Diálogo moral con Arquímedes

Uno de los fundadores del primer Comité Provincial del Partido en Ciego de Ávila conversa con Invasor

Arquímedes Morales López es mi padre desde que yo era apenas un sueño en la cabeza de mi mamá; lo aclaro desde la primera línea para no escribir con medias tintas. Arquímedes Morales tiene hoy 82 años y las convicciones que lo hicieron revolucionario siguen ahí, intactas. Arquímedes es, a los ojos de su hija, un hombre tan moral como el apellido que nos une y no me ciego si dijera que sus amigos y los amigos de sus amigos piensan lo mismo.

Violetero desde la punta de sus pies hasta la última cana de su cabeza, aunque muchos le hayan cambiado el gentilicio a los nacidos en el antiguo central Violeta, hoy municipio de Primero de Enero. Tan de su tierra como para hacérsele un nudo en la garganta siempre que la recuerda o como para escribir, desde hace meses, la historia del pueblo natal en pequeñas crónicas que toman por asalto a Facebook y donde se ha reencontrado con gente muy importante en su vida.

Papi heredó de su abuelo mambí las ganas de aferrarse a la Patria con uñas y dientes, de morir por ella si fuese necesario. Por eso, le quedó debiendo a Cuba cuando no pudo viajar a Angola a pelear, pues tenía dos niños pequeños huérfanos de madre y dejarlos sin el cariño paternal sería un error imperdonable.

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En la casa donde creció nunca se habló de partidos revolucionarios o del comunismo; de hecho, a mi viejo lo confundía la propaganda negativa que desprestigiaba a parte de quienes pertenecían al antiguo Partido Socialista Popular, porque él sabía de los humildes y admirables que eran, en su mayoría.

La misma admiración inundó a mi abuela un día de 1968 cuando Arquímedes se le paró enfrente con el carné del Partido Comunista de Cuba (PCC). De esas cosas ella no entendía mucho, pero algo sí tenía claro: a la Organización solo ingresaba la vanguardia del país y su hijo comenzaba a formar parte de ella.

Mientras tomo nota de historias que ya he escuchado antes, papi asegura poseer las cualidades y defectos que lo hicieron militante aquella mañana delante de su progenitora. “Lucho por lo mismo”, dice.

Su trayectoria como profesional en las filas del PCC inició en el otrora Punta Alegre, al norte de Ciego de Ávila, cuando ocupó el cargo de Primer Secretario, y mientras se gestaba la zafra de los 10 millones, pero al poco tiempo fue sustituido debido a su escasa preparación. Para forjarse debió trabajar en el central y, luego, trasladarse a Manga Larga hasta ser seleccionado como miembro del Comité Regional; años más tarde integró el Buró Regional de Morón y en 1976 regresó a Primero de Enero como el máximo representante del Partido en el municipio.

El pueblo que lo vio de niño llevar y traer paquetes de la bodega donde trabaja desde los 10 años, sería testigo de su formación constante, un lugar que le retribuye tanto amor y donde le cambiaron el nombre de Arquímedes por Mimo.

Ya para entonces integraba el primer Comité Provincial del Partido y participaría en el segundo y tercer cónclave de la Organización. En su mente permanecen intactos ciertos detalles.

“De ambos congresos recuerdo el trabajo de masas desplegado en función de generar tareas de impacto previas a la cita. Eso dejó huellas favorables en mucha gente. Si había que hacer 1 000 zapatos, se trabajaba para terminar 1 500, pero todos estábamos dispuestos a lograr ese objetivo”, cuenta como quien revive con palabras los hechos.

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Fue por el 1987 cuando cumplió sus últimas funciones como cuadro profesional en el municipio de Baraguá, pero a su activismo nadie le puso fin. Desde que tengo memoria lo he visto haciendo reuniones del núcleo zonal del Partido alrededor de la mesa de casa, señalando lo mal hecho sin pelos en la lengua o, como a él le gusta decir, “poniéndose colora´o una sola vez”.

Porque el militante debe hacer siempre lo que dice, ceñir sus acciones a sus palabras, ser ejemplo en el trabajo, la familia, los amigos, “la fortaleza del Partido no se puede medir por la cantidad de hombres y mujeres en sus filas, sino por su calidad”.

Los ojos de papi, como los de Cuba entera, están puestos en el VIII Congreso. Él insiste en cuestiones que ya sabemos pero debemos tener bien claras, porque el país enfrenta una situación política difícil. Lo lógico es pensar que si la generación histórica de la Revolución cesa, tiene que existir otra para asumir los cambios conceptuales en este momento.

“Se necesita de transformaciones positivas lideradas por esa nueva generación para revertir, por ejemplo, las carencias económicas que han dejado la pandemia y el bloqueo”, afirma con esa claridad con la que le escucho hablar siempre. “Una muestra de ello son las medidas anunciadas por estos días en la Mesa Redonda, que sustentan las rebajas en los costos de servicios como la electricidad, el agua o los insumos para la agricultura y, al Partido y a su Congreso corresponde respaldar todos esos procesos en beneficio del pueblo, que es lo mismo que decir el beneficio de todo un país”.

Dicho esto, queda claro que es un hombre recto, de acción, de palabras directas y de un corazón que late con dificultades “técnicas” aunque al ritmo que él prefiere marcar, el ritmo de su Cuba.

Por ser esa mezcla tan arrasadora es imposible que lo conozcan como el papá de la periodista, sino todo lo contrario, yo siempre seré la hija de Arquímedes Morales, el viejo de 82 años que puso sangre mambisa en mis venas y el único capaz de hacer de esta entrevista la más linda del mundo. Al menos para mí.