Olivera: ejemplo cabal de revolucionario

El veterano periodista Héctor Paz rememora la figura del Teniente Olivera a 25 años de su desaparición física

oliveraArchivoEl teniente Enrique Olivera durante la entrega de títulos de propiedad a campesinosCuando se quiera hablar de unos de esos hombres que, con su modestia a prueba de balas, y su limpia vida y ejemplar ejecutoria, se ganaron el respeto y la admiración de varias generaciones de avileñas y avileños, sin duda habrá que hacerlo no solo en pasado y presente, sino en futuro, del primer teniente Enrique Olivera Araújo, o mejor aún, simplemente, del Teniente Olivera.

Este 27 de junio se cumplió el aniversario 25 de su desaparición física. Una larga dolencia le cerró sus vivaces ojos para siempre en 1998. Su sepelio se recuerda como uno de los más grandes en este territorio.

Así, con ese hermoso tributo del pueblo que lo admiró, descansaron sus restos en la necrópolis avileña, allí, donde su eterna compañera, la noble e inefable Leoba, lo esperaba, al fin volverían a estar unidos, como en las luchas partidistas y obreras en favor de los desposeídos.

Ahora, inolvidable camarada —hablo en presente—, vuelvo a herir su proverbial modestia, aunque otra vez, como en su 75 cumpleaños, hago harto difícil la labor del periodista. Sí, porque me gané un “amable” regaño por la crónica que firmé.

Yo lo conocí muy joven. Desde entonces su ejemplo me marcó. Verlo trabajar en las feraces plantaciones de papa en Sanguily, jolongo al hombro como cientos de movilizados, estimuló a los de menos almanaques que pensábamos que era poco lo que hacíamos y usted como uno más. Rica lección.

En este sortilegio con usted, aún me pregunto cuántas alegrías, penas, júbilo debía atesorar a sus 75 almanaques vencidos. Imagino que serían tantos los recuerdos que no se podría consignarlos en estas escasas líneas.

Es por eso que me arriesgo a otra amable reprimenda. Porque ¿cómo olvidar sus luchas políticas en el Partido Socialista Popular primero y, más tarde, en el Partido Comunista de Cuba?

¿O no mencionar, siquiera, su paso por el Ejército Rebelde, los combates en los que participó; las misiones cumplidas, entre estas su participación en la organización y desarrollo del Primer Congreso Campesino en Armas; o las 18 ocasiones en que guardó prisión por defender a los desposeídos?; en fin, sus más de cuatro décadas de incansable cabalgar.

Inolvidable, además, su paso por el Poder Popular, tanto como diputado, como miembro de la Asamblea provincial y como representante del pueblo en su radio de acción; destacado también, su trayectoria en el Comité Provincial del Partido; sus responsabilidades en distintos frentes de la agricultura, y su condición de fundador de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana.

En nombre del pueblo ¡Felicidades!, tal fue el título de la crónica de marras. Créame, Enrique, que el homenaje organizado por el Buró Provincial del Partido fue bien merecido.

En aquella ocasión escribí: “El abrazo fuerte y sincero que le dio Valdés Valdés, simbolizó el respeto, el cariño y la admiración que sentimos por usted, que representa todas las cualidades y virtudes que debe poseer un revolucionario verdadero”.

Enrique Olivera nació el 3 de marzo de 1905. Al fallecer ya había cumplido 93 años.

En una conversación —una de tantas— que sostuvimos, le pregunté por el descanso. Esta fue su respuesta: “mi descanso solo llegaría en la muerte”. Entonces, Teniente, aún no ha llegado ese instante. Su ejemplo así lo afirma.