¿Qué es lo que más necesitaba Vicente? Se puede preguntar de muchas maneras y las respuestas casi siempre conducen al mismo camino
No se escribe “entrisale”, aunque esa es la forma más simple y llana que tienen en Vicente de decir las cosas como son: “el ‘entrisale’ aquí era un dolor de cabeza”.
Algún documento o visitante foráneo hubiera dicho “caminos de difícil acceso”, pero el término difícil ellos se lo reservan al transporte. O a la vida, que es mucho más que el ir y venir, entrar y salir.
Cualquiera que se asome al poblado y vea cómo arreglan el camino, reparan las paradas o mejoran la cerca perimetral de un parque, podría cuestionarse la pertinencia de ciertas obras que no se traducen en 30 viviendas, por ejemplo. Sin embargo, el trabajo comunitario es, precisamente, un empeño de (y para) mayorías. En el caso de Vicente se apuestan más de 10 millones de pesos en beneficio de todos, aun cuando lo poco entre muchos suela “diluirse” en términos económicos, no así en lo social.
Una calle y mil caminos
Eso está sucediendo a ocho kilómetros al este de la ciudad de Ciego de Ávila: no muy cerca para ser consejo popular citadino, ni demasiado lejos para cederlo a Baraguá. Una comunidad que no logra ser rural ni urbana y a la que, en tiempos de cosecha de papa, debe levantársele menos polvo rojo que el que por estos días le revuelven los carros de otra parte: los de Comercio, Servicios Comunales, Educación, Salud, Deportes, Telecomunicaciones, Pedraplén Sur, Gobierno, Partido…
El día que Invasor se sumaba al maratón, casi todos confluían en chequeo de obras. Pase de revista y ajustes aparentemente burocráticos que, al final, abrían senderos. Desde una motoniveladora para que el bache se tragara el asfalto y un chofer lo cruzara sin darse cuenta, hasta los bloques que no aparecían por ningún lado, “ni con Osmany, el de la EPASE, que todo el mundo sabe que se cuela por el hueco de una aguja”. El techo de la tienda comisionista, que antes era industrial y ahora será todo en uno. La pintura del bar de Quesada, que es “la imagen del centro, caballero, eso todo el mundo lo ve y hay que acabar de darle una manito”.
La terminación del local adonde llegaría el grupo electrógeno del policlínico, porque “esto, con corriente, es una boca de lobos, y si hay apagón…”.
Entre frases y apuntes se le iban entretejiendo los motivos a una reunión breve y útil; despojada de un orden del día como no fuera “ver lo que quedó pendiente”. Y luego se vería in situ.
Una reunión operativa. Nada de burocracia
Recorrido de obras. Ajustando detalles
Por eso no encontraríamos la historia de la gente que vino de Tercer Frente (Santiago de Cuba) dispuesta a todo, menos a perder su origen, de modo que bautizaron el nuevo hogar como Tercer Frente; o fue al revés, y antes en esa zona se creó un contingente de trabajadores con ese nombre, porque la idiosincrasia no entiende de geografías. Pueden preguntar también a los moradores del barrio holguinero, aunque sus direcciones digan Vicente, Ciego de Ávila.
Allí estaba, además, el presidente del Consejo Popular, Bienvenido Alfonso Carmona, el hombre que ha acompañado cada movimiento en los últimos tres años, aunque durante 22 fuera el delegado de Quesada y acumulara una hoja de servicios y quejas que deberían haberlo saturado.
Oyéndolo, uno entiende que, por el contrario, se ha vuelto un hueso duro de roer para quienes le exigen soluciones mágicas sin él tener ni sombrero de mago. Solo es un representante, la vértebra erguida para enderezar lo mal hecho y recomponerlo si hiciera falta. Es el hombre que mejor explica lo que le sobra y falta a Vicente. Pero no siempre se lo puede dar.
Bienvenido Alfonso Carmona, presidente del Consejo Popular de Vicente, se sabe al dedillo las complejidades de Vicente
Sus palabras son cálida bienvenida. Le hace honores a su nombre, anticipándose a la primera pregunta que intenta descubrir el lugar: 8881 personas, 2524 viviendas. Esa es la foto fija del Consejo. De ahí han salido tres reclamos fundamentales. Los viales, el alumbrado público y la legalidad de las viviendas que derivan, de paso, en la tenencia de la libreta de abastecimiento.
“De los viales ya nos estamos encargando, deben ser casi ocho kilómetros”, dice, y apunta al final de una calle que el marabú cerró, una vereda que conduce a 27 casas, el barrio de los Maceo, adonde llegará la guagua cuando terminen de abrirle paso.
Si falla el trencito, el transporte es un problema, y si llueve también, por el fanguero. Los niños que llegan a la recién remozada escuelita de Tercer Frente no se quejan. Los adultos que los traen a sus espaldas, sí. Hace seis años que la maestra Yenisleydi Pineda Cabrera los ve venir así y, como deben suponer, los enfangados llegan más felices que los pulcros. Los grandes, sabemos, no disfrutan de esa felicidad.
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Posted by Periódico Invasor on Sunday, December 25, 2022
Sin embargo, en preescolar, la vida es divertida en un “fanguicero” y en el parquecito al frente de la escuela. Tiene apenas dos hamaquitas, un tiovivo y una canal, creo. Casi no lo miré. Parecía vencido, más que roído.
Parque infantil de Tercer Frente, a las puertas de una mejor imagen
Bienvenido cuenta que lo repararán y dejarán el lugar más lindo que la plaza de al lado. Le creo en eso y en las gestiones para un alumbrado público que no pudo lograr este 2022. Le doy crédito, igualmente, a la exactitud con que se adentra en el viacrucis de la legalidad; el otro problema gordo de Vicente.
Paralelo a ello, registra a punta de lápiz las viviendas estatales vinculadas, las que se entregaron en propiedad, las faltas de documentación por haber estado vinculadas a varios organismos, las ilegales. En esos entuertos hay pisos de tierra erradicados y otros imposibles de resolver por la vía legal, de un plumazo.
Fuera de semejantes enredos, Bienvenido parece guía turístico. Describe con jactancia y facilidad los viejos problemas solucionados hoy. La torre de Etecsa que ya ofrece cobertura 3G; los consultorios reparados; el policlínico activado para “noches de jelengue, que aquí cuando la gente se toma dos tragos…”; las paradas con aires de ciudad.
Parada ejecutada por Comcavila, parte de las obras estrenadas en Vicente
Quienes llegan por primera vez quizás no perciban la nueva bienvenida —¿les faltará el cartel con anuncio literal?—, pero los habituados a su “entrisale” podrían sentir que llegan a un lugar mejor, diferente, aunque le sigan llamando Vicente.