Por estos días, no quedaba en Cuito Cuanavale un metro de tierra exento del poder destructivo de la artillería o de la aviación sudafricana.
Durante todo enero, febrero y marzo Sudáfrica, apoyada por fuerzas de la organización contrarrevolucionaria UNITA y por efectivos de Namibia, habían intentado tomar esa localidad, donde permanecían replegadas varias Brigadas de Infantería Ligera (BIL) de las Fuerzas Armadas para la Liberación de Angola (FAPLA), tras fracasar durante una operación suya denominada Saludando a octubre, a finales de 1987, en cuya concepción Cuba no había concordado.
La situación era en extremo delicada. Más de 10 000 combatientes angolanos con asesoría rusa corrían peligro de ser exterminados allí, ocupada la zona y mucho más amenazada aún la seguridad de toda la nación.
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Ante una solicitud de ayuda al Comandante en Jefe Fidel Castro, por parte del presidente angolano José Eduardo Dos Santos, había llegado a Cuito un pequeño grupo de cubanos el cinco de diciembre de 1987 para realizar trabajo de asesoría, levantar la moral combativa entre las fuerzas allí asentadas, organizar la defensa y crear condiciones para la entrada de un refuerzo en hombres y técnica de combate.
La llegada de asesores cubanos empezó a cambiar el curso de los acontecimientos en Cuito
Persistente, el ejército sudafricano lanzó sobre la localidad donde confluyen los ríos Cuito y Cuanavale todo su moderno arsenal de guerra y de muerte.
El eficaz trabajo de fortificaciones y la capacidad de contraataque por parte de angolanos y cubanos no solo impidieron la ocupación del lugar por parte del enemigo, sino también asestarle progresivos y contundentes golpes.
Combates como los del 13 y 14 de enero, 14 y 25 de febrero, por solo citar esos, tuvieron su colofón el 23 de marzo de 1988 cuando, tras realizar fuerte preparación artillera y embestidas de la aviación, el enemigo se lanza sobre la 25 BIL, en desesperado intento por plantar bota definitivamente allí.
Enmascaramiento y protección: imprescindibles para la vitalidad de nuestras fuerzas y medios
A esa altura del “juego” habían olvidado la lección de un mes atrás, cuando en la madrugada del 25 de febrero, al lanzarse sobre las posiciones donde supuestamente estarían las 25 y 59 BIL, no encontraron en ellas un alma ni un arma.
¿Cómo podía ser posible, si la víspera estaban allí, “mansitos”, cubanos y angolanos? Fidel indicó trasladarlo todo, urgentemente, en medio del mayor silencio, durante la noche. Resultado: solo campos minados, explosiones, sorpresa, desconcierto, contraataque y muerte esperaban al agresor.
El 23 de marzo no se torna distinto. De nada sirven los 700 proyectiles de G-5 que, entre otros mortales explosivos, descarga Pretoria, luego de marcar con proyectiles fumígenos la dirección principal del ataque. La andanada que, en respuesta, les llega, se vuelve insoportable por intermedio de casi 500 disparos de cañones 130 mm, más de 600 de obús 122 mm y casi 700 cohetes lanzados por las aterradoras BM-21, encabezadas por “Cachita, Victoria, Libertad y Patria o Muerte: las buscapleitos”: como las han bautizado nuestros combatientes.
Antiaéreos listos para recibir a la aviación enemiga
Pero nadie quiere quedar fuera. Tanquistas abren fuego a la distancia de tiro directo. También lo hacen armas antitanques, ametralladoras, fusiles… para cerrar broche de oro con la inserción de los aterradores MIG, en contra de lo que el mando racista había imaginado, por las adversas condiciones climáticas.
Tal vez nadie dio tácitamente la orden, pero escapar con vida de tal infierno es lo que todo el mundo intenta, a la vez, sin importar que, en la estampida, las esteras muelan cuerpos humanos de sus propios aliados.
Imágenes así, de desprecio total por la vida de los demás, de abandono al soldado propio, al hermano de trinchera, de dotación, de combate, nunca hubo al lado de acá, entre cubanos y angolanos. Todo lo contrario.
Por eso me parece ver al soldado tunero Rafael Durañona transfundiéndole su propia sangre a un combatiente herido para luego echárselo a cuestas y salvarlo; o a Ciro Gómez, arriesgando su vida por proteger la de esos tanquistas que lo adoran, como también sucede con los artilleros de David Hernández y con infinidad de combatientes bajo el mando de hombres como Álvaro López Miera, Miguel Lorente, Gustavo Fleitas, Ermio Hernández, Venancio Ávila y muchos más a distintos niveles y especialidades.
Así quedaban las construcciones de Cuito bajo el efecto de la artillería sudafricana
Ese día de marzo no concluyó la guerra en Cuito Cuanavale. Aunque no exentas de actividad, en las jornadas siguientes prevaleció el ladrido de perro a distancia, mostrando colmillos para tratar de impresionar.
El ulterior avance de nuestras tropas por el flanco sudoccidental, la autonomía de vuelo que permitió la construcción del aeropuerto en Cahama y la efectividad de golpes como el de la aviación en Calueque significaban ya “demasiado para un solo corazón” y a Sudáfrica no le quedó más alternativa que recoger su pita e ir a empinar papalote en territorio propio.
Dicho en otros términos, esas victorias obligaron a Pretoria a salir de suelo angolano y sentarse sin condicionamiento alguno a la mesa de negociaciones , al tiempo que condujeron a la implementación, por fin, de la Resolución 435 de la ONU (para la independencia de Namibia) y al fin del régimen de segregación racial del Apartheid en Sudáfrica.
Nada pudo impedir la victoria final
Meses después (enero de 1989), adelantándose incluso al cronograma aprobado para la retirada gradual, comenzaron a retornar los aproximadamente 50 000 internacionalistas cubanos que por entonces se encontraban en Angola.
Ninguno lo hizo cargado de billetes o cosas materiales. Tal y como había anunciado desde mucho antes el General de Ejército Raúl Castro Ruz, entonces Ministro de las FAR, lo hicieron únicamente con “la entrañable amistad que nos une a esa heroica nación, el agradecimiento de su pueblo y los restos mortales de nuestros queridos hermanos caídos en el cumplimiento del deber”.
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