¡A degüello!, 155 años de luchar con el filo del machete

mambisesPortada del DVD del filme La primera carga al machete, de Manuel Octavio Gómez “Trota sobre la espuma, seguido por un mar de negros en machete y sin encadenar. Ordena a su corneta, el toque de a degüello” … Así el poeta en su canto menciona lo que fue para los mambises su arma de combate frente al ejército español en el siglo XIX. Aquellos hombres, sin reparar en un ejército que llegó a encuadrar más de 100 000 soldados, se alzaron pertrechados esencialmente con el machete que habían utilizado en labores agrícolas.

Según el historiador cubano Benigno Souza, en su libro Máximo Gómez, el Generalísimo (1936), este se unió a las fuerzas que luchaban por la independencia de Cuba, para lograr la libertad de los esclavos, dicho por él mismo: “… yo fui a la guerra (…) a pelear por la libertad del negro esclavo; luego fue mi unión contra lo que se puede llamar esclavitud blanca, y fundí en mi voluntad las dos ideas y a ellas consagré mi vida; pero, a pesar de los años que han pasado, no puedo olvidar que acepté al principio la revolución para buscar en ella la libertad del negro esclavo”.

Qué decir de nuevo entonces de aquella guerra desproporcionada, en la que empeñaron sus riquezas, sus ideas y, lo más importante, sus vidas, tantos hombres para ver a Cuba libre e independiente de la metrópoli española. No es secreto que pocos días después del alzamiento protagonizado por Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de octubre de 1868, el joven dominicano de un poco más de 30 años, veterano de las guerras civiles en su patria, Máximo Gómez Báez, tomó una osada decisión.

Una columna española, bajo el mando del coronel Demetrio Quirós —veterano de la guerra en Santo Domingo—, formada por dos batallones, una sección de artillería y un total de 700 soldados, se hallaba en Baire, a poca distancia de Bayamo.

Donato Mármol, quien había recibido bajo su mando al joven Gómez, un poco reticente ante las recomendaciones que traía, dio la orden de que defendiera Jiguaní. Sin embargo, este sagaz estratega, en lugar de dirigir el combate en ese propio territorio, decidió hacerlo cerca de Baire, donde estaba el campamento enemigo.

Con los dos centenares de mambises que Mármol le autorizó escoger, Gómez salió al encuentro de Quirós. Se escondieron entre la tupida vegetación, de madrugada, y emboscaron a la columna enemiga. Ninguno tenía formación ni hábitos militares, eran vírgenes en el intercambio de balas y no poseían casi armas de fuego —solo eran diestros con el machete, con él se ganaban el sustento diario—, y con esos pertrechos preparó el recibimiento, no sin antes advertir: “Nadie se levante y haga nada hasta que yo en persona salte al camino y grite: ¡al machete!”.

Cerca del mediodía, la vanguardia de Quirós, compuesta por dos compañías, cayó en el ardid. Apenas se distanciaron del pueblo los soldados españoles, fueron emboscados por los insurrectos. Les saltaron de repente desde la espesura, desde atrás, por los flancos de la columna y en varios puntos a la vez. Distraídos, los españoles fueron tiroteados a bocajarro y, tras el humo de esos disparos, se llevaron una gran sorpresa: centenares de mambises aterrizaron sobre ellos a machete limpio.

Quedó así registrada la primera carga al machete contra el ejército español, hace exactamente 155 años. Refiriéndose a este hecho, Gómez dice en su Diario de campaña: “…logré avanzar en un momento dado, como con 30 o 40 hombres que me acompañaban y di una carga al machete…”. Unos 200 soldados españoles murieron alcanzados por el filo del machete, que ese día se convirtió en temible arma liberadora.

Decidido a aprovechar las ventajas de la sorpresa lograda en Tienda del Pino, Máximo Gómez ocupó posteriormente posiciones en Loma del Sitio, al este del poblado, allí tomó dos piezas de artillería del enemigo. Otras fuerzas ocuparon posiciones al oeste, con lo cual cerraron toda posibilidad de salida a la diezmada columna de Quirós.

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Esta acción fue vital para defender la ciudad de Bayamo, se alcanzó la sorpresa mediante maniobras militares y se aprovecharon de manera conveniente las posibilidades combativas de los mambises, que no tardaron en asimilar e enriquecer las cargas al machete, enseñadas por Gómez.

Estos toques de a degüello se convirtieron en el terror de los españoles. Machete en mano, los mambises desarrollaron esta forma de lucha, pues mayoritariamente iban a las batallas sin armas de fuego o con escasas municiones, lo que hacía muy difícil los enfrentamientos tradicionales.

El Lugarteniente General Antonio Maceo, su hermano José, Calixto García y otros jefes militares fueron alumnos aventajados en el empleo del machete como arma de combate. Mientras en Camagüey, el Mayor Ignacio Agramonte organizó la caballería que hizo legendarias las cargas al machete.

La voluntad de lucha y la creatividad de los cubanos se pusieron de manifiesto en cada carga al machete, esa fue la base de la táctica de combate durante las guerras de independencia. Los mambises enfrentaron con éxito a un ejército que fue enviado a miles de kilómetros de su país a defender una causa muy diferente a su época de gloria, cuando hizo historia por liberar a su patria del yugo extranjero.