Una afrenta que no se olvida

“Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a su mesa…” estas palabras de nuestro Héroe Nacional José Martí, quien para los cubanos es algo sagrado, me vienen a la memoria hoy, precisamente cuando se cumplen 75 años de que un marine yanki nombrado Richard Choinsgy, se sentara a horcajadas sobre los hombros de la estatua del Apóstol, en pleno Parque Central habanero, en 1949, y la usara como urinario.

Tal hecho, constituyó una incalificable ofensa, que se produjo al arribar una flotilla de la armada norteamericana al puerto habanero. Los irrespetuosos y envalentonados marineros que escenificaban una escandalosa juerga a lo largo del Paseo del Prado se encaminaron hacia la estatua del Apóstol de la independencia de Cuba. Al llegar a la base del monumento, entre gritos y burlas, ejecutaron tan intolerable acto.

Según la periodista Felipa Súarez Ramos en el artículo Resguardar la memoria de Martí el vandálico suceso quedó registrado para la Historia por la cámara de Fernando Chaviano, fotógrafo dedicado a retratar a los turistas, quien rápidamente reveló las placas y se las vendió a un reportero gráfico del periódico Alerta, que las publicó al día siguiente en primera plana. También fueron reproducidas por varias revistas, entre ellas Bohemia y Carteles.

La afrenta encolerizó a varios cubanos que transitaban por los alrededores del Parque Central, que le exigieron al marine que se bajara, siendo objeto de burla. La reacción no se hizo esperar y una lluvia de piedras y botellas se cernió sobre los profanadores, que fueron “salvados” por la intervención de la policía entreguista que la emprendió contra quienes defendían la memoria del Apóstol.

Mientras la noticia se esparcía por la ciudad, frente a la Tercera Unidad policial se congregaron cientos de cubanos dispuestos a darle ejemplar respuesta a aquella injuria, que era como un latigazo en pleno rostro de los cubanos. Los “rescatadores” lo impidieron, agrediéndolos con palos, culatazos y tiros al aire.

Los jóvenes de entonces, como los de ahora, defensores del honor de la Patria, agrupados en la Federación Estudiantil Universitaria, encabezaron los actos de repudio que contra tamaña afrenta se sucedieron posteriormente.

Las fotografías de la afrenta de los marines yanquis a José Martí

El entonces estudiante de Derecho, Fidel Castro Ruz, fue de los protagonistas de aquella jornada, junto a Alfredo Guevara, Lionel Soto y Baudilio Castellanos, efectuaron un mitin de condena frente a la embajada de Estados Unidos al que se sumaron los estudiantes y el pueblo para protestar por el ultraje y exigir que los culpables fueran juzgados por los tribunales cubanos.

Nuevamente la policía, como lo habían hecho anteriormente, esta vez al mando del coronel Caramés y el teniente Salas Cañizares, irrumpió en el lugar y arremetieron contra los manifestantes infligiéndoles graves golpeaduras a Baudilio y a otros estudiantes más. La escuadrilla de la US Navy abandonó el puerto de La Habana, 48 horas después de la ignominia.

Un consejo de guerra, de todos los que participaron en el grotesco espectáculo, solo condenó a Richard Choinsgy a quince días de prisión en las celdas del Rodman. Mientras en la memoria de los cubanos ha quedado imborrable la vejación cometida.

Ni las coronas de desagravio que depositó el Embajador norteamericano ante la estatua de Martí, ni sus palabras disculpándose por la infamia de sus marines, mitigaron entonces la indignación del pueblo. Aún 75 años después, los cubanos no hemos olvidado el crimen, menos, cuando el gobierno estadounidense continúa mostrando la verdadera calaña de la filosofía imperialista: su prepotencia, arrogancia, hegemonismo e impunidad.