Salvar a Martí… para que nos salve
Foto: Neilán
Yusuam Palacios Ortega, convencido de que Martí, o al menos el brillo de su estrella, la que ilumina y mata, alcanza con su luz los portales de Ciego de Ávila y los corazones de su gente, conversa con Invasor
Tarde de marzo. Apagón. Calor abrasante. Estamos bajo techo, pero el resplandor del sol hace lo suyo. Yusuam acaba de presentar en la Feria del Libro, junto a un grupo de pioneros, una nueva edición de La Edad de Oro. Ahora, sentado en el portal de aquella casa, bebe un vaso de agua, aprisionado dentro de una camisa de mangas largas, de esas telas que, simplemente mirándolas, dan calor.
Varias veces vino a Ciego de Ávila en el último año y la entrevista fue posponiéndose una oportunidad tras otra, hasta que apareciera un momento libre en la apretada agenda del joven diputado habanero y director del museo Fragua Martiana.
José Martí, ese misterio que nos acompaña —como lo calificaría José Lezama Lima—, fue el eje de toda la conversación. No podía ser de otra manera: Yusuam Palacios Ortega, además de dirigir una institución cultural situada en el mismo lugar donde el joven Pepe sufrió los horrores del presidio político, tuvo la oportunidad de encabezar por más de una década el Movimiento Juvenil Martiano (MJM), organización dedicada a promover en las nuevas generaciones el pensamiento y la obra del Héroe de Dos Ríos.
Condición anfibia, rara, definitoria, la de Martí: poeta de renombre y, al mismo tiempo, político de talla continental. En un mundo donde rara vez política y poesía se dan la mano, él supo imbricar ambas pasiones y ponerle color a su verbo de tribuno con la misma intensidad con la que plasmó en sus versos su militancia por la justicia, la belleza y la libertad.
Sobre este y otros temas habla Yusuam, convencido de que Martí, o al menos el brillo de su estrella, la que ilumina y mata, alcanza con su luz los portales de Ciego de Ávila y los corazones de su gente.
—¿Cuándo llegaste al Movimiento Juvenil Martiano?
—En ese momento tendría cerca de 15 años. De hecho, la organización ha marcado hondamente la mitad de mi vida. Cuando estudiaba Derecho, en la Universidad de La Habana, me eligieron presidente provincial del Movimiento en la capital.
“Años después, hace como una década, mientras me desempeñaba como juez del Tribunal Provincial Popular de La Habana, me nombraron presidente nacional del Movimiento. Y ambas actividades eran un tanto incompatibles por la presión que demandaba cada una. Así que debí cesar en mis funciones de juez.
“El MJM precisaba de mí caminar por el país, visitar provincias, centros educacionales y laborales, y promover la obra de Martí en todas partes. El Tribunal implicaba un trabajo estático, porque debía revisar expedientes, celebrar actos de justicia, deliberar, redactar, y confeccionar diferentes sentencias y resoluciones procesales.
“Además, el Movimiento se hallaba en una etapa difícil, donde, incluso, se llegó a pensar que no era funcional, que quizá debía desaparecer. Por suerte, esta noción se corrigió rápidamente: el MJM fue necesario en sus inicios, allá en 1989; lo era a principios de la década pasada y lo es ahora, muchísimo más”.
—Entonces comienzas a trabajar en la Fragua Martiana…
—En paralelo a la presidencia nacional del MJM, asumí la tarea de dirigir el museo Fragua Martiana, institución cultural con unos aspectos muy particulares, y en la que me mantengo luego de culminar mi etapa en el MJM.
“La Fragua es, al mismo tiempo, un museo martiano, un sitio histórico de sumo interés para la conservación y gestión del patrimonio, y un punto de amplio simbolismo para los cubanos, al estar construida sobre las canteras de San Lázaro, en las que Martí resistió la crueldad del colonialismo español, y que, con el paso del tiempo, se convirtió en espacio de confluencia para las jóvenes generaciones de patriotas.
“Otro rasgo que la distingue de algunos museos habaneros es su ubicación dentro del barrio de Cayo Hueso, en el municipio de Centro Habana, que la dota de una identidad y una cultura diferentes. De hecho, la manera en que los vecinos del lugar se relacionan con la Fragua, la especial simbiosis entre museo y comunidad, le da características bien interesantes”.
—¿Principales retos de la Fragua?
—Estamos trabajando en un nuevo guion museológico, para adaptar la Fragua a los códigos de nuestros jóvenes, sin hacer cambios de esencia en lo que tradicionalmente ha sido este espacio. La historia, la presencia y la impronta del museo no cambiarán, pero sí nos concentramos en innovar, ampliar el uso de las nuevas tecnologías, actualizar nuestras maneras de comunicar, introducir ideas frescas; todo en pos de que la Fragua se convierta en un lugar más atractivo para los visitantes, ya sean niños, jóvenes o adultos.
