Aunque optimista, objetivo y cargado de buenas energías, el de la actual contienda azucarera no fue un cierre alegre en Ciego de Ávila. Plantaciones cañeras, transporte, industria, pudieron tener un desempeño que condujera, finalmente, a un resultado mejor, tanto para los hombres y mujeres incondicionales que hacen zafra, como para la provincia y el país.
Quizás el hilillo causal partió de los propios preparativos que, si bien aseguraron la arrancada antes de fecha en tres de los cuatro centrales, dejaron fisuras en reparación de transporte, no completamiento de la fuerza en algunos pelotones, atraso en alistamiento de combinadas, además de los malabares para poner en punta los ingenios.
La disciplina tecnológica es vital en los resultados de la industriaPero es obvio que el estimado de caña, incluido el decisivo del 30 de junio, volvió a ser superficial, o no todo lo preciso que puede resultar si de verdad se hace como reitera el agroazucarero Alexis Martín Iglesias: campo a campo, tocando plantones con los ojos y la mano. Lo demás puede ser pura imaginación o peor: puro cuento. Y para hacerlo bien se paga, como para que también los campos queden libres del marabú, pili pili, o de cualquier otra planta invasora que intente sacar cabeza por encima de la caña, acabar con las cuchillas de las combinadas y atentar contra la calidad de la materia prima que llega al basculador.
Hay datos elocuentes: la Empresa Azucarera pagó alrededor de cinco millones de pesos por caña que no era tal, sino materia extraña.
Si a ello se une el tiempo agrícola perdido (10,9), la existencia de 21 bases productivas con rendimiento inferior a 33 toneladas por hectárea (ocho de ellas en Primero de Enero y siete en Ciro Redondo o que se incrementa el área molible de 72 a un 78 por ciento, entonces no es de extrañar la brecha desfavorable que puede abrirse entre pronóstico y saldo real.
La industria tuvo también su incidencia, al registrar aprovechamiento de apenas 50 por ciento de la capacidad potencial (12,72 por ciento inferior a igual período del año anterior), con las molidas más bajas en Enrique Varona y Ciro Redondo.
Todo ello hizo que, a pesar del empeño puesto a prueba, el territorio pudiera llegar solo al 80 por ciento de su plan, al no producir unas 4800 toneladas de azúcar por caña dejada de moler, otras 8000 asociadas al Rendimiento Potencial Cañero y más de 12 000 por motivos de eficiencia industrial.
De la calidad de los preparativos dependerá, la estabilidad de la venidera contiendaEncabezado por el ingeniero Eduardo Larrosa Vázquez, director general de la Empresa Azucarera Ciego de Ávila, el análisis no estuvo ajeno a varias causas de esencia objetiva, incluida la complicada situación financiera que atraviesa ese sector, lo que repercute en términos de salario y de pago a productores, pero también develó insuficiencias de carácter organizativo, de disciplina tecnológica, exigencia y control sobre los recursos, por donde se fugan, o expiran sin haber nacido, toneladas de azúcar.
Tal fue el enfoque hacia áreas como las de generación de vapor y molinos, sin subestimar la casa de calderas, donde la próxima contienda deberá ajustar mejor los cinturones.
Tampoco genera tranquilidad algo tan estratégico como el uso de los portadores energéticos, si se tiene en cuenta que la provincia solo cortó el 92 por ciento de la gramínea planificada y, en cambio, consumió un 15 por ciento más del combustible previsto, del mismo modo que las estadísticas muestran sobregiro en la proporción de energía eléctrica y de agua empleada por tonelada métrica de azúcar producida.
Como consecuencia de todo ello, ese azucarado grano que nos llega cada mes por medio de la canasta básica o que el país exporta, les salió a los avileños un 12 por ciento más caro de lo planificado.
No siempre el transporte respondió como correspondíaCuatro buenos análisis, a camisa y canuto quitados, en igual cantidad de territorios donde Ciego de Ávila hace zafra, y las reflexiones de esta cita provincial, pueden constituir soporte para emprender la cuesta preparatoria de la nueva contienda que, en opinión de Humberto Alonso Palmero, miembro del Buró Provincial del Partido, debe marcar inicio para detener el decrecimiento y avanzar hacia el rescate de la vitalidad que siempre mostraron las plantaciones cañeras y de los volúmenes productivos que en sus mejores tiempos entregó la respetable industria avileña.
Referencia de que ello es posible, no hay que ir a buscar a ningún lugar. Basta situar la mirada en Primero de Enero, un central que, con serios problemas de caña, hizo una magnífica contienda, fue el único que cumplió su plan, aportó por encima y fue el último en paralizar máquinas.