Periódico Invasor: Del sueño al empeño

Nos acercamos al primer año de publicación del periódico a través de sus páginas

La recién nacida provincia tenía de todo. Un comercio próspero, industrias azucareras, grandes extensiones de tierra para cultivar y criar ganado, escuelas, hospitales, estaciones de radio, teatros, ¿qué más podría ambicionar?

En diciembre de 1975, mediante resolución, el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba había indicado la realización de una nueva División Político-Administrativa, que se hizo efectiva 11 meses después. El 8 de noviembre de 1976 el país amaneció con 14 provincias y un municipio especial. Ciego de Ávila dejó de ser un término municipal y amplió los límites de su “hato” hasta lugares que demorarían, no obstante, en dejar de sentirse camagüeyanos.

Reitero, parecía que la naciente provincia lo tenía todo, pero ahí es donde Héctor E. Paz Alomar, decano de los periodistas avileños, me diría enfático: “todo menos un periódico”. Para entonces había dejado de circular el insigne rotativo El Pueblo y las noticias de Ciego de Ávila se imprimían en las páginas del Adelante, publicación camagüeyana que casi bajó de la Sierra junto con la Revolución.

Digamos que no solo el desarrollo del territorio, su acontecer diario, los progresos, los retrocesos, necesitaban un periódico que lo reflejara; también a la construcción simbólica de la identidad del avileño, expandida más allá de la calle Independencia o La Trocha, le urgía el olor a tinta negra sobre papel gaceta. Pero demoraría aún tres años en concretarse la alquimia del plomo entintado convertido en caracteres.

Probablemente, se hizo coincidir con toda intención, a sabiendas de que fundar un periódico es, de alguna manera, como el Moncada, un asalto a lo imposible. El 26 de julio de 1979, en medio de la conmemoración patriótica, le nació a Ciego de Ávila, no sin los trabajos propios de un parto, su diario, que quedaría registrado como Invasor.

Por el nombre, enseguida se supo que tenía varios “padrinos”. En la primera edición, que circuló el propio 26 de julio, se podía leer: “Maceo y Gómez están presentes, porque fueron ellos los primeros en llevar la llama de la insurrección armada de Oriente a Occidente. (…) He aquí la conjunción histórica: en pleno siglo XX, Camilo y Che rememoraban la Invasión (…)”.

10 párrafos después, la misión: “Cuando se tiene la responsabilidad de informar al pueblo, se sabe que esta no es una tarea fácil. El periodista revolucionario es parte integrante de la sociedad socialista, y como parte integrante está allí, junto al pueblo, en sus horas de triunfo, en sus horas de batalla.”

A partir de ahí, la historia avileña tuvo nuevos escribanos.

1979

Periódico Invasor El año en que nació Invasor, la provincia estaba “despegando” en lo económico y lo social y a nosotros, aquí en la Redacción —sobre todo los fundadores—, nos gusta creer que pusimos un puñado de letras en ese empeño.

Por esos días, los portuarios de Júcaro manipulaban más de 82 000 toneladas de azúcar y la gran Mercedes Pomares encabezaba la preselección de voleibol para eventos nacionales. El 1ro. de agosto comenzaban los carnavales (que luego volverían a ser en mayo), el canal Seis transmitía la telenovela Primavera en Budapest y Tele Rebelde un concierto de Sonia Silvestre en Carifesta 79.

La Empresa Avícola, según se leyó en el estreno de este periódico, entregó a la economía 986 toneladas de carne de pollo, nueve centrales molían y, hasta el 9 de agosto, se habían sembrado 343 caballerías de pasto. La ciudad cabecera continuaba creciendo con 88 nuevos apartamentos de microbrigada en el reparto Vista Hermosa; la mortalidad infantil había descendido a 18 por cada 1 000 nacidos vivos, y al recién inaugurado hotel Ciego de Ávila se le sumaría uno similar en Morón.