“También esperamos impulsar, en un futuro no muy lejano, el proyecto que denominamos Fragua Cultural, y que tendrá un mayor alcance hacia las comunidades, hacia las familias. Llevaremos la Fragua Martiana a otros sitios, porque no todo el mundo ha visitado —ni tiene la posibilidad de hacerlo— nuestra institución. Y qué bueno sería que la Fragua se extendiera fuera de la capital, en provincias como Ciego de Ávila…”.
—¿Cómo ves la divulgación y el estudio del pensamiento martiano en la actualidad?
—Hay grandes retos. El primero, es no presentar a Martí con códigos preestablecidos. Repetir fórmulas manidas sería contraproducente porque quizá provoquemos rechazo en los jóvenes, y lo que buscamos es mantenerlo actual.
“Claro, no hablo de bajar del pedestal al Apóstol. Insisto en esto porque hoy existe una tendencia, muchas veces con la mejor intención, de ‘humanizar’ a Martí reduciéndolo, bajándolo del pedestal. Presentémoslo de forma diferente, como el ser humano que fue, pero no lo arrastremos hacia nuestra cotidianidad.
Alcémonos nosotros hasta su altura, intentemos parecernos a él, e imitar su sacrificio y su capacidad creadora.
“Nos falta usar más las redes sociales de Internet y los dibujos animados, renovar la visualidad de nuestros contenidos, y dotarlos de una estética acorde con estos tiempos. También debemos explotar con mayor frecuencia las innumerables anécdotas de quienes lo conocieron, y que muestran al hombre en su plena condición humana: un hombre que siente, que padece, con un pensamiento en evolución.
“Propaguemos la verdad de Martí. Nada de frases mal copiadas, repetidas, sacadas de contexto, tergiversadas… Y aprendamos a multiplicar su pensamiento desde el sentimiento y la empatía, de una manera desenfadada, desencartonada, sin esquematismos ni dogmas. Hay que acudir con mayor insistencia a su poesía: en sus versos hay cultura, identidad, amor, y hoy nos hace una falta tremenda tocarle el corazón a la gente.
“Hay que llegar con la palabra de Martí a todas partes. A veces, evitamos acudir a ciertos espacios porque allí vive gente “conflictiva”, personas que han delinquido o se mantienen en un clima de marginalidad. ‘Allí no leen’, nos justificamos. Sin embargo, a ellos debemos acudir con la obra martiana primero, porque son quienes más la necesitan.
“Hoy estamos llamados a salvar la nación desde el amor. No el amor tonto, de novelitas rosas, sino el amor profundamente radical que nos enseñó el Apóstol. Martí nos salvará en la medida en que aprendamos a asumir su sacrificio y su filosofía de vida”.
—Hace poco terminó la Feria del Libro en Ciego de Ávila. ¿Cuál es el principal reto de la promoción literaria en la Cuba de hoy?
—Faltan papel y tinta, obviamente, ¿pero sabes cuál es nuestra principal carencia? La insuficiente promoción de la lectura, sobre todo en los jóvenes.
Necesitamos promover el libro —no solo el físico, también el digital— y lograr que la literatura salga de los centros urbanos y llegue a los hogares de la gente, a las zonas intrincadas, a los barrios vulnerables.
“La promoción de la lectura no puede reducirse a un único momento del año, al desarrollo de la Feria del Libro. Debe ocurrir todo el tiempo, al menos una nueva presentación cada semana, aunque sea de libros que hayan sido impresos con anterioridad.
“En toda feria deben existir ejemplares de La Edad de Oro, El principito, Corazón, Oros viejos, y otros clásicos de la literatura infantil y juvenil, que forman al lector, al niño, al joven, y con los que cada quien puede redescubrirse a través de una buena lectura. Entiendo la escasez de recursos, las dificultades que hoy afrontamos, pero valdrá la pena el esfuerzo”.
Durante 53 minutos habla Yusuam, animado, a pesar del sopor de la tarde y el calor pegajoso y aplastante de la jornada. Dice que volverá pronto a Ciego de Ávila, que la ciudad le gusta y que los avileños le parecen gente honesta, sencilla. Que, siempre que puede, regresa.
Una y otra vez, retoma a Martí, cita versos y frases, menciona obras, y explica lo mucho que queda por lograr y lo urgente que resulta salvar al Maestro para que él nos salve a todos nosotros. Esa es la feliz coincidencia de José Martí: que quienes lo rescatan del olvido, se rescatan a sí mismos.