“… Y mis lágrimas las siento caer en mi alma.”

En tierras avileñas, Fermín Valdés Domínguez, el “amigo del alma” de José Martí, lo recordó así en el segundo aniversario de su caída en combate.

José Martí, en Yugo y estrella, poema en el que resumió la misión de su vida, certificó su disposición de enfrentarse a la opresión, al yugo, para que se viera relucir en su frente “la estrella que ilumina y mata”.

Martí se agigantó en vida y a 125 años de su muerte sigue creciendo porque hizo de su grandeza un ejemplo al servicio del bien común, con la misma intrepidez conque luchó por la libertad, la justicia y al servicio de la patria y la humanidad.

Así lo recordó en el segundo aniversario de su muerte, su “amigo del alma”, Fermín Valdés Domínguez, en plena campaña de La Reforma, desde el campamento del Cuartel General, a las órdenes del General en Jefe, Máximo Gómez, sitio ubicado al sur del actual poblado de Majagua, provincia de Ciego de Ávila. Por la vigencia y alcance transcribimos este panegírico, escrito en su Diario de Soldado:

La Demajagua, 19 de mayo 1897.

“Dos años hace hoy de la muerte de mi hermano queridísimo. Hoy es día de luto para la patria. Para mí de honda pena. ─Más que frases, lágrimas quedan aquí. Y con ellas, no tan sólo la ratificación de mi fe en esta grande y consoladora religión de los recuerdos, sino el anhelo de poder algún día pagar la deuda que tengo con la memoria sagrada de mi hermano idolatrado, escribiendo mucho sobre su muerte, ejemplo y castigo para los que no supieron amarlo, y premio para él que sólo merecía vivir en la gloria, desde donde guía a los cubanos en el aliento de sus virtudes y sus energías. “Dos Ríos” es un altar: no se arrodilla ante él el soldado que lucha, sólo para derramar fervorosa lágrima: allí se jura, y es la protesta repetida ante aquel montón de piedras que señalan el punto donde quedó su sangre, la oración sublime que sintetiza todo lo grande y bueno que en la tierra se agita y que va al cielo en donde la Justicia tiene su trono, en donde la pureza y la virtud son Dios. ─Me parece que veo a mi hermano y que mis brazos lo abrazan y que siento rodar por mis mejillas sus lágrimas. El día está triste, lluvioso. Llueve y no hay sol, como la tarde inolvidable para mí en que nos abrazamos por última vez allá en Cayo Hueso. En que lloramos al separarnos: era que nuestras almas hermanas en los dolores y las alegrías sentían la pena más triste. El murió y tras él tantos otros, pero la Patria se salva a pesar de las miserias sobre las que a las veces tiene que chapotear el infatigable corcel del soldado de la honra.─”

Y con la seguridad en el triunfo de la causa cubana y el enaltecimiento de la figura del Apóstol de la independencia de Cuba, Valdés Domínguez sentenció a renglón seguido:

“Cuba será libre y el día de la victoria yo me ocultaré para llorar a solas la orfandad de mi alma. En todos los que saben amar a Cuba, vives oh mi hermano cariñosísimo y noble. ¡En todos los corazones honrados está tu código de purezas: los héroes, los valientes, los que dignifican la gloriosa bandera, esos son tus hermanos, cuidan tu tumba, la honran: en esas almas vives, sigue, por lo tanto, siendo el verbo de la dignidad: tu protesta lleva a los hombres al combate y cuando el tirano dice ¡muerte! Tu espíritu alienta a los que contestan al caer: ¡Victoria! Hay una religión nueva, el altar está en Dos Ríos, el templo tiene por cúpula el Cielo: el himno sagrado de la Patria tiene el incienso de la pólvora, todo lo grande del combate, todo lo hermoso de la protesta y el sacrificio. Siguen siendo tus discípulos, los que no te ofenden olvidando tus virtudes!...”

Y finaliza sus conmovedoras reflexiones con la seguridad de que el ejemplo y las profecías de Martí han de cumplirse en una patria libre e independiente por la que luchó y murió Antonio Maceo y a la que se consagró el Generalísimo Máximo Gómez:

“Y en los combates y en las horas de pesar, hay un hombre todo energía y grandeza: ni en su cuerpo de hierro ni en su corazón de oro hay debilidades ni vacilaciones; genio de la Libertad nada detiene su potente corcel: hay en su pecho para Cuba todos los amores: ha ofrecido por redimir nuestras esclavitudes toda la dulzura de su hogar hermoso y humilde; ese inolvidable guerrero del deber, ese profeta de la Justicia y de la Verdad, que mata al tirano y enseña con el ejemplo y con la palabra como se redimen los pueblos que merecen serlo, es el jefe en quien viste siempre encarnados todos tus anhelos revolucionarios, el que lloró en Dos Ríos y perdió algo de su alma en Punta Brava.

¿Quién puede detener la protesta de la dignidad si lleva a Cuba a la honra el brazo del Libertador Máximo Gómez y la sombra hermosa del Mártir de Dos Ríos? Estoy triste y mis lágrimas las siento caer en mi alma. (…)”

Fuentes:
• Hidalgo Paz, Ibrahím: José Martí. Cronología 1853-1895. Cuarta edición aumentada y corregida, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2018.
• Quesada y Miranda, Gonzalo de: Iconografía Martiana. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1985.
• Toledo Sande, Luis: “José Martí, crecer con el hechizo”. En revista Bohemia. Año 112, No. 3, 7 de febrero del 2020, pp.6- 9.
• Valdés Domínguez, Fermín: Diario de Soldado. (Tomo Cuarto). Centro de Información Científica y Técnica, Universidad de La Habana, La Habana, 1974, pp. 48 y 49.