Hay vidas, como la de Amaury, que no se pueden dejar morir como la hoja del caucho bajo este sol de abril.
Una “neumonía de origen desconocido” asomaba su corona allá en Wuhan, a mediados de diciembre último, y de momento aparecieron miles de víctimas o próximas a ese hecho que nos iguala a todos y recuerda la inequidad que sufrimos: la muerte. En tan solo horas, la Parca conquistaría, como hasta hoy, valores simbólicos, lecturas trascendentes y conclusiones tremebundas.
La nombrada COVID-19 merecerá milenios sin perder interés. También hay personas que salvan y se salvan. Historias que merecen abrir un día el periódico y mesmerizan la atención pública durante semanas. Hay vidas, como la de Amaury, que no se pueden dejar morir como la hoja del caucho bajo este sol de abril.
Majagua, un trocito del mundo, vio la tierra abrirse cuando apareció en el parte de cierre del día 29 de marzo de 2020 —a las 12:00 de la noche— su primer caso confirmado a la pandemia: “ciudadano cubano de 48 años de edad…”. Enseguida, “dicen que es Prieto de apellido”, “vino de Estados Unidos”, “tiene una pila de gente enredá’” y “ahora sí estamos ambarca’o”. Sin embargo, para el cubano Amaury Prieto Meneses nunca se cerró el cielo y, 15 días después, llega a casa.
— ¿Cómo emprendió la pesadilla?
— Regresé el 21 de marzo de Estados Unidos, porque allá vi las pésimas condiciones para enfrentar este virus. Viré para mi país porque sabía que aquí iba a estar más seguro. Cuando llegué a la casa, con mi padre, hija y esposa, decidí ir a hacerme la prueba. Fui identificado como caso sospechoso el día 24, remitido e ingresado en el Hospital Nguyen Van Troy, hasta que me dio positivo, y entonces me trasladaron para el Hospital Doctor Octavio de la Concepción y Pedraja, de Camagüey.
“Empecé a sentir un ardorcito en la garganta. Sí le puedo decir que cuando llegué del extranjero, mi esposa lavó todo con cloro. Insistí mucho en hacerme la prueba, por mi gente.”
— Y su familia…
— Mi esposa Mavel, la única que tuvo contacto conmigo, fue aislada en Ceballo 8 y ha dado negativo dos veces, una vez a la rápida y otra al PCR en tiempo real.
No ha tenido síntomas algunos. Igualmente, ha sucedido con el amigo que me fue a buscar al aeropuerto. Al retornar de Estados Unidos, inmediatamente, llevé a la niña, Yainet, para la casa de su tía, y a mi papá, que vive cerca, lo aislé de mí. Sabía que llegaba de un país con alto riesgo.
En el diálogo, por encima del nasobuco, siento que se le anuda la garganta. La familia es ese rayo de luz que le anima. Estar vivo, en casos como este, deja de ser “el simple hecho” que defiende un refrán que obvia el coronavirus, quizás porque, después de tantos y tantos decesos, protege seguir existiendo.
— ¿Cómo es la convivencia dentro del hogar?
— Ahora, después de “recuperado”, estoy aislado en la casa, solo con mi esposa, que no ha querido separarse de mí. Le dije que íbamos a dormir en camas separadas, yo en el cuarto y ella en la sala. De lejos todo el tiempo, con el nasobuco, no toco las cosas; ella misma pone el plato encima de la mesa.
Prácticamente, tengo las manos amarradas.
— ¿Y su papá?
— Tiene 82 años y está en su vivienda, enfrente de la mía, trancadito ahí. Del Poder Popular municipal le traen la comida, para yo no tener que trasladarle algo.
También los vecinos le hacen los mandados. Mucho, mucho apoyo.
Amaury es único hijo. Puedo sentir cuánto de disposición existe en él por levantarse e ir junto a su papá, a jugar su papel ante la vida de quien permitió y oró la suya. Se despierta la virtud del guerrero, por los motivos que una vez estuvieron y están.
