Camilo puede más

“Ahora… el Héroe ¿dónde está?” El poeta lanzó la interrogante al ruedo de los enigmas. Quería saber adónde había ido a parar aquel, el de la barba y la risotada, el de las maldades y las hazañas, el que jamás dejaba de ser pueblo, amasado con dosis perfectas, simétricas, idénticas dosis de nobleza y valor.

Puso a correr todas las fuentes, no solo las de la poesía. Como quien desconoce la solución del misterio, como si el del sombrero alón dejara de estar, allí, en la Sierra Maestra, presto a cortarle la soga a la hamaca, para que el Che, medio en serio, lo llame a capítulo; o al frente de su tropa, listo para el asalto final al cuartel de Yaguajay, o de cara a la altura más difícil que le situara la vida, la que el porvenir le interponga, cual desafío, a la patria.

El Indio Naborí formuló la pregunta a todo el que lo leyera o escuchara, a sabiendas de la respuesta. Eso sí, dejó por sentado que lo esencial jamás sería el hecho luctuoso: “Ahora… el Héroe ¿dónde está?/ ¡Quién sabe! Pero lo cierto/ Es que si ha muerto no ha muerto/ No ha muerto ni morirá” porque Camilo Cienfuegos está y estará siempre; más en estos días en los que la savia de su risa y consejo puede más que los cercos y las tenazas.

Apenas se oye el estruendo de su carcajada, el disparo guerrillero al centro de la injusticia, el discurso enardecido, para que la tierra que lo vio nacer el 6 de febrero de 1932 se sacuda los pesares, los miedos, los errores; para que Cuba redoble la marcha que siempre quiso y aún defiende el de la barba y la risotada, el de las maldades y las hazañas.