Cuarentena en Ciego de Ávila: matices de una zona roja

Desde el martes 8 de septiembre, cuando se trancó este pedazo de calle, pocos se arriesgan. Afloran los sentimientos, la solidaridad, la fe, la confianza. Casi en el mismo centro de la cuadra, una casa biplanta, sombreó de rojo la zona. Hasta hoy, sin sospecharse todavía un final, sus habitantes están en contacto con el riesgo.

A dos viviendas de aquella que muchos miran de reojo y con emoción, vive hace dos décadas Raquel Mantilla Leiva, señora de 72 años, a la que la pandemia le ha quitado el calor de sus hijos y vecinos. Ella, que no cesa de servir a los demás, permanece en su domicilio, sola (porque es independiente), pero fuerte.

Raquel Mantilla Leiva“Es la primera vez que vivo en circunstancias tan difíciles; ni en ciclones me sentí tan nerviosa”, comenta, mientras le robo cinco minutos y un chorro del agua clorada a la entrada de su residencia. Incluso, es de las que ni para fregar se quita el nasobuco.

Cerrar el paso de las personas, buscando cerrárselo también al “bicho”, deja a Raque, como se le conoce, sin algún familiar cerca, pues la hija, Sady, vive en El Algarrobo, la hermana en la calle Carlos Rodríguez, otros dos hijos en Ceballos y uno en Ciro Redondo. De ahí que considere la situación como “un momento muy malo, pero que pasará, con confianza absoluta”.

No es la única que sufre la frialdad de una cinta y un cartel azul para un lugar en rojo. “Ver a mi hija venir por el cordón a traerme el pan, sin poderle dar ni un beso, es doloroso”, relata con los ojos húmedos. “Y esto apenas comienza”, repasa.

En medio del aislamiento, considera que “la atención es muy buena, con lo que se puede: galletas de sal, queso, aceite, picadillo, jugos, viandas, y seguirán viniendo cosas”. Repite, varias veces, cómo quisiera mandarles unas galletas y queso a sus nietos.

Tanto tiempo al lado de sus vecinos, insisto, al lado de sus vecinos, hace a esta mujer merecedora de mucho afecto. “Son cuatro confirmados y tres sospechosos de aquí. Cuando se fueron los abuelitos de los positivos, se me hizo un nudo en la garganta y salí a darles ánimo. Verás que regresarás viva, no pienses mal…,le vociferé a Caridad, y eso no se me quita de la cabeza”.

Es difícil hablar de la Calle Isabel, entre Marcial Gómez y Abraham Delgado, en el municipio de Ciego de Ávila, sin describir la zozobra, aunque hay seguridad en el control, por más que demore. Y esa ansiedad también circunda a Iris Villanueva Romo, señora de 61 años, que radica en la zona hace alrededor de dos calendarios.

Es otra mujer sola. Aunque, según refiere, “hay mucho apoyo de los vecinos”. Y es que, una de sus dos hijas, Malena, junto con su nieta Lorena (de 14 años), permanece desde el mismo día 8 en cuarentena, en el Doce Plantas. “A eso se suma que ya hacía algunos días que no las veía, ¡y lo que queda!”.

Iris Villanueva RomoIris no va a la cama hasta que sabe de todos. Y, en ese instante, aparece su otra hija Marianela, que vive en España, y la nieta Alexandra, de uno y medio año de edad, país del que regresó en marzo pasado. A decir verdad, por su desespero, parece que no ha regresado todavía.

“Siempre estoy con las preocupaciones a tope, pues aquella es doctora y la cifra de enfermos con la COVID-19 en esa nación está en alza. No descanso hasta que sé que salió de la guardia”. El aliento, tanto para ella como para Raque, es el teléfono.

Extremar los cuidados, con la enfermedad taaaan cerca, es el desafío diario de una señora que padece de diabetes. “Resulta muy difícil describir esto que vivimos, y más si una ve que se llevan a alguien. Me lastimó mucho cuando se llevaron a los viejitos y decían adiós, como si no fueran a volver”.

Así fue. Una ambulancia los esperaba del otro lado de la cinta y ellos, casi de un extremo a otro, fueron alzando la mano. Mientras la tristeza inundaba el área, los vecinos, desde los portales y aceras, les daban fuerzas para superar las sospechas.

Sin embargo, una situación avivó el rojo de las alarmas en Raque, Iris y los que saben de percepción. Es necesario evitar situaciones que hacen más vulnerable el estado sanitario de la provincia.

Por estos días, un carro se parqueó en la calle Abraham Delgado, en uno de los extremo de Calle Isabel, para vender jugos, jalea de guayaba y vinagre (de la minindustria Media Luna), pero no se atajó el flujo de personas de áreas próximas, encima del carro y de la cinta, si bien es conocida la necesidad de los demás.  Se trata de poner por encima la salud, pues una cinta tampoco hace inmunes a los del otro lado, como si el agente infeccioso fuera un prisionero.

Venta de alimentos

Es ese el único momento en que la gente se ve, el de comprar algo. Iris sale entonces al portal y apenas llega hasta la reja, y Raque, desde la acera, pregunta y saluda. Por las calles Marcial Gómez y Abraham Delgado circulan personas a pie, en carros, bicicletas…, todas miran hacia dentro y, los de adentro, hacia afuera.

Dime, dijo. Cómo está la cosa, respondió. Cuídate, dijo. Tú también, concluyó. Luchemos porque las palabras se...

Posted by Guajiro Periodista JAleM on Sunday, September 13, 2020