Paquito Espinosa: un estadio y su gente

• Tras ocho años de obras, los motivos para lucirlo como un orgullo de Morón florecieron de golpe

Mucho se ha escrito ya sobre la tradición deportiva en Morón, con sus justas dosis de orgullo casi chovinista, y ningún escrito ha podido prescindir de la memoria envidiable de Arquímedes Romo Pérez, trabajador de la radio moronera desde sus inicios, y apasionado del deporte aún setenta años después de que empezara a narrarlo.

• Lea una entrevista a Arquímedes Romo Pérez.

Entre todas esas historias, la del estadio Paquito Espinosa apasiona como pocas. Porque, aunque está ligada a las élites de la época en que fue construido, no se escribirían estas líneas de no ser por la afición popular.

• Lea sobre su reciente reparación.

El municipio de Morón, en aquel entonces de los más extensos del país, era un Macondo a principios del siglo pasado, con un único acceso a través del mar. Antes del fútbol y la irrupción del Ferrocarril del Norte de Cuba (con un nodo importante allí), el sopor de las tardes se combatía con la adrenalina de las corridas de toro, bien hispanas. Así se festejaba el 2 de febrero la tradición católica dedicada a la Virgen de La Candelaria, a lo largo de la actual calle Salomé Machado.

Después de 1925, y en tren, llegó la pasión beisbolera. Arquímedes recuerda a la prensa de la época cronicando la exaltación del pueblo por los “uniformes indecentes de los jóvenes deportistas”.

El béisbol se jugó por largo tiempo y se jugó bien, antes de que Morón fuera a presumir talento a la Liga Interprovincial en Camagüey. El equipo era fuerte, pero no se podía traer la liga a casa, porque la ciudad aún no contaba con un estadio.

Y fue entonces cuando el profesor, abogado y periodista Benito Llanes Recino, según cuenta Arquímedes, creó un patronato comunitario, como forma jurídica de asociación que sustentara la recogida de fondos para construir un estadio.

El dinero no fue mucho. Por suerte, el terreno fue donado por un vecino, Pedro Medina, en honor a quien se nombró la calle que conecta al estadio con el resto de la cuidad, y el pueblo mismo se volcó a acondicionar el terreno cenagoso. Los materiales de construcción fueron rústicos. Tablas y guano.

“Pero dio la casualidad de que los hermanos Pardo Jiménez, políticos importante en Morón y en Cuba, estaban en plena campaña electoral, así que ellos asumieron los costos de construcción del estadio actual”, cuenta Arquímedes.

El proyecto arquitectónico fue donado por Armando Galguera, quien fuera posteriormente fundador del Ministerio de la Construcción. El ingeniero y jefe de brigada al mando de su construcción fueron Antonio Carvajal y Ramón Pardo.

Tras ocho años de obras, los motivos para lucirlo como un orgullo de Morón florecieron de golpe. El primero del interior del país con iluminación artificial, el primero con pizarra eléctrica, ni una sola columna en los palcos que interrumpiera la visibilidad... Un estadio moderno al que vinieron a jugar equipos profesionales de la Liga Triple A.

Aunque figure el 9 de abril de 1958 como la fecha oficial de su apertura, para Arquímedes cuenta el 14 de junio de ese año como la verdadera inauguración, porque la Huelga General opacó el suceso, y el pueblo no asistió hasta junio, cuando los Cuban Sugar Kings, equipo que pertenecía al colono del Central Cunagua, Roberto Maduro, se enfrentaron a las Agujas de Miami.

No es de extrañar que tras el triunfo revolucionario, el Paquito Espinosa se consolidara como el segundo de Cuba, y escenario de eventos deportivos de importancia, y que un estadio gemelo se construyera en la Ciudad Deportiva de la capital, donde Arquímedes Romo narró un juego de pelota por primera vez.

“No pongas eso”, me dice. “Estamos hablando del Paquito Espinosa”. Y entonces le pregunto cuántas cosas relacionadas con ese lugar él recuerda en carne propia: “Yo narré 33 series de pelota, y fui locutor del Estadio por 28 años”, contesta. “Creo que no me daría tiempo responderte”.

• Sobre la venidera serie de béisbol en Ciego de Ávila.