A una madre en su Día

A ti, madre, está dedicada esta fecha. Si este mes es el de las flores, tú eres la más bella que engalana, cada jornada, nuestro entorno. No, no importa el color que ella tenga. Siempre estarás para recibirla.

Es cierto, así te recuerdo, la primera en dar los buenos días al Sol, y la última en dar las buenas noches a la Luna. Desde atender a tus niños, alistarlos y llevarlos a la escuela; también a tus progenitores y, por qué no, a tu compañero; hasta concluir el bregar cotidiano y, agotada, pero satisfecha, ponías la cabeza en la almohada.

Y así hasta que crecimos y te dimos nietos y biznietos. Así, hasta que por la ley natural de la vida, sigas estando en el mismo centro del recuerdo, que es decir del corazón. Porque siempre serás eso y mucho más: mujer, madre, abuela, camarada, profesional… tantas cosas que faltarían palabras para exaltar en su justa medida, la valía de tu quehacer; por qué no: de tu existencia.

Por todo eso y por otras muchas razones desde el sentimiento más puro, ahí te va un beso, el de todos los días… el de siempre

Para ti, MADRE, es esta flor que puede ser roja, pero también, blanca. Como dice una vieja canción que aprendí a tu vera, no importa el color que ella tenga, por que al fin, mi vieja, eso eres tú, una flor.

Y cuando escribo estas breves líneas, me viene a la mente uno de tantos pensamiento de José Martí, ese cubano universal que me enseñaste a amar y que luego inspiró a la Generación del Centenario a tomar el cielo por asalto para que tú y todas las madres del mundo, fueran más dignas, queridas y respetadas

“Y la mujer es tierna, y goza en darse; y es madre desde que nace y vive de amar a otros”.
¡Felicidades!