Fidel en el corazón de Chispa
Fotos: Michel Guerra y Archivo
En el aniversario 97 del natalicio del Comandante en Jefe, Rodolfo Rodríguez evoca algunos de sus encuentros
A sus 88 años conserva la energía y vitalidad que le valieron el apodo de Chispa, mucho antes de que, al frente del contingente Héroes de Cuito Cuanavale, desbrozara montes y desafiara las plagas y el fango para construir diques, canales y micropresas en la zona norte de la provincia.
Puede que el tiempo le haya borrado ya algún pasaje de su vida o le haga confundir una fecha o un nombre, pero la memoria de Rodolfo Rodríguez González guarda, como tesoros en un cofre, aquellas páginas de gran significación, como cuando contribuyó, junto a sus hombres, al rescate de la voluntad hidráulica en el territorio.
Entre esos momentos, conservados como en una fotografía, están los encuentros que sostuvo, a lo largo de su trayectoria laboral, con el líder de la Revolución cubana, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
A sus 88 años Rodolfo recuerda cada detalle de los encuentros que sostuvo con Fidel
“La primera vez que vi a Fidel —recuerda— fue en la construcción de la presa del río Hanabanilla, ubicada al nordeste de Manicaragua, en el macizo montañoso de Guamuhaya, actual provincia de Villa Clara, una obra que la Revolución triunfante en 1959 encontró sin concluir y llevó a su fin en 1962.
“Me impresionaron su sabiduría y la visión que tenía de cómo quedaría aquel lago artificial y lo que representaría para el abasto a las poblaciones de Santa Clara y Cienfuegos, generación eléctrica y turismo, como efectivamente ocurrió”.
Lo sabía todo
“Fidel lo sabía todo, podía darte una clase sobre cualquier tema”, afirma convencido Chispa y narra anécdotas de esos encuentros, donde también dejaba ver su interés por conocer detalles de las cosas y aprender de quienes le rodeaban.
Fue en una de las obras del dique de Chicola, destinado a impedir el desagüe al mar de grandes volúmenes de agua para posibilitar la recarga natural del manto freático y la desalinización de la Laguna de La Leche, que el máximo líder preguntó cómo saber cuándo el agua era potable.
“Por las abejas, Comandante, le respondí. Si ellas se acercan a tomar el líquido, es que ha bajado la sal. Entonces se puso a explicarnos su importancia para la polinización agrícola y la producción de miel”.
Este hombre franco, entre los primeros en cursar la Escuela de Instrucción Revolucionaria y fundador del Partido Comunista de Cuba, destaca también la sencillez y humildad del líder, que trataba a todos por igual y, aunque exigente, no hería a ningún compañero.
Rememora que, durante la llamada zafra azucarera de los 10 millones, en un análisis de la cosecha en la región de Morón —integrada por los municipios de Chambas, Morón, Primero de Enero, Bolivia y Ciro Redondo—, Fidel se molestó por el poco dominio de un jefe de los números que solicitaba y dijo: “Así no podemos cumplir”.
“Mi compañero lo llevaba todo anotado”, recuerda Rodolfo, “pero parece que los nervios lo traicionaron, pues Fidel preguntaba mucho: cantidad de caña cortada, rendimientos, edad de las cepas …
“El caso es que el hombre, avergonzado, bajó la cabeza y se hundió en el asiento, sin embargo, al término de la reunión se le acercó, le quitó el sombrero y le pasó la mano por la cabeza”.
“La próxima vez vas a venir mejor preparado’, le dijo Fidel y todos sonrieron”
Cuidar al jefe
“Siempre decía que se sentía bien cuidado entre los trabajadores, pero su escolta estaba pendiente de los más mínimos detalles”, afirma Chispa y revive la ocasión en que uno de los guardaespaldas se adelantó en la ladera de una presa en construcción y recogió una piedra sobresaliente para evitar que pudiera tropezar y caer al agua.
En otro de los encuentros, Rafael Valdés Valdés, primer secretario del Partido en la provincia avileña en ese entonces, le pidió que le explicara al Comandante las particularidades de lo que estaban haciendo y él, sin querer interrumpir, fue a dar la vuelta por la espalda, pero fue parado en seco por la escolta.
“Óigame, me di un susto que casi me orino. Valdés me hacía señas que me acercara y yo no me atrevía a moverme, hasta que me indicaron que cruzara por el frente. Entiendo que todas las precauciones eran pocas para cuidarlo. Si no hubiera sido así, cómo habría sobrevivido a los más de 600 atentados que trataron de hacerle”.
