Uno de los varios eventos a los que asiste un presidente de Estados Unidos recién juramentado es el Servicio Nacional de Oración y, hasta la Catedral Nacional de Washington fue Donald Trump.
Al parecer pasó un momento incómodo. Cuando los periodistas le preguntaron qué le pareció el sermón y si le resultó emocionante, respondió: “No demasiado emocionante, ¿verdad? No pensé que fuera un buen servicio, no”.
La cuestión es que, en su sermón, la reverenda Mariann Edgar Budde se dirigió a Trump directamente desde el púlpito.
“En el nombre de nuestro Dios, te pido que tengas misericordia de las personas en nuestro país que ahora están asustadas. Hay niños, homosexuales, lesbianas y transgénero en familias demócratas, republicanas e independientes, algunos de los cuales temen por sus vidas”, expresó Budde.
La obispa remató cuando al referirse a los migrantes indocumentados subrayó “puede que no sean ciudadanos ni tengan la documentación adecuada, pero la gran mayoría de los inmigrantes no son delincuentes”.
Más adelante acotó: “Pagan impuestos y son buenos vecinos. Son miembros fieles de nuestras iglesias y mezquitas, sinagogas, gurdwara y templos”.
“Le pido —añadió— que tenga misericordia, señor presidente, de aquellos en nuestras comunidades, cuyos hijos temen que se lleven a sus padres, y que ayude a quienes huyen de zonas de guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y bienvenida aquí”.
Tras tomar posesión del cargo este 20 de enero, el republicano declaró emergencia nacional en la frontera sur y firmó una batería de órdenes ejecutivas destinadas a lo que calificó de “invasión sin precedentes” de indocumentados y otras medidas que podrían afectar derechos de los ciudadanos.
Reseñaron los medios de prensa que durante todo el servicio Trump, sentado en el primer banco, aguantó de manera estoica.