El poeta diría que no hay caminos, se hace camino al andar; el filósofo opinaría que los obstáculos no bloquean el camino, son el camino, y el arquitecto las denominaría barreras urbanísticas.
Lo cierto es que, en pleno siglo XXI, la ciudad no es lo que debería ser: accesible arquitectónicamente con el fin de que todos los ciudadanos puedan moverse con total libertad, independientemente de cuál sea su condición física.
Quienes caminan hoy en Ciego de Ávila pueden tener la sensación de hacerlo en una jungla de asfalto, donde cada quien actúa a su libre albedrío y construye o deconstruye a su antojo, en detrimento del entorno urbano.
Y más que eso, pueden hablar de actitudes egoístas, indisciplinas sociales y carencia de empatía con el prójimo, puestas de manifiesto al obstaculizar el paso en una acera, cerrar un portal y ocupar un espacio público para beneficio personal.
Tanta desidia y transgresión de las disposiciones técnicas, jurídicas y administrativas de carácter urbanístico, encuentran terreno fértil en la tolerancia y falta de acción de quienes deben velar por su cumplimiento.
Un consejo sano: camine con cuidado.
Huele a peligro
La invasión de las motorinas llegó también a los portales
¿Será esta una facilidad o un impedimento más?
Todo incluido: rampa y baño de aguas albañales para los pies
Accesos incómodos y poco prácticos. Mejor no llamar
Algunos se toman muy en serio aquello de “lo mío primero”
No importa que sea feo, cerrado el paso por aquí
Ni ley ni orden
Somos la huella que dejamos