En el verano de 1979, imprimía Invasor, Sergio Farías era una revelación que el Concurso Adolfo Guzmán de ese año había sacado a la luz, al concederle una mención por su interpretación del tema “Hay días que quisiera ser el niño aquel”, de la autoría de José Valladares. Un día después, el rotativo ponía reflectores sobre la ahora olvidada playa La Tinaja y se preguntaba qué sucedía allí, por qué la desatención. Si algo debe ser dicho es que, hoy como ayer, estas páginas no solo han servido para el elogio merecido y la información veraz, sino para la crítica a tiempo y sin paternalismos.

Más de 100 000 estudiantes fueron a clases en ese septiembre, motivados, algunos de ellos, por estrenar un seminternado grande, de 500 alumnos, en Vista Hermosa, que le costó a la provincia medio millón de pesos.

Después de la premier de una de las mejores películas cubanas, Retrato de Teresa, nuestro José Aurelio Paz —que aún no firmaba como JOPA ni era periodista en plantilla, sino asesor de Literatura en la Dirección de Cultura— aseguraba que al filme había que verlo dos veces; una, para disfrutarlo como pieza de arte; y otra, para entender cada uno de los entresijos y significaciones que la vida de aquella mujer, maltratada por su esposo machista y por una sociedad que todavía no la reconocía en toda su integridad, ponían delante del público.

Antes de que terminara 1979, Invasor publicó notas y reportajes que también contaban la primera vez de muchos sectores avileños. En Baraguá, por ejemplo, la fábrica Makenaf produciría sacos a partir del kenaf, planta hebrosa de múltiples usos (de la que nunca más tuvimos noticias), y para ello estaban sembradas 150 caballerías. O en Florencia, que, luego de esperar largamente, al fin tendría una línea de ómnibus que la enlazara con Ciego de Ávila. O en Primero de Enero, donde se inauguró la tercera fábrica de levadura torula de la provincia. O en Bolivia, con una flota entonces activa de los muy conocidos “tres patá”, pintorescos automóviles que, al inicio, eran de uso exclusivo de la clase pudiente en Cunagua y luego del triunfo revolucionario fueron a manos de la gente humilde, la misma gente humilde que se bañaba solo en una parte de la playa, porque una cadena separaba a los ricos de los pobres.

Así lo contó Láinez Lorenzo Pino, periodista todoterreno y sin pelos en la lengua, que firmó más de un reportaje en Invasor, con estilo directo y sin adornos.

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1980

El 80 fue un año complejo. Empezó con tristezas, porque el 11 de enero falleció Celia Sánchez Manduley, heroína de la Sierra, la flor más autóctona de la Revolución. Al día siguiente, en la sección deportiva, Mario Martín Martín entrevistaba al lanzador avileño más consistente de las últimas dos décadas: Lázaro Santana, quien no podría jugar en la Serie Nacional por lesiones en el brazo de lanzar.

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Por si fuera poco, la siembra de frío y de primavera, de cara a la próxima zafra, no marchaba bien. En Bolivia, a pesar de tener los mejores equipos de roturación de tierra, no se había podido sembrar lo previsto en Manga Larga y el incumplimiento era una amenaza muy seria al plan azucarero provincial. Una brigada de la Vivienda rompió un tubo del acueducto municipal en Morón y el chorro estuvo botando agua potable dos días, porque el suceso fue un sábado por la tarde y la responsabilidad se tomó el domingo de franco.

Inaugurando una tradición con altibajos en sus 40 años, Invasor publicó desde sus días fundacionales casos de corrupción y delitos sancionados por los tribunales avileños. Así, en febrero de 1980, una nota dio cuenta de la malversación en la entonces Empresa Constructora de Ciego de Ávila, en la que se realizó un pago indebido correspondiente a 87 horas de trabajo. Además de llover mucho de esa fecha a la actualidad, también han cambiado ¡mucho! los delitos, debemos decir.

Tomás Madrigal Díaz, otro de los fundadores, se hacía en el 80 una pregunta que todavía hoy necesita una respuesta: el porqué de la mortalidad en los rebaños ganaderos. Mala higiene en los establos, problemas con la alimentación del ganado, déficit de agua, falta de alambre para cercar los potreros, poca capacitación al personal de las vaquerías, deficiencias en el proyecto de las recrías, fueron algunas de las causas identificadas por el periodista. ¿Se mantendrán todavía hoy?

