La reconcentración, genocidio contra la independencia

Valeriano Weyler era uno de los generales españoles más despiadados de su época, característica que se revelaría en toda su magnitud como capitán general en Cuba, al intentar derrotar la sublevación independentista de 1895 con la reconcentración de familias campesinas en las ciudades para evitar que ayudaran al Ejército Libertador, lo cual causó 300 000 muertos por hambre y enfermedades.

Su envío a Cuba se debió al fracaso en sofocar la sublevación de su antecesor, el general Arsenio Martínez Campos, artífice del Pacto del Zanjón en 1878, quien poco después del inicio de la nueva contienda, el 24 de febrero de 1895, fue designado a la Isla para que la pacificara nuevamente con una mayor acometida militar y, sobre todo, confundiendo a los insurrectos con las mismas promesas de reformas y políticas conciliatorias tan exitosas para Madrid en la Guerra de los Diez Años.

Pero en esta ocasión Martínez Campos no encontró fisuras entre los mambises y tampoco logró imponerse en el campo de batalla, por lo que reconoció su derrota y, en carta del 25 de julio de 1895 al presidente del Consejo en Madrid, Antonio Cánovas, le propuso aplicar la reconcentración:“(…) Podría reconcentrar las familias de los campos en las poblaciones, pero necesitaría mucha fuerza para defenderlos; ya son pocos en el interior los que quieren ser voluntarios; segundo, la miseria y el hambre serían horrible (…)"

Reconoció no ser capaz de aplicar tales medidas y dijo: “Sólo Weyler las tiene en España (las condiciones), porque además reúne las de la inteligencia, valor y conocimiento de la guerra: reflexione usted, mi querido amigo, y si, hablando con él, el sistema lo prefiere, usted no vacile en que me reemplace, pero yo tengo creencias que son superiores a todo y me impiden los fusilamientos y otros actos análogos.“) La propuesta de Martínez Campos fue aceptada y la historia demostró que no se equivocó al valorar a su sustituto.

Weyler asumió su mando en Cuba oficialmente el 16 de febrero de 1896, con 200 000 efectivos de la tres armas, junto a 100 000 voluntarios y cubanos traidores, lo que estableció una proporción aproximada de un soldado por cada 5 habitantes, incluyendo mujeres, niños y ancianos.

El bando sobre la reconcentración fue emitido el 21 de octubre de 1896, hace 124 años, en el que se ordenaba que los campesinos con sus familias se presentaran en las ciudades y pueblos controlados por España, se prohibía ir a los campos, el trasiego de víveres por mar y tierra sin el permiso de las autoridades y establecía la pena de muerte para quien infringiera estas órdenes y facilitara alimentos, armas y cualquier otro medio a los insurrectos.

De esa forma, cientos de miles de campesinos, la mayor parte mujeres, niños y ancianos, fueron obligados a mal vivir sin las mínimas condiciones de alimentación, higiénico-sanitarias, a la intemperie y asolados por las enfermedades y la desnutrición en pueblos y ciudades, tal como aconsejó Martínez Campos en su carta a Cánovas.

Aunque no es justo adjudicar la idea de la reconcentración solo a los jefes militares, hubo intelectuales integristas como el escritor Juan Bautista Casas, quien en su libro La guerra separatista de Cuba. Medios de terminarla y de evitar otras, sugirió: “Formados los pueblos, nuestras fuerzas destruirán y arrasarán todos los bohíos y prenderán y castigarán a los individuos que vayan por los campos, pues ya no podrán burlar la autoridad y escudarse con la capa de indefensos labriegos y pastores que de día se incorporan a los insurrectos”(…).

Según el investigador cubano Raúl Izquierdo Canosa, en 1897 el alcalde de Güines visitó a Weyler para explicarle las terribles condiciones de los reconcentrados y solicitarle raciones para evitar que siguieran muriendo de hambre, y este le respondió: “¿Dice usted que los reconcentrados mueren de hambre? Pues, precisamente, para eso hice la reconcentración.”

A pesar del genocidio, el Ejército Libertador adoptó nuevos métodos de abastecimiento y se siguió fortaleciendo con la incorporación de centenares de patriotas que llegaron a costas cubanas en expediciones o se trasladaron a la manigua desde el campo y las propias ciudades a pesar del terror impuesto por España.

Así, el pueblo cubano mantuvo su ideal independentista en los duros reveses de la caída en combate de José Martí, el 19 de mayo de 1895, y Antonio Maceo, el 7 de diciembre de 1896, en Punta Brava, en La Habana, cuando había culminado exitosamente la invasión de oriente a occidente y derrotado a las fuerzas peninsulares que se le enfrentaron.

También Weyler, como su predecesor, fracasó en la Isla, donde pasó a la historia como el “carnicero de los cubanos”, como lo calificara la prensa estadounidense; y a finales de 1897 fue relevado de su mando y sustituido por el general Ramón Blanco Erenas, el cual derogó, en marzo de 1898, el bando de la reconcentración y, en su lugar, intentó aplicar tardías políticas favorables a la autonomía, que también fracasaron en el propósito de frenar la Guerra Necesaria.