberse podido implementar. Y por si fuera poco, tendrían los delegados que aprobar la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista, y las bases del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030.

Esos fueron “los documentos más estudiados, discutidos y rediscutidos de la historia de la Revolución”, diría luego Raúl durante el III Pleno del Comité Central que selló la consulta de más de un millón 600 000 cubanos.

Todas esas coincidencias harían que Omar viviera su Congreso con un orgullo que mantiene intacto a cinco años del suceso, aunque existen planteamientos que tampoco pierden vigencia. De alguna manera conserva el júbilo de aquella cita, por su trascendencia, y la preocupación por algunos de los puntos debatidos. Entre ellos la preparación de los cuadros.

Para quien fuera director de la Escuela Provincial del Partido ese no sería un tema ajeno a su rutina de militante. Todavía cree que es una deuda que tiene el PCC, porque “el Partido no existe para sí, pero para que funcione bien y pueda proyectarse tiene que tener a hombres y mujeres preparados, que sean la vanguardia, sin que esa vanguardia se aleje demasiado de la ‘retaguardia’, pues entonces dejamos a la tropa dividida y esa no es la política”.

Habla en “clave” de guerrilla guevariana, si bien su traducción es precisa: “el Partido no puede perder el contacto con las masas y debe, al mismo tiempo, ser cada vez más selectivo en su militancia. De esa calidad dependerán, en buena medida, el funcionamiento y el cumplimiento de lo acordado”.

En su larga militancia de 42 años muchos han sido los retos. Sin embargo, considera que uno de los mayores fue sentirse parte de un Congreso que, en medio de un complejo presente, debió proyectar el futuro, sin obviar los principios de nuestro proceso.

Sobre esa línea de continuidad sigue caminando Omar a sus 72 años.