La chispa prendió cuando parecía que Martí volvía a morir en el año de su centenario. Pero se ha mantenido encendida, siete décadas después
Fue la luz, ¿quién lo duda?, la “culpable”. Se hizo idea en la mente de aquel joven efervescente. Parecía, escribió entonces, que el Apóstol moriría en el año de su centenario, que el olvido finalmente había extendido su manto oscuro sobre la promesa martiana de la Independencia y que todos los caminos terminaban contra los muros de los cuarteles.
La idea pasó de ser ocurrencia y posibilidad a hechos. Abrigados por la noche fresca de enero, jóvenes liderados por aquel “iluminado” bajaron la escalinata universitaria llevando la luz sobre sus cabezas. De ahí a romper los muros de los cuarteles.
Siete décadas después permanece la idea, y la luz va y viene, a ratos incendiaria, a ratos tenue. La víspera de cada 28 de enero se torna fuego y al amanecer sonrisa de infante. Eso vimos hace apenas unas horas, al Apóstol de la luz, primero en marcha compacta, y luego en la sonrisa de los niños y las niñas.
“No hay gusto mayor, no hay delicia más grande, que la vida de un hombre que cumple con su deber”
“La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón”
“Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien”
“Eso es enseñar: hacer hombres piadosos y útiles”
“Ella va de todo juego, con aro, balde y paleta”
“¿Cómo dicen que es gallega?, pues dicen mal, es divina”
“Una escuela es una fragua de espíritus, ¡ay de los pueblos sin escuelas! ¡ay de los espíritus sin temple!”
“Desde los juguetes del niño, se elaboran los pueblos”
“El niño, desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve”