No sólo de los bolsillos y los platos, la producción de cárnicos en Morón, Ciego de Ávila, se “escurre” de los planes y las esteras de las industrias. Invasor va tras su huella.
Delante de mí va una señora con paso cansado e impecablemente vestida. Atraviesa media ciudad con una jaba de yuca hasta llegar al punto de venta del Centro de Elaboración. Allí apenas la acaba de llenar. Compra las tres últimas hamburguesas de la oferta del día y detrás de ella la cola se disuelve.
Casi nadie se queda para comprar tocineta a 260.00 pesos la libra, jamón viking a 250.00 o lomo ahumado a 296.00. A cinco o seis cuadras, en la casilla especializada de la calle Serafín Sánchez, donde los precios son más elevados (luego sabríamos por qué), el dependiente recuesta la silla a la columna esperando por la clientela. La pizarra anuncia manteca en rama (130.00 CUP) y uno o dos productos más que, al parecer, no tienen buena demanda.
La interrogante de qué hay para comer puede plantearse de varias maneras. Podemos decir: ¿Qué proteína animal se consume en Cuba? ¿Cómo se cumplen las cinco libras per cápita de los programas de autoabastecimiento local? Podemos salir a la calle y encuestar una a una a las personas para saber qué comen y dónde lo compran. Pero la primera certeza siempre será que esa asignatura no la convalidamos.
Hagamos más simple la pregunta: ¿Qué fuentes de proteína animal se pueden adquirir hoy en Morón?, y despejemos las variables una a una.
La variable pollo se las trae. Desestimamos los paquetes de alitas empanizadas, deditos de pollo y pechugas aderezadas con mantequilla que se venden por Moneda Libremente Convertible (MLC) en tiendas como El Vaquerito, por obvias razones. Apenas podemos calcular la cobertura que representa el pollo que se vende por circunscripciones, porque en al menos cinco donde Invasor estuvo, la gente no recuerda la última vez que “les tocó”.
Para Leoannys Casola Madrigal, jefe del área comercial de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Osvaldo Sánchez, de la Empresa Cárnica provincial, también es difícil hablar de los volúmenes de pollo que procesan de modo regular, porque no lo contratan allí mismo; “es un producto que se importa, y se asigna por una política de distribución nacional”.
De lo que sí puede hablar con certeza, es de las reses y los cerdos que llegan allí para ser sacrificados, y que son pocos y flacos.
La producción de la Osvaldo Sánchez es de las escasas garantías que van en la jaba de los moronenses cada mes, porque el objeto social de la planta es abastecer la canasta familiar normada de los seis municipios del Norte de Ciego de Ávila y los organismos priorizados, o sea, círculos infantiles, escuelas, hogares maternos, policlínicos, el Hospital Provincial Roberto Rodríguez y todos los comedores obreros de Salud y Educación.
El reinicio del curso escolar aumenta la demanda
Para esa enorme boca que llaman consumo social, hay toda una tecnología que va desde el sacrificio de animales hasta el procesamiento de embutidos, picadillos y croquetas, una maquinaria preparada para el sacrificio de 120 reses y 400 cerdos diarios.
Si se pregunta a Yudelkis Llanes Milián, especialista de producción de la UEB, dirá que ella recuerda un día en estos últimos meses en que se llegó a sacrificar 57 animales, cantidad que en otros tiempos se consideraba ineficiente por el gasto de agua, por ejemplo, pero ahora no queda más remedio. “Hoy echamos a andar para sacrificar 16 reses”, dice Elier Livén García, jefe del área de producción, para cerrar el debate con la cifra. “Casi nada”, sentencia.
Así se explica que, por ejemplo, la libra de carne de primera para niños, que requiere 6,8 toneladas (t) por mes, estuviera cumplida al 33,8 por ciento hasta el 15 de noviembre; y que, de las 11,5 t destinadas a dietas médicas, sólo se habían entregado 2,5. No así con los embutidos y picadillos, más fáciles de obtener y al 52 por ciento de su plan.
“La entrega por parte de los productores es insuficiente —explica Leoannys— y hay que tener en cuenta la calidad del ganado, su peso. Por eso ves que el plan para los niños está más avanzado. Siempre intentamos priorizarlo, porque si luego la carne de res no alcanza, a las dietas médicas se les sustituye por pollo”.
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No es de extrañar que en la dirección de Comercio y Gastronomía, Lester Isasi Amorós, Especialista Principal encargado de la canasta básica, esté a cualquier hora pegado al teléfono. “Siempre estoy atendiendo quejas y preguntas de la gente. No es fácil tener la comida de Morón arriba de mí”.
