Ya van siete. Siete días consecutivos en esta racha feliz sin muertes, que repetimos por segunda vez en el curso de la epidemia. Porque entre el primer y segundo fallecido hubo exactamente siete días y desde entonces no habíamos podido alargar la brecha de lamentaciones… hasta hoy.
Sin embargo, hay un dato “curioso” que refuerza la idea de que no ha sido “obra y gracia divina” lo que ha salvado a nuestro pacientes, amén de que hay muertes inevitables e impredecibles para las que toda la Ciencia del mundo no tendría antídoto.
En aquella semana del 19 al 24 de marzo los posibilidades de fallecer se expresaron 12 veces. Los partes de ese período dieron cuenta de doce reportes (entre críticos y graves), lo cual no equivale necesariamente a 12 casos, si tenemos en cuenta que un mismo paciente coincide, al pasar de un estado a otro, o al mantenerse en el mismo, durante varios días.
Pero el riesgo entonces se expresó 12 veces y esta semana, también de cero muertes, ha sido de 55. Así de dispar se han comportado, aunque en apariencia hablemos de dos períodos iguales. Si sumamos los estados críticos y graves del 14 al 20 de mayo veremos que durante 55 veces se estuvo “al borde” de la muerte.
Y el valor de estas salvaciones se incrementa si decimos, además, que en la anterior semana (del 7 al 13 de mayo) 48 veces se reportaron estados críticos y graves ( y hubo 10 decesos).
Obviamente: que los pacientes no mueran no significa que los riesgos o las complicaciones hayan disminuido. Por el contrario, se han incrementado y este 17 de mayo, por ejemplo, tuvieron su pico con siete graves y tres críticos. Pero todo apunta a que —más allá de las enfermedades concomitantes que pudieran acelerar o no la fatalidad de la COVID-19— ha sido la efectividad del tratamiento nuestra “tabla” de salvación.
Hoy el doctor Francisco Durán, director de Epidemiología, del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) daba los detalles de esa cadena de cuidados y aludía a algunos de los 20 fármacos que se emplean. Ayer lo resaltaba el Ministro de Salud, al afirmar que se desarrollan en la actualidad 70 investigaciones y ensayos clínicos, y que “la utilización de dos fármacos novedosos para el control de la reacción hiperinflamatoria que se produce en la etapa de enfermedad pulmonar, ha incrementado las tasas de supervivencia de pacientes graves por encima del 80 % y de los críticos en más del 75%”.
Ahí podría estar la explicación de esta semana; una “teoría” que hace tres días revelara a Granma la jefa de uno de esos proyectos científicos, cuando dijo, incluso más, porque contextualizó el dato: en el mundo la tasa de sobrevida de esos pacientes no sobrepasa el 30 por ciento.
De ahí que las posibilidades de supervivencia crezcan en esta Isla para el por ciento de enfermos que podrían desarrollar complicaciones. Un indicador que también se ha mantenido bajo (un ocho por ciento del total de confirmados) respecto a otros países.
No obstante, el “riesgo” de esa sobrevida es que algunos asuman que la vida (fuera o dentro de la COVID-19) no los tenga…o sean mínimos. Y un mensaje en el muro de Facebook, de Enrique Ubieta, quien desde Italia nos estruja el alma con sus crónicas, lo decía con sabía ironía: “No estamos saliendo de la pandemia, estamos saliendo con la pandemia”.
Lo endémico o perenne del nuevo coronavirus nos obliga a asumirlo con una “naturalidad” que, en lo adelante, no será natural ni normal. Detengámonos en dos casos recientes.
● Un familiar va de una provincia a otra y desencadena un foco que ya registra cinco confirmados y cientos de miedos (entre contactos y sospechosos). En el camino nadie lo detiene. El primero que no lo hace es él mismo.
● Un habitante del municipio de Playa se asombra de un virus que le ha salido, “al azar” y que podría haberle trasmitido a 17 personas sin saberlo. Nadie sospechaba nada. Solo ahora comenzarán a hacerse preguntas y a aparecer las respuestas. Es el tercer caso de un estudio que podría extender las sorpresas.
Sin dudas, salvarse incluye, en primer lugar, no contagiarse. Y mientras eso no deje de ocurrir de forma tan “natural”, ni siquiera los reportes felices de muertes que no fueron, nos harán sentir seguros.