— Instantes vividos en Camagüey.
— Un tratamiento de primera y una atención médica muy buena. Repito, viré para mi país porque sabía que aquí iba a estar más seguro, ¡y lo estoy!
Todavía tengo medicación en la casa, a donde retorné con los ocho interferones Alfa 2B Recombinante que faltan por ponerme, en total son 15, y más de 60 tabletas de la Kaletra (un antirretroviral utilizado contra el VIH-Sida, y con algunos efectos sobre el nuevo coronavirus), de un ciclo de 130. Esas medicinas las tengo en mi poder, junto con nasobucos y el cloro.
“Agradecido de los cuidados en el hospital. Felicitaciones grandes a ese colectivo de médicos y enfermeros, los que, muy profesionales, hacen mucho en contra de este mal. Una comida excelente, leche tempranito, pan con jamón y refresco por la noche, carne de res, pollo, porque el medicamento ¡es bravo!
“Me ponían dos rocephin a las 6:00 de la mañana y dos a las 6:00 de la tarde, en vena, y una bránula puesta permanente. Tomaba tres pastillas por la mañana, dos Kaletra y una cloroquina, y tres más por la tarde, lo mejor que existe para este padecimiento”.
Aparece en el instante de la conversación el amigo y “hermano” Ovidio, con quien, según relata Amaury, compartió enfermedad en el “Octavio de la Concepción y Pedraja”, otro nombre que jamás podrá olvidar. Incluso, al llegar al hospital agramontino fueron ubicados en una sala de Pediatría y después, ambos, traslados a otro espacio, a donde hacerle la guerra a la depresión.
— ¿Qué opina de la respuesta del territorio tras su recuperación?
— Esto ha sido lo mejor. Hasta la casa nos trajo un taxi, que esperaba en las afueras del hospital de Camagüey, sin cobrar un medio. Gratis todo, ¡y caro que le cuesta al país! Muchos amigos de afuera, que nos llamaban para dar apoyo, cuando estábamos ingresados, decían: ¡coño!, eso vale aquí, la gente pelea eso, lo llora. Nos comentaban: no tenemos medicamentos, el médico salió a ver con quién consigue un rocephin a una señora con falta de aire.
“El personal de Salud de Majagua se mostró muy preocupado cuando estaba allá. El teléfono no se ‛callaba’. Apenas llegué, sobre las 10:00 de la noche del lunes 13 de abril, me visitaron. Fumigaron la casa. Viene una enfermera a inyectarme. No estoy solo.”
— Ya que habló de los “de afuera”, ¿sabe algo de los que dejó en Estados Unidos?
— Todos han dado negativo.
Los aplausos en Majagua, este lunes, fueron compartidos y repetidos. Se aplaudió a los médicos a las 9:00 y a Amaury una hora después. Y es que, como repasa el majagüense recuperado, “nunca se vive algo comparado con eso”.
— ¿Nunca se vive algo comparado con eso?
— Tampoco estuve grave, porque no me dio tan fuerte. Inflamación en los pulmones, pero allí vivía un estrés tremendo. Escuchabas las muertes y uno decía ¿será que mañana me tocará a mí? Cada día me repetía ¡estoy vivo! Nos apoyábamos unos a los otros. ‛Oye, verás que vamos a salir de esta’, comentábamos.
“No hay con qué pagarle a esos médicos el esfuerzo que están haciendo, arriesgando su vida, y a la población cubana, que es muy buena. Al Estado también, sacando hasta de donde no tenemos. Esto es una lección para el mundo, que vean que sí podemos.
“A mis amigos, por teléfono, les digo que los quiero y algún día tomaremos ron y nos juntaremos otra vez, pero ahora lejos”. He ahí el mensaje de un majagüense, cubano al fin, que fue al campo de batalla con la firme seguridad de la victoria y volvió a casa “sin heridas”, si bien el único medio de vencer en una guerra, y él lo sabe, es evitarla.