Maestro a prueba de años
Foto: Grether
Más de cuatro décadas frente a las aulas pueden parecer mucho, o “casi nada”, si se miran con los ojos de quien pretende estar allí hasta el último de los días
A Antonio Brito Delgado es muy fácil seguirle la pista. Si preguntas por él, los conocidos dirán que “vive en la escuela”, y de ahí partirá cualquier descripción. Luego él se encargará de aclararte que tiene casa, justo en frente, no obstante, repetirá la frase, y esas cuatro palabras le alcanzarán para resumir los últimos 46 años de su vida.
Porque desde que empezó a llamarse profe, maestro y cuanto mote le han puesto sus alumnos, no recuerda haberse sentido mejor en otro lugar que no sea el aula. Por eso las horas le parecen pocas allí, y así ha sido desde que le naciera esa vocación a la que todavía ni el tiempo ni los golpes de la vida han logrado desanimar.
Si hubiese que nombrar un “culpable”, diría que es Raudel Blanco, por aquella conversación que, como a él, entusiasmó a unos cuantos con el magisterio. Con esa ilusión llegó a la Escuela Pedagógica de Ciego de Ávila, para, cinco años después, regresar a foguearse en las escuelas de su natal Gaspar y ellas, a fin de cuentas, han moldeado al maestro de hoy.
Y aunque las raíces prendieron fuerte en su tierra, alguna que otra vez le ha podido más la voluntad de enseñar donde haga falta, esa brújula con la cual llegó hasta la República Popular de Angola, sin imaginar que, como dicen, volvería a nacer.
“Sufrí un accidente por el que estuve 18 días grave, no contaban con mi vida”, y las lágrimas de los enfermeros y los médicos, al verlo despertar, fueron los mejores testigos del “milagro”. Sin embargo, la pesadilla se alargó otros ocho meses, al regresar a Cuba y tener que permanecer casi inmóvil, en una cama del Hospital Naval, de La Habana.
De esos días grises atesora con orgullo el abrazo que, durante una visita, le diera el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
“Un grato honor que conocen muy pocas personas, pero que va aquí, dentro de mi corazón”; ese lado izquierdo del pecho donde solo cabe lo extraordinario
De esas anécdotas habrán escuchado muchas sus estudiantes, quienes a lo largo de estos años han acompañado el andar que aprendió a vencer la incapacidad parcial de su pierna, y por el que siempre le insisten con el “profe siéntese”. Mas la respuesta es invariable, “sentado no, hay que dar las clases de pie”.
Esa constancia no la olvidan las generaciones salidas del aula de Antonio y él no puede sentir más que “tremenda alegría, admiración y respeto” cuando lo sorprende el saludo de ingenieros, médicos… y hasta una aeromoza, de los que presume sin reparos y sin imaginar que el sentimiento es recíproco, por saberlo aun allí, tiza y borrador en mano, dejando la huella en otros.
Con toda certeza lo afirma Luis Enrique Calderón Piñeiro, actual director provincial de Educación, mientras se deshace en elogios para hablar de su maestro de quinto grado, pues le queda la tranquilidad de que con “el profe Bidy”, hay compromiso y ganas de enseñar para rato.
El pasado 28 de noviembre tuve el placer de reencontrarme con "Bidy" Antonio Brito, mi profesor de 5to grado, quien lleva 46 años en el magisterio, combatiente internacionalista en Angola y excelente compañero. "Gracias maestro" #CiegodeAvila #EducacionAvileña #LatirAvileño pic.twitter.com/ITK8jl6e0g
— Luis Enrique Calderón (@CalderonPineiro) November 30, 2022
Y como todo buen docente, también ha escrito “su librito” en estas más de cuatro décadas de magisterio, donde “el amor por los niños” ha sido hilo conductor y en los que “el cariño y el respeto que ellos sienten por uno, y yo por ellos”, han sido el secreto de cada logro. Propuestas no han faltado para explorar otras enseñanzas, pero no se imagina lejos de los pequeños, los únicos responsables de su fidelidad a la Educación Primaria, a la que este 28 de noviembre, le regalaba el curso escolar número 47, al compartir con sus alumnos de la Escuela Primaria 13 de marzo, de Baraguá, las emociones de otro inicio de clases.
Este diciembre, la jubilación tocará su puerta, sin embargo, seguirán siendo el aula y la compañía de sus estudiantes las mayores de las motivaciones para plantarle cara a los años, sin otro límite que no sea “hasta los últimos días de mi vida”.