Quien los observe, desde fuera, podría pensar que para ellos la labor que realizan es una diversión.
Y hasta cierto punto lo es, porque, mientras recogen ese frijol ya seco en pleno surco, desbordan alegría, chistes y la inquietud propia de la adolescencia.
Lo que hacen, sin embargo, es mucho más que divertirse.
Como explica Yackelín Tames Pons, subdirectora de la escuela mixta Esteban López, ubicada en el poblado rural de Vicente, en el municipio de Ciego de Ávila, en estos momentos esos alumnos de séptimo, octavo y noveno grados realizan su escuela al campo, como expresión de un principio martiano de la educación, concretado luego por la extraordinaria visión de Fidel: el nexo entre estudio y trabajo.
No es la primera vez que tierras de la Empresa Integral Agropecuaria Ciego de Ávila acogen a estudiantes del mencionado centro docente. Según afirma Ariel Nieves Concepción, director de la misma, cada año “los estudiantes concretan allí su etapa de escuela al campo, cumplen un deber que, de paso, los va formando, aprenden y dejan un aporte, aparentemente simbólico, pero que la entidad agradece.
El trabajo educa“Nuestra relación con el centro, añade Ariel, no se limita a las actividades de esta etapa; estamos al tanto de lo que pueda hacerles falta, apoyamos la celebración del 4 de abril: aniversarios de la Organización de Pioneros José Martí y de la Unión de Jóvenes Comunistas, entre otras fechas y momentos importantes.”
Observo a la pequeña Laritza Rodríguez Estrada, y disfruto ver la elegancia con que recoge frijol. Así también lo haría en la papa, melón, boniato o cualquier otro cultivo porque, como asegura, “no hay que tenerle miedo al trabajo ni al campo; la tierra da dinero para el que la trabaja y, alimento para las personas y los animales”.
Lo dice con una pícara sonrisa prendida todo el tiempo al rostro. Pudiera parecer que repite algo que ha escuchado. Pero es la vivencia, bajo techo, lo que la hace hablar así: su padre es obrero de esa misma empresa agropecuaria.
Ojalá todos los adolescentes pudieran vivir una experiencia similar vinculada directamente a áreas de la agricultura o a otros sectores de la producción, como sucedía décadas atrás, cuando miles de estudiantes, en toda Cuba, se instalaban en albergues y campamentos, con maletas, mochilas, avituallamientos y todo lo necesario, para complementar o enriquecer, desde surcos y plantaciones, lo aprendido en aulas docentes.
Quienes tuvimos ese privilegiado deber, sabemos que, en primera instancia, lo agradece, de forma directa, el agro. Después, y para siempre, el estudiante. Cuando convertido en adulto, tiene que enfrentar los rigores de la vida laboral.