De campamentos, veranos y buenas noticias

Recientemente la Universidad de Ciencias Médicas de Ciego de Ávila fue sede de un campamento de verano para estudiantes y jóvenes trabajadores de la provincia

La carreta era por dentro mucho más grande de lo que desde fuera se podía ver. Cabía un centenar de personas, uno bien apretado, pero luego del tercer bache, el gentío se sintió menos atorado en aquella enorme caja de hierro con ruedas, que era halada por el típico tractor de los campos cubanos. A ambos lados del camino se extendía la llanura rural de Pesquería, en Baraguá, con su evidente contraste entre la tierra colorada y el verdor de árboles, plantaciones y maleza.

Siete baches después, el grupo compacto bajó de la carreta y comenzó a escardar yerbajos en los interminables surcos de yuca, pertenecientes a la Cooperativa de Producción Agropecuaria Paquito González Cueto. Quien viera la estampa de aquellos muchachos —estudiantes de enseñanza media, universitarios y jóvenes trabajadores—, pensaría con razón que era otro trabajo voluntario: sí, de los que se hacen a cada rato y ya cargan con ciertos visos de tradición.

Sin embargo, esa mañana de agosto tenía matices que escapan a la idea que normalmente existe sobre los trabajos voluntarios. El centenar de jóvenes que limpiaba los surcos rojos estaba en una actividad “recreativa”; porque los campamentos de verano organizados por la Federación Estudiantil Universitaria y la Unión de Jóvenes Comunistas tienen la particularidad de complementar las fiestas, las piscinas y la playa con la labor productiva, que aporta a la economía del país, y también con el apoyo a comunidades en situación de vulnerabilidad.

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Bien lo saben los muchachos de la Universidad de Ciencias Médicas de Ciego de Ávila, a quienes tocó organizar y garantizar por cuatro días la buena marcha de un campamento de verano destinado a aglutinar a los jóvenes más destacados de la provincia.

Así, no extraña que, si una noche el insomnio los agarró a todos bailando y riendo en el Patio de Artex, esa misma energía viajara en guagua los casi 28 kilómetros que separan a la Ciudad de los Portales del caserío que compone la comunidad Segundo Congreso del PCC, en Majagua. Ni sorprende que el entusiasmo juvenil fuera tan parecido en la piscina del motel La Rueda y en una intervención comunitaria, cantando y compartiendo con los niños.

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Ciertamente, iniciativas como esta, que mezclan la recreación de las jóvenes generaciones con el trabajo útil y el apoyo a los barrios, constituyen un ejemplo de cuánto se puede lograr con creatividad y voluntad política para que nuestros estudiantes y trabajadores pasen un verano distinto y contribuyan a la sociedad en momentos en que son tan necesarias todas las manos posibles en beneficio del país.

Falta muchísimo aún: la recreación de calidad no llega sino a minúscula parte de los jóvenes, y queda mayormente en las grandes zonas urbanas, como si en los barrios marginales y en el campo no hiciera falta también una atención realmente integral a las necesidades de este grupo etario. No obstante, que al menos exista un ejemplo de que sí se puede, de que el verano no es solo una etapa condenada al tedio y a las ofertas bochornosamente caras, ya es una tremenda noticia... Y los jóvenes la agradecen.