A 175 años de su natalicio recordamos la impronta del independentista cubano
Nacido el 26 de marzo de 1848, en la calle habanera de la Obrapía, Manuel Sanguily y Garrite fue uno de los más brillantes alumnos del colegio El Salvador, fundado por el ilustre pedagogo cubano José de la Luz y Caballero. Él mismo, más tarde, impartió clases de Literatura y Gramática, antes de dar el decisivo paso de convertirse en soldado de la Patria oprimida por el colonialismo e integrar las filas mambisas.
No solo tomó parte de la legendaria caballería camagüeyana al mando del histórico Mayor Ignacio Agramonte, sino que también peleó en las tropas dirigidas por el Generalísimo Máximo Gómez y bajo órdenes del Lugarteniente General Antonio Maceo, quien apreciara su valía de combatiente e intelectual, de manera especial.
“(…) combatimos por la vida, no por la muerte”, escribía Manuel Sanguily el 10 de abril de 1876, en el periódico mambí La Estrella Solitaria, donde publicaba sistemáticamente con el seudónimo de Otto, durante la Guerra de los Diez Años.
Después de algunos años en Estados Unidos, regresó a Cuba definitivamente en octubre de 1898. Manuel, que había estudiado Licenciatura en Derecho en su juventud, puso también al servicio de su país su intelecto y profunda ética, y se mostró incansable y descollante en su tiempo, sus juicios y su prosa se valoran de notablemente brillantes y definitorios.
La bibliografía consultada da muestras de que se probó, además, como político, escritor, militar y orador cubano, desde temprano fue redactor y colaborador de la Revista Cubana y fundador de su similar Hojas Literarias (La Habana 1893-94), de la cual resultó director. No le bastó: fue un ensayista connotado, en cuya obra descuellan Discursos a la emigración cubana (New York, 1877); Los Caribes de las Islas, estudio crítico (Habana, 1884), y Un insurrecto cubano en la Corte (Habana, 1888).
Fundó la revista Hojas Literarias (1893-1894) y después, a finales de la década, colaboró en Patria, Libertad y La Discusión.En sus textos y discursos predominan la prédica política comprometida con la lucha por la independencia y la soberanía nacional, la propaganda separatista, la reflexión teórica, la preocupación social. Igualmente, dedicóartículos a la crítica literaria e histórica, con depurado estilo.
Su prestigio como intelectual le hizo ganar el mérito de estar entre los fundadores de la Academia de Historia de Cuba en 1910, junto a una pléyade de nombres ilustres como Enrique José Varona, Juan Gualberto Gómez, Fernando Ortiz, José Miró Argenter, Juan Miguel Dihigo, Enrique Collazo y Ramón Roa.
En 1902 se manifestó en contra de la Enmienda Platt, pero fue aún más férrea su oposición al Tratado de Reciprocidad Comercial entre Cuba y Estados Unidos, el cual estipulaba la rebaja del 20 por ciento al azúcar y a otros productos cubanos.
Sobre lo que implicaba este tratado advirtió: “Las concesiones que se nos hacen tienen infinitamente menos valor que las que hacia ellos se nos imponen, de donde ha resultado que los Estados Unidos, en cuanto las circunstancias actuales lo consienten, se han subrogado a nuestra antigua metrópoli española; han reducido nuestra condición general, bajo el aspecto de la hacienda y del comercio, a aquellas mismas relaciones sustanciales en que se encontraba Cuba respecto de España, cuando España dominaba en Cuba y han convertido, por tanto, nuestra nación en una colonia mercantil y a los Estados Unidos en su metrópoli”.
Pero fue inútil su profética prédica, pues se aprueba el Tratado. Justo el día después su gran amigo, el poeta Enrique Hernández Miyares, publica en la prensa el soneto La más fermosa, emparentando la actitud de Manuel de Sanguily con las empresas caballerescas de Don Quijote de la Mancha, porque ninguna derrota empequeñece a nuestro héroe, ni lo aparta de su senda.
Asimismo, Sanguily presenta un proyecto de ley para prohibir la venta de tierras cubanas a extranjeros, poniendo de manifiesto los peligros ante la irrupción de extranjeros que adquirían a bajo precio enormes extensiones de tierra. Mirando en retrospectiva lo que sucedió después, esa ley habría impedido los latifundios y su enorme impacto en el desarrollo socioeconómico de la Isla.
En vida lo admiraron mucho quienes lo conocieron y el tiempo acrecienta la significación e importancia de esa coherencia total entre pensamiento y acciones protagonizadas un día por Manuel Sanguily Garrite, aquel modesto orador, periodista sagaz y patriota inmenso en la guerra y en la paz, cuya conducta debe ser alimento constante para los cimientos y el futuro de nuestra nacionalidad.
Fuentes:
• Ania Fernández Torres. Manuel Sanguily, héroe en la guerra y la paz.
• Martha Gómez Ferrals. Manuel Sanguily: honor e intelecto de un patriota insigne.