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La primera crónica que reconocí en este hojeo rápido del primer año de Invasor lleva la firma de José Aurelio Paz y relata los sucesos del primer Sábado del Libro en el poblado de Ceballos, en el que se presentó el texto El Jefe del Pelotón Suicida, del autor moronense Larry Morales. Y dice JOPA: “Un niño rubio le dijo a su amigo: —¡Sí, chico, ese hombre es el que ‘está escribiendo’ el libro! Y el otro le constataba —¿Y por qué no trae su fotografía?”.

Antes de que terminara febrero, Florencia se convirtió en el primer municipio del país en ganar la Batalla por el Sexto Grado. Sí, porque la Revolución alfabetizó comenzando los 60, pero había que seguir estudiando. El lunes 25 de febrero, con transmisión por radio y televisión, tuvo lugar el acto nacional desde el territorio florenciano. En la nota que lo anunció en primera plana, Héctor E. Paz Alomar escribió: “Estos son compromisos ineludibles de los trabajadores y el pueblo avileños, y, al igual que en otras esferas se obtienen logros, se saldrá adelante en esta hermosa batalla para cumplir con Fidel, el Partido y la Revolución, en saludo al Segundo Congreso del Partido”.

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El 5 de abril las cosas se pusieron feas otra vez. Un grupo de individuos entraron por la fuerza en la embajada de Perú, en La Habana, y ese día Invasor publicó una nota oficial del Gobierno Revolucionario que dejaba bien claro que no se tolerarían “bajo ningún concepto ni bajo ningún pretexto, la violación de nuestras leyes y nuestra soberanía”. A partir de ahí, lo que vino fue una ola de reafirmaciones en cada uno de los sectores avileños, reflejadas en estas páginas.

periodico invasor

Se suponía que, cercanos a la fecha, muchos de los esfuerzos del colectivo de Invasor se encauzaran hacia la celebración del primer aniversario, acaso el más difícil, el de los descubrimientos, aprendizajes, equivocaciones, erratas, desvelos. Pero no. El miércoles 4 de junio el Buró Político del Comité Central del Partido decidió otorgar la sede para las actividades centrales por el 26 de Julio a Ciego de Ávila y todas las prioridades cambiaron.

periodico invasor Lo que vino después fue el relato consuetudinario del esfuerzo de una provincia por demostrar que la designación no era una palmadita en el hombro para contentar al pueblo, ni una mirada lastimera, sino el reconocimiento a mujeres y hombres que estaban transformando su realidad, a pulso. Así, le nació a Ciego de Ávila una Plaza de la Revolución, la Circunvalación Norte, una fábrica de baldosas, la Escuela Pedagógica, el cine Nicaragua, nuevos edificios en el Microdistrito A de Vista Hermosa, dos objetos de obra del Instituto Superior Agrícola de Ciego de Ávila, la pavimentación de varias calles, el policlínico Belkis Sotomayor, la piscina olímpica y tantas otras obras reparadas, devueltas a su esplendor.

En la edición especial del sábado 26 de julio de 1980 no hubo, siquiera, un párrafo que recordara el cumpleaños de Invasor. No hacía falta. El mérito mayor de un periódico es volverse letras, hechos, opiniones, expectativas, deseos, alegrías, tristezas, papel para envolver mandados, tal vez, y descubrir, allí donde se pliega el bulto, una historia que haga desempaquetar todo y leer.

La única evidencia de que se trataba del mismo periódico que cumplía un año de vida estaba en el exergo fundacional, repetido 12 meses después. La frase de Lenin, que en algún punto del camino en estas cuatro décadas se cambió por el ideario martiano, era y es ejemplar: “Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía.”

A eso se ha dedicado Invasor en los últimos 40 años. A soñar, creer y realizar escrupulosamente la fantasía de ser un mejor periódico cada vez.