Dos días con un repunte ligero de los casos ameritan más preguntas.
Hacía casi dos semanas que Ciego de Ávila no mostraba una cifra de confirmados con la COVID-19 de dos dígitos, por eso al cierre del seis de mayo los 18 nuevos casos deberían alarmarnos a todos. Es cierto que la mitad son viajeros internacionales; aun así, nueve positivos en un día también es la mayor cantidad desde el 24 de abril.
Para redondear la percepción de riesgo ─de un acumulado de 2457, de ellos más del 60 por ciento solo en lo que va de año─ debemos decir, además, que en la última semana han aumentado los diagnósticos sin fuente precisada de infección, algo que eleva el peligro en la gran mayoría de los municipios.
Si la semana pasada los contagios se concentraban en apenas tres territorios, este jueves son siete los que suman controles de foco comunitarios, con más de 30 casos activos. Insistimos en que la situación sanitaria de la provincia no es comparable con la de nuestras vecinas más cercanas, sin embargo, esa no es una condición inamovible. De hecho, en las dos últimas jornadas se ha experimentado un ligero incremento que debe ser atajado de inmediato.
Atajar el repunte, como se ha dicho ya, implica ajustar los engranajes del sistema de salud y, al mismo tiempo, redoblar los autocuidados, una asignatura que ha tenido mejores momentos. Se aprecia un relajamiento de la disciplina en los espacios públicos y, a juzgar por las multas impuestas por la Inspección Sanitaria Estatal, también en algunos centros de trabajo.
Solo el miércoles cinco de mayo, la ISE aplicó 16 contravenciones, a tenor del Decreto Ley 31, en 12 entidades estatales y a cuatro trabajadores por cuenta propia, fundamentalmente en la ciudad cabecera. Parece mentira, pero la infracción más común es el mal uso del nasobuco; 58 semanas después del primer caso hay quien desconoce lo básico. ¿Habrá que ponerles a las soberanas y a la Abdala, además, una molécula de sentido común? ¿No es más sencillo y fácil “vacunarse” todos los días de autorresponsabilidad?