Oriundo de La Victoria, en el municipio de Majagua, Chispa se enorgullece de la familia amorosa que lo acompaña y da gracias por el apoyo en la crianza y formación de sus dos hijos a Genoveva, su esposa desde hace 64 años, la misma muchacha de ojos claros a la que un día quiso dedicarle un jonrón en un encuentro de béisbol, pero resultó un rotundo ponche, “porque el lanzador contrario no quiso colaborar”, explica sonriente.
8 de mayo de 1989, en Chicola, donde se reparaban las compuertas que impedirían la entrada de agua de mar a la Laguna de La Leche
Incorporado desde el mismo triunfo de la Revolución a tareas políticas, Rodolfo transitó por diversas responsabilidades dentro del Partido, antes y después de la División Político-Administrativa, y ocupó cargos en sectores vinculados a la industria azucarera y la construcción, entre otros.
Su constante quehacer en actividades económicas de alta prioridad lo puso más de una decena de veces en contacto con Fidel, en ocasiones de forma directa y otras, vía telefónica, cuando el Comandante quería saber sobre la marcha de los trabajos o necesidades de equipos para agilizar la tarea encomendada.
Entre cientos de fotos, recortes de prensa, documentos y hasta papeles con anotaciones para el orden del día de una reunión, este carismático octogenario reconstruye la historia de su vida, que no podría abarcarse en un simple trabajo periodístico.
Nos muestra, por ejemplo, la nómina con los fundadores del contingente Héroes de Cuito Cuanavale, seleccionados, a petición de Fidel, entre trabajadores destacados y combatientes internacionalistas, además de 35 participantes en la propia batalla ocurrida durante la epopeya de Angola, quienes tendrían el encargo de ejecutar importantes obras para el desarrollo económico avileño.
No puede hablarse del rescate de la voluntad hidráulica en la provincia sin mencionar las proezas de esta fuerza, bajo la conducción de Rodolfo Rodríguez, la cual, a finales de la década de los 80 y principio de los 90 hizo cambios trascendentales en la topografía de la zona norte.
A su cargo estuvieron, entre otras, la construcción del dique Estero Socorro, en el Gran Humedal del Norte, con 21,6 kilómetros de longitud, para proteger el entorno en una zona que se extiende desde la playa La Tinaja, al este de la Isla de Turiguanó, hasta los alrededores de la Loma de Cunagua; y Chicola y Puente Largo, que permitieron rescatar alrededor de 200 millones de metros cúbicos de agua.
Durante su trayectoria laboral Rodolfo intercambió con Fidel en más de 10 ocasiones, varias de ellas, mientras dirigía el contingente Héroes de Cuito Cuanavale
Su huella queda también en otros embalses del territorio y en numerosos viales y obras de fábrica dentro de la cayería norte, para dar paso al desarrollo turístico de Jardines del Rey.
“Una de esas jornadas estaba yo atareado y alguien preguntó: ‘¿A quién le dicen Chispa aquí?’. Salí enseguida y me encontré nada menos que a Fidel, en un jeep cuatro puertas. Él era así, se aparecía sin avisar a comprobar cómo iba la tarea”.
Durante los días 8 y 9 de mayo de 1989, el Comandante en Jefe Fidel Castro, en visita al territorio, recorrió varias de estas obras, abanderó al contingente El Vaquerito y dejó conformado, oficialmente, al Héroes de Cuito Cuanavale.
En gran parte del recorrido, Rodolfo estuvo junto a Fidel, presto a responder interrogantes, explicar cuanto hacían y atento a las orientaciones y sugerencias. Esa sería, sin saberlo, la última vez que intercambiaría personalmente con el Comandante.
Pero quedarían para la historia las palabras del máximo líder en el acto de abanderamiento, dirigidas a hombres como Chispa:
“(…) Las futuras generaciones del país tendrán que estar siempre reconocidas de ustedes (…) y podemos decirles: Esos fueron los revolucionarios que hicieron posible la patria nueva; esos fueron los verdaderos revolucionarios, no de palabras, sino de hechos”.
Ahora, al rememorar aquellas históricas jornadas, Rodolfo se lleva las manos al pecho y dice emocionado:
—A Fidel lo llevo siempre en el corazón y en la mente.