“Corazones” italianos llegan a Ciego de Ávila

Cuando se miran las imágenes del jueves en La Habana se entiende de lo que habla el lunes Michele Curto, en Ciego de Ávila. Solo entonces “repleto” no luce exagerado ante los 205 metros cúbicos de carga humanitaria aterrizando en un vuelo comercial, tan atestado que en sus asientos, en lugar de italianos, vinieron los bultos que ya no le cabían en la panza al avión…pero tenían que venir.

“Es demasiado lo que les debemos, es muchísimo”, diría Michele, el presidente de la Agencia para el Intercambio Cultural y Económico con Cuba (Aicec), tratando de “justificar” los excesos de una solidaridad que vino del pueblo italiano y de cubanos residentes allí, porque “esto no es una ayuda oficial del gobierno. Esto es de nuestra gente, de trabajadores que cedieron sus vacaciones para recoger donativos, de jóvenes, de cubanos que apoyaron, muchos que por toda Italia nos pusimos a recaudar dinero, insumos, medicamentos y en cinco semanas clasificamos, hicimos las cajas… coordinamos todo y aquí estamos”.

El aquí de hoy es el Hospital Antonio Luaces Iraola, Ciego de Ávila, uno de los siete puntos donde desembarca parte de la valiosísima carga que trajo al país 151 respiradores pulmonares, 42 concentradores de oxígeno de 10 litros, 7 000 dosis de relajantes musculares para intubar pacientes, 5 000 ciclos de antibióticos hospitalarios de tercera y cuarta generación, 80 000 test rápidos, 540 000 máscaras quirúrgicas, 5 000 trajes integrales para trabajadores de la Salud…la lista es larga.

donativosElectromédicos del Iraola revisaban, minutos después, la preciada carga

En resumen: un avión repleto desde Italia para las provincias cubanas que hoy atraviesan una complejísima situación y que atravesarán con su mensaje, de Occidente a Oriente, Michele Curto y Ada Galano, la Coordinadora Nacional de Cubanos Residentes en Italia, quien se encargara de corregir el discurso de agradecimiento: “no tienen que darme las gracias, yo soy cubana, estoy obligada a hacerlo, hice lo que debía porque este es mi pueblo, aquí comí mangos, aquí crecí, aprendí…”. Dijo eso y todos los cubanismos que le vinieron a la mente para explicar que, de la misma manera que los médicos cubanos llegaron en plena crisis a Crema o Turín…, ellos llegan ahora a Matanzas o Ciego de Ávila.

Atrás, reconoce Michele, quedan historias que “darían para estar una noche entera haciendo cuentos”. Por ejemplo, queda Arturo, el joven cubano de 22 años que salía a las 3.00 de la mañana desde Marsella, en Francia, para llegar temprano a Italia y desembarcar su carga, cada día. Según Google, eso en ómnibus son como 16 horas, aunque Michele sabe que lo de Arturo en su camioneta era otro tipo de “viaje en el tiempo”. De alguna manera volvía a Cuba en cada travesía, cruzaba el Atlántico, no una frontera.

Quedan otros jóvenes que dejaron su verano para armar cajas y recolectar ayuda. Queda, todavía intacto, el eterno agradecimiento de la gente en Turín que un día iluminó su Mole Antonelliana con el Grazie Cuba y al otro declaró ciudadano honorario a Julio Guerra, el jefe de la brigada médica cubana que ayudó a enfrentar allí la COVID-19.

“Curiosamente”, aquí, en el acto de entrega, estaba el doctor Julio, quien vino desde La Habana hace un mes para apoyar un enfrentamiento que ya se le ha vuelto costumbre, y hasta su presencia fue “pretexto” para que Michele aclarara que “estando en Ciego nuestro jefe de brigada, no podíamos pasar de largo y no llegar”.

Por eso el rencuentro también fue la remembranza de hace un año, cuando Michele hacía de traductor en su ciudad de Turín y se internaba en Zona Roja con miedo, después de que los cubanos le dijeran que no podía tocar nada y más de una vez sintiera una mano sobre su espalda ­“¿y entonces?”, se preguntaba sonriendo.

“Es que así son los cubanos”, completaría Sergio Basoli, el responsable de Relaciones Internacionales, en la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), quien sabe que la carga equivale a casi un millón y medio de dólares en valor monetario y de infinito amor, en valor humano.

 micheleMichele Curto y la subdirectora del Hospital avileño, Araís Hernández Flores. Agradecimiento de ambas partes. “Ayer nos ayudaron, hoy nos toca a nosotros

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