Editorial: Resonancias del 24 de febrero

Para Cuba que lucha la primera palabra, aunque haya pasado más de un siglo desde esa que le dedicó el Apóstol antes del estallido de su guerra.

La lucha no cesa en tiempos de paz, ni un siglo después, sino hasta que Cuba sea la que queremos, a contrapelo de enemigos ocultos o declarados.

Y no es que haga falta la fecha para remover conciencias o renovar el espíritu martiano. Siéntase este 24 de febrero, en el que Cuba es ya dueña de sí misma, como un amable recordatorio de que en las condiciones más adversas el amor a la Patria sabe florecer.

Así le floreció a Martí, en el lado izquierdo del pecho, en el tobillo que cargó el grillete, en el desasosiego del estómago que en las noches del presidio se confundía con el hambre, pero también en la razón.

“Para Cuba que sufre, la primera palabra”, dijo en 1891, antes del alzamiento que orquestaría cuatro años después, cuando la rebeldía fue la máxima expresión de amor.

24 de febrero de 1895, inicio de la Guerra Necesaria.

Y en aquel domingo de 1895 a los bravos no les bastó el miedo para permanecer inmóviles. Cuba tenía que responder como una sola y por igual en todas partes. Cuando un puñado de pueblos del oriente impuso las armas, ya la Revolución tenía ganada la primera batalla.

A 126 años puede sacarse más de una enseñanza: que la nacionalidad cubana es cuestión de esencias y no de fronteras, o Máximo Gómez no habría sido el justo General en Jefe que fue; que los ideales no sucumben, sino que se arraigan cuando el pueblo es consciente de sus males, o la guerra bajo el férreo control español no habría sido posible; y que los tiempos convulsos no necesitan de caudillos, sino de alianzas.

"Que es más vil que el que degrada / A un pueblo, el que lo divide". Eso lo supo Martí desde mucho antes de concebir la unidad como la clave de su Guerra Necesaria. También así nos convoca hoy.

Que no solo resuenen de aquel 24 los tiros y los gritos enardecidos, sino todo el pensamiento que se volvió coraje. Ese pensamiento nos enseña.

A vencer con las palabras justas, y querer a Cuba "amante y una". A juntar y a fundar. A que la patria sea altar "para ofrendarle nuestra vida", ofrecerla si es necesario. Y a que "con todos y para el bien de todos" no sea otra cosa que una "fórmula del amor triunfante".