Un cumpleaños para Fidel

La historiografía no recoge con detalles cómo celebraba Fidel sus cumpleaños, hasta el 13 de agosto de 1996, en que los niños le regalaron una fiesta.

Supongo que le celebraron cumpleaños como a casi todo el mundo en esta vida. Una panetela, refresco con hielo picadito, panecitos suaves de harina de Castilla, caramelos, chiquillos corriendo sobre el piso de madera de la casa grande o en el inmenso patio. Y como era hijo de hacendado, quizás hasta lechón asado y yuca con mojo se comió en Birán, más de una vez, en honor al tercer hijo de Ángel Castro y Lina Ruz. Pero no hay un relato exacto de los 13 de agosto desde 1926 y las fiestas para Fidel.

Una podría pensar que la intención de no darle más importancia que la que merece un cumpleaños —una vuelta al Sol, 365 oportunidades para vivir— la ejercitó Fidel después de que el triunfo revolucionario de enero de 1959 lo puso a la cabeza de un país, nuestro país. Pero no, ya para entonces era costumbre que su onomástico pasara, no sé si por alto, pero sí entre tantas otras cosas que no hay biografía escrita o por escribir, cronología oficial o aproximada, que deje entrever celebración y fanfarria.

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Hay, por ejemplo, un pasaje del 13 de agosto de 1947, el año en que alcanzó la mayoría de edad. Ese día, el joven Fidel no estaba en su casa, compartiendo con los suyos, sino en cayo Confites, en la costa norte del Oriente cubano. Desde finales de julio se preparaba allí para una expedición, a la postre frustrada, que combatiría a la dictadura del general Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana.

Dos años después, recién casado con Mirta Díaz-Balart y a la espera del nacimiento de su primogénito, ¿qué hacía Fidel? No se puede decir con precisión histórica, pero no sería descabellado imaginarlo de vacaciones en Birán o cocinando en el apartamento del Vedado. El 1ro. de septiembre nacería el niño.

Si el 15 de septiembre de 1950 discutió ante el Tribunal Docente su ejercicio final de grado y se graduó como Doctor en Derecho, Licenciado en Derecho Diplomático y Licenciado en Derecho Administrativo, podemos sobreentender, tanto tiempo después, que el 13 de agosto de ese año se lo pasó poniendo a punto su presentación, con ese verbo apasionado que ya tenía, resultado de las muchas horas de lectura y una “carrera” consolidada como dirigente estudiantil.

El cumpleaños más difícil, sin embargo, sobrevendría el 13 de agosto de 1953, porque, al cumplir 27 años, Fidel estaba preso en la cárcel de Boniato, sabiendo que muchos de sus hermanos de lucha habían sido asesinados después del asalto al Moncada. Fue difícil no porque se arrepintiera o por sus penas personales, como le escribió a su hermano Ramón, sino por el recuerdo de los compañeros caídos.

Los 30 años lo sorprendieron, como los 29, en México, preparando el regreso. Y el decimotercer día de agosto de 1959 tampoco hubo fiestas ni brindis, más bien pecho a las balas en Trinidad, donde se neutralizó una conspiración que pretendía controlar el Escambray.

Luego, la cronología recoge unos pocos datos más, como aquel cumpleaños en que tiró la primera bola de un campeonato de béisbol, o en 1991, cuando Ana Fidelia Quirot lo felicitó personalmente en la Villa de los Juegos Panamericanos.

Pero el 13 de agosto de 1996 todo cambiaría. Fueron los niños, quiénes si no, los que le regalaron a Fidel una superfiesta en el Palacio de Pioneros. Le cantaron el ¡Feliz Cumpleaños! y él sopló 70 velitas, como un niño más, en un inmenso cake, que después se repartiría entre todos. Así empezó esta suerte de tradición que, a los 93, seguimos celebrando.