A principios de mes, cuando la cobertura de cárnicos en las casillas recién comienza, tenerla controlada es más difícil. Tiene que registrar, por ejemplo, que Morón entero ya tiene picadillo, y que tres casillas ya tienen mortadella, porque en octubre no la recibieron; o que Patria y Turiguanó son los únicos consejos populares con carne para niños y dietas.
La distribución se ha hecho difícil y desde el cárnico Leoannys lo resalta. La escasez de diésel les ha obligado a poner dos rutas en un solo camión y a sincronizar producciones puertas adentro, porque, de los 4 400 litros destinados a las calderas, en los últimos meses no ha llegado ni la mitad.
La situación financiera de la empresa no es un secreto y las pérdidas de 22.3 millones de pesos se hacen sentir en Morón. Al no acumular suficientes ingresos para el fondo de salarios, Elier habla de un proceso de interrupción laboral. Antes eran 284 trabajadores y activos apenas hay 140. Ambos datos han creado todo tipo de rumores en la ciudad. “Que cierran el matadero y se lo llevan para Ciego”. “Que solo quedan las neveras vacías”.
Para la UEB El Vaquerito, perteneciente a Comercio y Gastronomía, y más conocida como Centro de Elaboración, la situación de los ingresos no dista mucho. Cuando a principios de mes comenzó a vender varias modalidades de cerdo, las opiniones les dieron la vuelta a los grupos de Facebook y acabaron en la radio municipal. “Yo soy madre de dos hijos y lo único que puedo comprar de todo esto es croquetas”, respondía una mujer a la grabadora de la radio.
La tablilla de ofertas a inicios de noviembreSólo en salarios, Ridel Luis González, director del Centro, tiene que asegurar 162 000.00 CUP, y es algo que tiene que llevar a punta de lápiz ahora que son UEB.
“Nosotros adquirimos la materia prima por la Resolución 99 —del Ministerio de Comercio Interior, 2019—, a productores privados. Y luego le facturamos a la empresa —de Comercio y Gastronomía—, que lo vende a un precio diferente al que lo vendemos nosotros en el punto de venta de aquí al lado. Por eso es que vas a ver el jamón aquí a 250 la libra, y en la casilla especializada a 277”.
Más allá de las diferencias de precio, los 250.00 pesos (por seguir con el ejemplo del jamón), también llevan su explicación. El cerdo se compra a 100.00 pesos en pie (es probable que mientras usted lee ya hayan tenido que comprarlo a 120.00), cuando se sacrifica ya el costo por libra es de 136.00, y sumando los costos de la transportación, sacrificio, etcétera, ya sube a 156.00. Todo eso sin haber procesado ni un gramo.
La relación costo-ganancia varía de un producto a otro. “La manteca en rama se vende a 130.00 pesos la libra y nos cuesta 104. Hay otros productos que hemos ajustado. Por ejemplo, la cabeza cruda bajó de 60.00 a 40.00 pesos, y las vísceras de 65.00 a 50.00”.
El panorama no sorprende si se tienen en cuenta las noticias más recientes: “Por vender menos cerdos y sin el peso pactado, entre otros factores, la Empresa Porcina de Ciego de Ávila confirmó los pronósticos del plan aprobado para 2021: pérdidas en el entorno de los 74 millones de pesos”.
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Cuando Ridel dice que ya casi nada “entra por la canalita” se refiere a eso, menos contratos con el cárnico, por ejemplo, y más que tienen que salir a buscar por el precio de los privados.
“Entonces, no recibimos harina ni picadillo, por ejemplo, productos que antes nos permitían extender el costo y vender más barato. Los ahumados son cosas que no todo el mundo puede comprar, eso lo sabemos”.
Por donde quiera que se mire, a los cárnicos de producción local les cuesta entrar en la jaba, o más bien nos cuesta a nosotros. Da lo mismo si se trata de una libra de tocineta (260.00 CUP) en el punto de venta del Centro de Elaboración, o de una ración de fajitas de cerdo de 300 gramos (270.00 CUP) en el restaurante La Fuente.
La experiencia impulsa a creer que el problema es mucho más hondo y abarcador que un par de UEB arreglándoselas para seguir produciendo en la ciudad. La larga cadena hacia atrás de precio-producto-abastecimiento-industria-productores-alimento animal-agricultura-situación económica del país, es una variable demasiado compleja para ser despejada de un tirón, pero al mismo tiempo tiene la respuesta a la pregunta de siempre: A fin de cuentas, ¿qué tenemos para comer?